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ESPIRITISMO Y/O DOCTRINA DE DEMONIOS EN LA IGLESIA? PROFETA IMPARTE A RUDY GRACIA LO QUE TIENE QUE H

En estos tiempos de confusión mundial, desorientación, impotencia, decadencia moral y potente seducción en todos los ámbitos de la vida pública, el ocuparse precisamente de estos mismos problemas también dentro del sector cristiano, es posiblemente una de las tareas más lamentables e ingratas que existe en la iglesia de Cristo.

Con todo, no podemos eludir esta rama amarga del testimonio, al ver por las palabras de los apóstoles y especialmente en las epístolas a los corintios la necesidad de este ministerio de advertencia. El príncipe de este mundo, Satanás, no sólo quiere mantener firme en sus manos su poderío y extenderlo si es posible, no, quiere además propagar su influencia y ejercerla también en la iglesia de Cristo. Después de haber logrado dividir la cristiandad en más de 2000 creencias y sectas, ahora ha iniciado el ataque general contra la iglesia de Cristo, la manada pequeña. Bajo el pretexto de suscitar una nueva primavera del Espíritu, la ola pentecostal-carismática penetra de manera torrencial en congregaciones, grupos y reuniones hogareñas; y, lamentablemente, está teniendo éxito por la desprevención, en parte genuina y en parte simulada, de muchos hermanos responsables.

Después de haber quedado al descubierto los resultados habituales (disensiones entre hermanos, incertidumbre, nuevas separaciones en las asambleas; por nombrar ahora sólo unos cuantos), aumenta la resistencia de miembros que lentamente se han ido despertando en las iglesias. Los círculos pentecostales reaccionan a su manera. Es su derecho defenderse contra ataques injustificados, de, por ejemplo, adversarios que propagan la crítica bíblica. Pero si los opositores son de entre sus mismas filas conociendo bien las estructuras internas y la forma de pensar del movimiento pentecostal, a la verdad, es comprensible su irritación; pero su modo de defenderse, es muy cuestionable. Aquí en vez de desprestigiar y calumniar al otro, y en lugar de restarle importancia al problema y justificarse obstinadamente, deberían mejor considerar a fondo las reprobaciones y analizar de manera sobria y objetiva los argumentos, entonces será posible el diálogo entre las partes en desacuerdo, cuya ausencia una y otra vez se ha deplorado.

Nadie discute el amor que los pentecostales tienen hacia Jesús, tampoco su celo por el evangelio, aunque este celo a veces nace más de su propia sed de experiencias que de un llamamiento genuino al ministerio.

De ninguna de las maneras "envidiamos" sus "dones y poderes" y su éxito, como suponen y tratan de hacer ver a los recién llegados a sus filas, antes bien, nuestras dudas resultan de comprobaciones y hechos generalmente conocidos frente a los cuales, sin embargo, nuestros hermanos pentecostales parecen estar ciegos, por ejemplo: el cambio extraño de la persona en su ámbito psíquico una vez que el espíritu del movimiento pentecostal le ha prendido. Mientras que el Espíritu Santo cuando mora en nosotros da forma a la "nueva criatura" (2 Co.5:17), la obtención pentecostal de dones, en cambio, obra en muchos un nuevo sentimiento carnal de valor propio, que frecuentemente implica que la persona actúe como si tuviese especial autoridad. Estas cosas que suceden y que observamos con dolor, no se pueden arreglar con un par de versículos sacados de su contexto, ni haciendo referencia a la debilidad de la carne de los "niños en Cristo". El mero hecho de que niños se comporten como los mayores ya es una pena.

Lejos está de nosotros negar que nuestros pentecostales tienen al Espíritu Santo, puesto que nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo (1 Co. l2:3). Pero el Espíritu Santo nunca obra pareciendo inoportuno y causando aversión y daños como vemos que a veces ocurre en ciertos ámbitos de los círculos pentecostales. Dondequiera que las renovaciones carismáticas irrumpen, el observador sobrio advertirá estas tendencias lamentables.

