En muchos países, Puertas Abiertas hace uso de las redes de cristianos e iglesias clandestinas para fortalecer a reductos escondidos de cristianos difíciles de acceder. Hameedullah es uno de nuestros colaboradores que viaja por rutas peligrosas para compartir el Evangelio y traer ánimos y Biblias y literatura a los creyentes.
Esta historia proviene de una tierra lejana que se encuentra en lo alto de la Lista Mundial de la Persecución. Se trata de un refugiado que conoció a Cristo en un ambiente hostil e islámico. Algunos de sus familiares se convirtieron en cristianos clandestinos y otros en terroristas.
Hameedullah creció en una parte del mundo donde la creencia en Dios resulta fácil para los niños, pero la fe de él fue única porque, en medio de un campo de refugiados lleno de gente musulmana, su fe estaba puesta en el Jesús de la Biblia.
“Estábamos en una tierra extranjera que nunca se conv
ertiría realmente en nuestra casa”, dice Hameedullah. La gente nos escupió y nos maldijo por venir a su país y por vivir de las ‘bendiciones de su tierra’. Estábamos agradecidos de que el gobierno de ese país nos abriera sus fronteras, pero la gente no estaba tan cómoda con nosotros, con nuestro lenguaje y con nuestra manera de hacer las cosas".
Pero la vida de Hameedullah tomó un rumbo distinto. Sentía el llamado de Dios en su vida. Un día Qareem, un compañero que también era cristiano clandestino, visitó a Hameedullah le habló de la labor misionera, él no estaba interesado pero tiempo después escuchó que su amigo fue secuestrado y asesinado.
Qareem, había dejado muchos creyentes clandestinos desamparados, “Estaban decayendo en la soledad, en el aislamiento y el hambre espiritual, por esa razón me uní a una de las organizaciones clandestinas colaboradoras(de Puertas Abiertas).
Hameedullah y sus compañeros piden oración por seguridad y aliento: “Somos vulnerables ante aquellos que vigilan las actividades no islámicas y están dispuestos a informar a las autoridades. Orad por nosotros, para que sepamos dónde poner nuestros pies y a quién ministrar. Orad para que podamos escuchar la voz pequeña y sutil de Dios.
Fuente: Puertas Abiertas