El relato de un cierto día en la vida del Señor, me impacta de manera muy profunda. Según Mateo 14 = Marcos 6:30-44 = Lucas 9:10-17, Jesús escucha de la muerte de su primo y precursor, Juan el Bautista. Al recibir la noticia, él busca un lugar solitario para pasar tiempo con sus discípulos, muchos de los cuales, también habían seguido a Juan:
El les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían oportunidad para comer.”
Pero, ¿qué pasa? Tratan de escapar de las multitudes en la famosa barquita, pero la gente arruina el plan, “corrieron allá a pie de todas las ciudades y llegaron antes que ellos” (Marcos 6:33). ¡Qué presión, poder escapar con éxito de la multitud por un momento, solo para mirarla corriendo por la orilla del lago! Sin embargo, a pesar de todo, Jesús tiene misericordia de ellos y no huye: les enseña, los sana y luego hace el milagro de alimentar a los 5.000+.
Enseguida, Jesús envía a los Doce en la barca, y despide a la multitud, y finalmente, sube a la colina para orar solo, hasta la “cuarta vigilia” (hasta 3-6 am). Y es así como, Jesús ve a sus discípulos, luchando contra el viento, y se dirige hacia allá, para estar con ellos, andando sobre del agua.
Contando, lleva casi 24 horas sin dormir, y recordemos que Jesús vivió con todas las condiciones de un ser humano, sin utilizar poderes especiales como algún “Superman”.
Esta suma de eventos me proporcionan varias lecciones:
Es importante descansar y enseñar, pero es más importante vigilar y orar. El ministerio de Jesús es un ministerio saturado con oración; igual el de los Doce en Hechos 6:4 – “Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra.” No es suficiente tener oraciones de “calidad” – la cantidad también importa. Además, es legítimo y recomendable buscar soledad para orar, a pesar de nuestro, saturado, calendario. Conocer la voluntad de Dios y no perderse inmerso en el servicio, también es un reto. Se necesitan tiempos de reposo, soledad, ayuno, oración, lectura de la Palabra, meditación, humildad, reflexión y transformación.
Aunque estemos cargados de sufrimiento emocional, somos sanadores y maestros del rebaño. Me acuerdo de un momento en mi vida, hace muchos años, cuando recibí la noticia de que mi padre estaba a punto de morir, yo tenía que ir a su encuentro, y el vuelo salía unas horas más tarde. Pero primero, con apoyo de mi asistente, fui para enseñar una clase sobre las cartas de Pablo.
Aún cuando tengamos nuestras preocupaciones, somos responsables de cuidar a nuestros compañeros. No podemos sentarnos en paz sobre la montaña, mientras ellos están luchando en su barca en contra del viento y con falta de fe.
Jesús salió de la barca, y encontró a la multitud, una vez más, demasiado demandante. En esa situación, es probable que a mí, me hubiera sobrepasado. No obstante; perder la paciencia con los corderos, nunca es una opción.
Finalmente, hay un punto que también me afecta de manera muy personal, se trata de que yo disfruto sumamente la privacidad, la soledad y también de la incomunicación. Cierto que estos son derechos legítimos para obtener momentos de paz, descanso y oración, que recomiendo a todos. Sin embargo, es imperativo balancear esta necesidad con nuestro compromiso con el rebaño, con sus temores y sus necesidades.
Busquemos siempre que Dios nos dé la fortaleza para vivir como hizo nuestro ejemplo, Jesucristo.
“Cuando el líder quiere descansar, y no puede,” por Gary Shogren, PhD en Exégesis del Nuevo Testamento, Profesor en Seminario ESEPA, San José, Costa Rica