El discurso de Jesús sobre el tiempo del fin de Mateo 24 y Lucas 21 surgió por la unión de los discípulos al templo israelita. Orgullosos le mostraron a su Señor el edificio del templo. Entonces Él tuvo que sacarles de sus conceptos erróneos: Del templo, y análogamente de las ideas religiosas de los discípulos, no quedaría piedra sobre piedra, que no fuera derribada. Esto, dicho sea de paso, es válido para todos los "edificios" y conceptos religiosos que no estén comprendidos en el plan y orden divino de salvación de las Sagradas Escrituras. A la pregunta de los discípulos asombrados: "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?", el Señor contesta: "Mirad que nadie os engañe... Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos" (Mt. 24:3,4,11).

Una seducción de grandes dimensiones es, pues, señal precursora de Su segunda venida.

Parecidos son los preliminares que motivaron al apóstol Pablo a pronunciar las palabras proféticas importantes de 2 Tesalonicenses 2. También Pablo tuvo que sacar a los tesalonicenses de sus ideas equivocadas y expectativas erróneas. Circulaban cartas y palabras de Pablo falsificadas dando a entender que el día del Señor ya había llegado. Pablo toma muy en serio las interpretaciones engañosas y repite las advertencias del Señor Jesucristo: "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición" (2 Ts.2:3).

Una seducción mundial potente, unida a una apostasía, es, por lo tanto, una señal predominante en la fase final anterior a la segunda venida del Señor. Ningún avivamiento mundial genuino, sino la apostasía por medio de la seducción y el aumento de la maldad (Mt. 24:12) son la señal del tiempo.

Desde hace muchos años crece mi convicción de que ya muy pocos hermanos responsables ven claramente el peligro de seducción en el que se encuentra hoy la iglesia, y si lo ven, no lo toman muy en serio. La infiltración más o menos secreta de enseñanzas místicas a través de varias décadas ha causado en muchos creyentes una inseguridad paralizadora frente a las tendencias seductoras y ha hecho que se acostumbren a ellas, lo cual ahora permite la entrada tan sin estorbo del espíritu de engaño en nuestras iglesias. Las causas son numerosas y de varias categorías. Nombraremos sólo 3 brevemente:

• La inobservancia de los principios divinos de la gracia. La naturaleza de Dios, su amor, su misericordia, su justicia y su voluntad de salvar y rescatar han permanecido iguales en todas las épocas de gracia, pero su manera de actuar para conseguir el objetivo se ajusta a los principios de la época de gracia correspondiente. No nos es lícito mezclar las características de las distintas dispensaciones (del gr. oikonomia: «administración, mayordomía, orden»; bibl.: «principio de salvación, plan de salvación»). Dios obraba diferente durante el tiempo del diluvio que durante el tiempo de Moisés, y obró diferente durante el tiempo de los apóstoles que después. Tomemos como ejemplo Hechos5:l-10, hoy un mentiroso no cae muerto al suelo.

Para reconocer las diferencias en la forma de obrar de Dios en las distintas edades de gracia, muchos conocedores de la Biblia se sujetan a 2 Timoteo 2:15, a la llamada «división de las Escrituras»: "...que traza bien la palabra de verdad" (trazar: «cavar la línea», W. MacDonald, Comentario al NT p.1101). Hoy no podemos esperar una revelación divina como las que le fueron dadas a Moisés, por ejemplo, durante la dispensación de la ley; y cualquier revelación divina quedó concluida definitivamente cuando Dios envió a Su Hijo y las escrituras del Nuevo Testamento fueron completadas (He. 1:l, 2; Ap. 22:18).

• La falta de amor a la verdad. La segunda carta a los tesalonicenses nos nombra la consecuencia de ello en el capítulo 2, versículos 10 y 11: "... por cuanto no recibieron el amor de la verdad... Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira". Los errores los envía Dios como juicio, cada seducción mística; por lo tanto es "un juicio en la casa de Dios" (1 P. 4:17). "Amor a la verdad" no es un amor a Jesús poco específico con emociones extáticas, sino amor a la verdad es amor a la Palabra de Dios escrita y tiene como consecuencia la entrega de todos los ámbitos de nuestra vida a Jesús, el Señor, de acuerdo con Lucas 8:21 y 1 Juan 2:3-6.

