Al finalizar la cosecha de todo lo sembrado durante el año la Torá dictamina la celebración de “Sucot:” “Durante siete días se alegrarán en presencia del Señor su Dios. Alégrense en esta fiesta” El filósofo José Ortega y Gasset hizo una vez el no muy serio comentario de que puede que la palabra “alegría” se origine en el vocablo “aligerar.” La alegría se origina en la sensación de alivio. La alegría es una emoción tanto de alivio de haberse salvado de una situación amenazadora como el recibir una satisfacción. Pensado más a fondo, la alegría es una emoción que resulta cuando uno experimenta el logro que significa haber cruzado un obstáculo. Al sobrepasar impedimentos, dice Eliezer Schweid, profesor de filosofía judía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, los seres humanos reafirman sus habilidades congénitas. Se siente un flujo desenfrenado de vida interior y esta consciencia de vida es la alegría. El haber completado las labores agrícolas, sobrellevando todas las dificultades que esto implica, es ciertamente una razón de regocijo y una metáfora que el judaísmo no deja de utilizar para celebrar los logros acumulados durante el año. La alegría -escribe Bergson- anuncia siempre que la vida ha logrado su propósito, ha ganado terreno, ha alcanzado una victoria. Al ser definida como “Zeman simjatenu” “el momento de nuestra alegría,” por la liturgia de la sinagoga, la fiesta de Sucot se convierte en una celebración anual de los logros que hacen que la vida merezca ser vivida. Jag Sameaj!