El Día de la Reforma conmemora la acción de Martin Lutero en clavar las noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg el 31 de octubre 1517.
Como consecuencia vinieron los eventos que ocurrieron poco más de tres años después.
En enero de 1521, el Papa León X excomulgó a Lutero y lo exhortó a defender sus creencias ante el emperador del Sacro Imperio Romano en una dieta imperial de Worms. Cuando la dieta se llevó a cabo ese abril Lutero, no se paseó como un hombre seguro en Worms. El primer día estaba tan intimidado que sus declaraciones apenas podían entenderse. Lutero tenía razón para tener miedo, porque había planes para desterrar a Lutero del imperio (o peor) si el no retractaba de sus libros.
El interrogatorio no fue de pocas palabras, pero al final Lutero resumido con valor, concluyendo con estas famosas palabras: “Mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. Por lo tanto no puedo y no voy a retractarme, porque ir en contra de mi conciencia no es seguro ni saludable. No puedo hacer otra cosa, aquí estoy, que Dios me ayude. Amen.”
El 26 de mayo de 1521, el emperador dictó su decisión. Lutero iba a ser colocado bajo “la prohibición y la doble prohibición.” El Edicto de Worms instó a los hombres y mujeres del imperio “a no permitir entrar al mencionado Martin Lutero en sus casas, no lo recibáis en la corte, para darle comida ni bebida, no para ocultarlo, ni le provean ninguna ayuda, no lo sigan, apoyen o alienten, ya sea clandestinamente o en público, a través de palabras o de obras. En cuanto pueda atraparlo, agarrarlo y dominarlo, debe capturarlo y enviarlo a nosotros bajo la más estricta seguridad.”
Sin embargo Lutero viviría para ver otro día. . . . . .y otro. . . . . .y otro. . . . . , maniobrando para escapar de la trampa imperial, a veces de manera espectacular. Pero Lutero no sabía nada de eso cuando tomó su famosa posición en Worms. Lo que sí sabía era que él estaba dispuesto a soportar la expulsión y enfrentar el daño corporal grave por causa de su conciencia.
Y no “conciencia,” como un cierto sentimiento liberado, autodirigido y autónomo. Sino una conciencia “cautiva a la Palabra de Dios.” No es una exageración decir que la historia de la Reforma, la historia de Alemania, la historia de Europa, la historia de la Iglesia, y de hecho la historia del mundo se ha cambiado porque Martin Lutero negó a hacer y decir lo que sabía en su cabeza y en su corazón que estaba mal.
Como cristianos, nosotros no pensamos en el significado de nuestra conciencia tanto como deberíamos. Por supuesto, la conciencia no es infalible. Puede ser mala (Hebreos 10:22), cauterizada (1 Tim. 4:2), contaminada (Tito 1:15), o débil (1 Cor. 8:7). Pero eso no nos permite hacer caso omiso de nuestra conciencia. Hay más de una docena de ocasiones en donde el Nuevo Testamento hace una referencia positiva al testimonio de la conciencia.
Por ejemplo:
Hechos 23:1 “Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Hermanos[b], hasta este día yo he vivido delante de Dios con una conciencia perfectamente limpia.”
Romanos 9:1 "Digo la verdad en Cristo, no estoy mintiendo, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo."
2 Corintios 1:12 a “Porque nuestra satisfacción es ésta: el testimonio de nuestra conciencia.”
2 Timoteo 1:3 “Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados.”
Hebreos 13:18 “Orad por nosotros, pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando actuar honradamente en todas las cosas.”
La conciencia no es el último juez y parte en los asuntos del corazón, pero es uno de los testigos más importantes para llevar al estrado. La conciencia-como la facultad dentro de los seres humanos, que evalúa lo que está bien y lo que está mal-está destinada a ser, como los puritanos lo afirmaron: “el espía de Dios y supervisor del hombre.” Es nuestro abogado acusador, sacando los delitos y produciendo culpabilidad. Y no menos importante, la conciencia es nuestro abogado defensor, lo que ayuda a enfrentar las falsas acusaciones y calumnias del maligno (Rom. 2:14-15).
Tener conciencia es una marca de ser un adulto sensible, como uno (utilizando el lenguaje bíblico) que conoce la mano derecha de su izquierda. La conciencia es lo que nos diferencia de los animales, por lo que Pinocho se convierte en una bestia cuando se hace caso omiso de su conciencia y persiste en el engaño. La conciencia es indispensable para ser un ser humano que vive la buena vida, disfruta de la paz con Dios, y vive una vida agradable a Dios.
En un día en que se nos anima a hacer lo que se siente bien, en un día donde una brújula moral se piensa que es mojigata y estrecha, en un día en que el Estado no piensa nada en pisotear la libertad de las conciencias, haríamos bien en recordar el ejemplo de Lutero y recordar lo que dice la Biblia.
Hechos 24:16 “Por esto, yo también me esfuerzo por conservar[a] siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres.”
1 Tim. 1:5 “Pero el propósito[a] de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera.”
1 Pedro 3:16 – " teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo.”
Si está atrapado en el pecado y su conciencia le acusa, vuélvase de la iniquidad. Si está siendo herido violentamente con su pesar por los errores del pasado y delitos, corra hacia la cruz. Y si usted se enfrenta con la decisión de seguir al mundo y obedecer a su conciencia, ore por el mismo valor que descendió sobre Lutero en Worms.
“La conciencia es ya sea el mejor amigo ó el enemigo más grande en el mundo.” Dijo Richard Sibbes una vez. No hay amigo como una conciencia limpia y no un enemigo como una conciencia haciendo el trabajo que Dios le ha dado. Apártase del pecado y vuelvase a Cristo. Defienda su posición. Póngase de rodillas. Sea cautivo a la Palabra de Dios y gloríese en vuestra conciencia.
Por Kevin DeYoung