• Coquetear con la experiencia transcendental. Esto parece estar de moda hoy en casi todas las iglesias, congregaciones y círculos: esa "nueva espiritualidad", que nos es ofrecida como conquista carismática.

El espiritualismo, la forma religiosa y crítica del espiritismo, parte de la suposición que una persona con "poderes"sensitivos mediales, tiene percepciones del mundo de la luz y del de las tinieblas, y que tiene poder para conseguir saber de misterios de este mundo y del más allá. Esto es precisamente lo que piensan también los carismáticos, y fracasan creyendo que las facultades propias de un médium como tales pueden ser neutrales y que ellos se encuentran con ello sobre fundamento divino. Pero en el trato con el mundo de los espíritus no hay neutralidad alguna. El que busca conexión con poderes cósmicos, al cabo de poco o mucho tiempo, llegará a ser un engañado por los espíritus que inducen al error y un esclavo de los poderes de las tinieblas, como ha quedado ya amargamente demostrado demasiadas veces. Volveremos sobre esto cuando tratemos Trastornos del alma. Pero aquellos incorregibles predicadores de espíritus no pueden ser convencidos. Siguen intentando distinguir entre manifestaciones de un mundo de espíritus bueno y con buenas intenciones para nosotros, y uno bajo y malo, o, en el sector cristiano, dicen que sus revelaciones y visiones son del Espíritu Santo. Kurt Hutten escribe: «Muchas veces se hace distinción entre 'espiritismo' y 'espiritualismo', aunque la línea divisoria entre las dos no se pueda definir claramente. Para el espiritismo la tarea principal consiste en probar la existencia real de los espíritus y de la vida después de la muerte; lo prueba por los fenómenos observados y los transmite a otros. El espiritualismo, en cambio, se dedica a la exploración del mundo transcendental y la relación que éste tiene con el mundo visible; la fuente de donde saca sus conocimientos son las manifestaciones de los seres espirituales» (K. Hutten, Seher, Grübler, Enthusiasten, 12. Aufl., pág. 724).

Y hay quien además quiere distinguir entre espiritismo "serio" y espiritismo "vulgar". Con motivo de las hechicerías del médium Carlo Mirabelli, Kari Heim, teólogo de Tubinga, atribuyó al espiritismo "serio" una "importancia mundial" contra el materialismo dialéctico (Hutten, pág. 726). Sobre el espiritismo "vulgar" escribe Hutten: «Movilizan ideas de la superstición primitiva. Pueden producirse graves daños psíquicos e incluso posesión demoníaca» (pág. 724).

¡Cómo se parecen los cuadros! Las "revelaciones" espiritistas o espiritualistas son tan similares a las de la literatura actual carismática, que es obvia la conclusión que estas inspiraciones tienen raigambres comunes.

Una de las vías principales de infiltración en la iglesia de Cristo es, según mi experiencia, la inundación con literatura pentecostal o carismática. Tanto los fascinantes "libros de milagros" de las estrellas pentecostales, como también los productos más moderados de carismáticos "serios" o secretos se leen de buena fe o desprevenidos también en círculos de iglesias sobrias donde se lo pasan los unos a los otros. De esta manera se infiltra fácilmente el pensamiento seductor de los espíritus. Por estas aguas turbias navegan también, lamentablemente, autores de buena reputación. Además se realizan seminarios y congresos y más de un expositor invitado esparce y entremezcla en muchos lugares sus enseñanzas erróneas correspondientes. A esto hay que añadir las producciones dudosas, bello-espantosas de la llamada "investigación psi", que, entre otras cosas, publica sus resultados parapsicológicos y experiencias de un cierto grupo de personas que creen haber "experimentado" la muerte y vuelto otra vez a la vida. Estos son especialmente los libros de Kübler-Ross, R.A. Moody, J. Snell, J.C. Hampe, por nombrar sólo unos pocos.

