El inmaculado continente blanco amenaza con convertirse en un depósito de contaminantes emergentes.
Ya no queda ni un solo lugar virgen en el planeta. Y la Antártidano es una excepción. El inmaculado continente blanco amenaza con convertirse en un depósito de contaminantes emergentes, que llega a un lugar tan inhóspito a través del vertido de aguas residuales del resto del mundo, de la incineración de residuos y de la generación dispersa de desperdicios. Es lo que se recoge en dos estudios internacionales publicados en las revistas científicas Environmental Research y en Environmental Pollution por un equipo internacional con participación de investigadores del Instituto Geológico Minero de España y de la Universidad Rey Juan Carlos, que alertan de las posibles consecuencias ambientales que esta situación conlleva.
Restos de cafeína, efedrina, ibuprofeno, paracetamol e incluso cocaína. Son algunas de las sustancias detectadas en las aguas de la Antártida, que presentan concentraciones «similares» a las detectadas en ríos de España, Italia, Bélgica y Reino Unido, según revela uno de los dos estudios. «De los 46 medicamentos buscados se han encontrado 12, siendo el grupo de antiinflamatorios y analgésicos (acetaminofero, diclofenaco e ibuprofeno) los que mayor concentración presentan. Entre las sustancias de uso recreativo, los niveles de cafeína son los más adecuados, seguido por la efedrina, que se usa habitualmente para fines médicos», explica Yolanda Valcárcel, coordinadora del trabajo publicado en Environmental Pollution e investigadora de la Universidad Rey Juan Carlos.
Alteran el sistema hormonal
En el artículo publicado en Environmental Research se informa de la presencia de sustancias de origen humano con capacidad de alterar el sistema hormonal en cantidades a veces similares a las encontradas en aguas continentales de otras partes del mundo. También se han hallado sustancias químicas pertenecientes al grupo de los retardantes de llama, organofosforados y alquifenoles. Entre los metales pesados destacan las concentraciones de aluminio, metal que interfiere en la acción de diversas hormonas y en los sistemas neurológico y reproductivo. «Las especiales condiciones climáticas del continente antártico, con fríos extremos la mayor parte del año, podrían retardar o dificultar los procesos de degradación microbiana y fotodegradación de este tipo de contaminantes, haciendo que su persistencia en el medio acuático se vea incrementada y, con ello, la exposición a los mismos de la cadena alimentaria», alerta Luis Moreno, coautor de los artículos e investigador en el Instituto Geológico y Minero de España. Los investigadores desconocen qué efectos a medio plazo acarreará esta situación para el entorno.