Mientras que los representantes extremos del primer grupo, en contra de lo que dice la Biblia, llevan a la iglesia de Cristo al camino triunfal de un cristianismo de júbilo antibíblico, la otra forma de seducción pretende restarle importancia a la muerte. Presentan a la muerte como amiga y libertadora. Sin Jesucristo, sin arrepentimiento, sin conversión, sin renovación en el espíritu quieren hacer creer en una vida eterna feliz. Ambas cosas son engaño y seducción de lo peor.

Alguien se expresó una vez de esta manera: Antes el diablo venía con el tableteo de sus chanclos de madera, hoy ha aprendido y usa zapatillas de fieltro. Así ha penetrado como mosquita muerta en casi todas las asambleas, iglesias independientes y congregaciones. Con el eslogan "renovación de la iglesia" se aceptan o incluso se introducen y entrenan hoy carismas como presuntamente idénticos a los dones de inspiración de los primeros cristianos. De esta manera el movimiento pentecostal ha experimentado una revalorización y un reconocimiento de parte de grupos destacados. Evitando las manifestaciones demoníacas abismáticas, se quieren hacer utilizables para la vida de la iglesia las caras positivas de este movimiento. Pero un error no se hace aceptable y admitible por frenarle, acicalarle y encarrilarle por caminos ordenados. El espíritu carismático no deja de ser lo que es, lo mismo da que se presente con orgullo desmesurado sectario o con la aureola de legalidad de las iglesias estatales o independientes y congregaciones. Un error moderado no deja por ello de ser un error. Por medio de un mecanismo eclesiástico de orden que recorta solamente algunas ramas irregulares del espíritu carismático, no se puede conseguir que el Espíritu obre en el sentido bíblico.

Un sentido del derecho pervertido suele legalizar la injusticia y la inmoralidad. Así ocurre también en lo espiritual. Los que están demasiado precipitadamente a favor de este movimiento, en el fondo, sólo demuestran que les falta la capacidad de discernimiento espiritual o que ellos mismos ya son víctima del engaño de los espíritus de los últimos tiempos.

Intentar hoy, por las razones que sean, justificar, defender o declarar como derramamiento prometido del Espíritu Santo al espíritu de error del movimiento pentecostal, es tener una concepción desfigurada de la Biblia y de lo que es la iglesia, y poseer información insuficiente acerca de las consecuencias reales que trae un cristianismo entusiasta.

El que otros grupos hayan tenido experiencias menos extremadas, no dice nada sobre los motivos efectivos de este movimiento. El espíritu que obra en él es el mismo, solamente que las fases de su puesta de manifiesto son distintas en cada caso. El que cree tener que ser tolerante por amor a la paz, se engaña a sí mismo y a los demás. Hay muy poco camino entre el observador tolerante o interesado y la víctima engañada, y: El amor verdadero siempre va unido con la verdad.

Completamente diferentes son las instrucciones verdaderamente divinas de las Escrituras, cualquiera las puede consultar por su propia cuenta. Hay que retener sobre todo una cosa: con el Apocalipsis o la revelación de Jesucristo, libro explícitamente profético del Nuevo Testamento, queda concluido el testimonio profético para la Iglesia (Ap. 22:18,19). A partir de ahí lo que hay es sólo exposición de la Palabra o profecía falsa. Antes de tratar Trastornos del alma como resultado de una religiosidad oculto-mística, quiero tomar y aclarar aún una afirmación especialmente grave de entre los muchos elementos de las enseñanzas carismáticas que oprimen el alma. Es el acusar a los que rechazan los dones carismáticos de entristecer e incluso blasfemar contra el Espíritu Santo.

Este pensamiento puede acarrear conflictos inmensos, quitarle la paz y oprimir fuertemente el alma del hijo de Dios.

¿Existe el peligro de blasfemar contra el Espíritu Santo por rechazar las prácticas carismáticas?

Una de las tentativas de intimidación más brutales es afirmar presuntuosamente que aquel que tenga la osadía de atribuir a otros poderes y no al Espíritu Santo las manifestaciones sobrenaturales en el sector pentecostal-carismático, comete el pecado imperdonable de blasfemar contra el Espíritu Santo. En un tratado de la Internationale Zigeunermission (misión internacional entre gitanos) de Karlsruhe, leemos lo siguiente que coincide exactamente con esta devisa: «...El que premeditadamente y por pura envidia y celos tacha de diabólicas a las manifestaciones del Espíritu Santo en la vida de los hijos de Dios, comete el pecado contra el Espíritu Santo. De manera que este pecado, el más grave de todos los que una persona puede cometer, se comete con la lengua, el mal irrefrenable lleno de veneno mortal. Por eso es muy peligroso juzgar y sospechar constantemente de otros hijos de Dios y congregaciones diciendo que tienen un espíritu malo... Sin tomar en cuenta la Palabra de Dios, estos "maestros" quieren saber a ciencia cierta que son espíritus seductores los que están obrando. Solamente por el mero hecho de que ellos mismos no han hecho estas experiencias que están perfectamente de acuerdo con el testimonio de las Sagradas Escrituras, pronuncian la sentencia: '¡Cuidado, espíritu carismático! ¡Espíritu de abajo!' Con ello suscitan terror al diablo en innumerables almas... La consecuencia de esta propagación de pánico es que muchos no entrarán en el reino de los cielos...»

Bueno, ya conocemos esta gaita amenazadora con sus incontables variaciones. El carismático responde con amenazas de juicio, escondidas o abiertas, cuando no se reconocen sus dones de revelación y sus milagros de sanidades. De esta manera produce un grave conflicto de conciencia en el creyente inseguro o poco conocedor de la Biblia. Por todos los medios quiere impedir el deber de probar basado en la Biblia. Pero estos hermanos errados cometen con ello una irreflexión fatal. Sabemos que la blasfemia contra el Espíritu Santo iba relacionada con la acusación de que Jesús tenía un espíritu inmundo (Mr. 3:30) y que este pecado era el que cometían los enemigos de Jesús, los fariseos e intérpretes de la ley, al decir que las señales y milagros que él, JESUCRISTO mismo, hacía en presencia de ellos los hacía por poder de Beelzebú, conociendo las Escrituras como las conocían. Es insostenible el hecho de trasladar esta situación directamente a las circunstancias de los últimos tiempos, como lo hacen hoy desenfadadamente los pentecostales y carismáticos, pues ni el asunto ni la lógica espiritual ofrecen motivo y ni mucho menos una justificación para ello. Y es que las manifestaciones del ámbito transcendental no son ya pruebas del obrar divino y espiritual, desde que por las advertencias del Señor Jesucristo y de los apóstoles (Mt. 24; 2 Ts. 2) tenemos que contar con señales y prodigios mentirosos. Aún los "éxitos" al reprimir y expulsar los demonios "en el nombre de Jesús" no son una garantía, como debemos aprender seriamente de Hechos l9:13-16 y Mateo 7:22. (Referente a la prueba del mesiazgo de Jesús y sus milagros lea Is. 42:7, 61:1-2 con Lc. 4:18; Jn. 9:32).

Es imposible que hijos de Dios que creen en el Señor Jesucristo puedan cometer el pecado contra el Espíritu Santo: ellos aman a su Señor y saben que todas las señales y prodigios que la Biblia nos transmite las hizo por el poder de Dios. ¿Cómo podrían entonces los que obedeciendo al mandato de la Biblia de probar las cosas, dado por el Espíritu Santo, entristecer al Espíritu Santo o acaso blasfemarle con sus dudas justificadas referente a ciertas manifestaciones? Porque podría darse el caso inverso de que aparentes milagros, mentiras y seducciones obradas por fuerzas y poderes cósmicos engañosos sean una falsificación con el fin de hacerlos pasar como "dados por el Espíritu Santo". El campo de trabajo de nuestros "milagreros", que actúan descuidando de manera condenable las condiciones de los distintos tiempos de gracia, está demasiado cerca de la esfera de las prácticas y manifestaciones ocultistas de sugestión, como para que pudiéramos prescindir de un examen general. Por lo demás, la verdad espiritual no se mide por el éxito o lo espectacular que sea, sino por las afirmaciones proféticas de la Biblia. Usar el pecado de "blasfemar contra el Espíritu Santo" como amenaza y medio de presionar y como justificación propia es una insolencia con la que, en definitiva, el espíritu de error se desenmascara él mismo.

Conozco a un pastor que fue a visitar a un paciente en una clínica psiquiátrica. Después de haberse presentado, el director que le recibió le dijo lo siguiente: «Usted es pastor, ¡tenga cuidado de no mostrarse piadoso aquí, pues sepa que el 90 por ciento de todos los pacientes son religiosos trasroscados procedentes del movimiento carismático y de los pentecostales!»

Esto es un indicio conocidísimo y señalado, lamentablemente, del espíritu de error seductor de nuestros días. No obstante, quiero destacar con toda claridad que el presente estudio no trata de las neurosis y psicosis originadas por motivos orgánicos que naturalmente requieren un tratamiento médico. Aquí estamos hablando solamente de los trastornos espirituales y mentales causados por enseñanzas espiritistas o pseudo-cristianas, revelaciones místicas o terapias dudosas.

Tenemos que aprender a reconocer los peligros que están en un segundo plano, aunque los científicos no cristianos (o cristianos) presenten sus intereses de manera positiva. Así, por ejemplo, debería alarmar a cualquiera lo que dice el profesor y médico J. H. Schultz, fundador del entrenamiento autógeno, en su manual (que presenta muchos paralelos con los fenómenos carismáticos, y esto es para asustarse): «No podemos tratar aquí las experiencias similares que producen las intoxicaciones, observadas por Mayer-Groß y Stein en sus estudios sobre la mezcalina» (estudios sobre estupefacientes); «baste indicar de un modo general que durante el entrenamiento autógeno se producen manifestaciones idénticas a estos cambios orgánicos tóxicos...» (pág. 41) «De acuerdo con esto, dice Leuba: '...posteriormente, los estupefacientes que se usaban para provocar los santos éxtasis se sustituyeron por otros medios físicos y psíquicos. La técnica del yoga, para entrar en el nirvana, ya no depende de estupefacientes. Es el eslabón entre el delirio del salvaje causado por sustancias tóxicas, y el método psíquico del místico cristiano.' Por algo hemos comparado nuestra terapia del nirvana con el uso psíquico de estupefacientes» (pág. 261).

A los escépticos se les quiere convencer de la eficacia del entrenamiento autógeno por medio de experimentos con el péndulo o caídas espontáneas hacia atrás, ¡con experiencias entre el asustarse y el sentirse a gusto, con hacerles flotar, soñar y "experimentar" el estar completamente absortos (pp. 142-150)! (¡Compárese esto con los relatos sobre el bautismo en el Espíritu en círculos carismáticos!) Schultz indica también que existe un paralelismo con las técnicas respiratorias practicadas en el budismo y los ejercicios jesuitas católicos (Ignacio de Loyola). Wilhard Becker, el iniciador del movimiento bautista Rufer (Pregonero), en su libro Nicht plappem wie die Heiden (No uséis vanas repeticiones, como los gentiles), pág. 145, aconseja, pues, usar la técnica de una "oración respiratoria", como "oración-Jesús" de las iglesias del Este. ¡La Cruzada Estudiantil para Cristo en uno de sus cuadernos muy difundidos enseña una variación de esa oración respiratoria para conseguir una confesión de pecado y que el Espíritu Santo llene de nuevo a la persona! (Pág. 14 en Das vom Heiligen Geist erfüllte Leben, [La vida llena del Espíritu Santo]). En su libro Psychologie contra Seelsorge? (¿Psicología contra consejería espiritual?), pág. 164 ss., Michael Dietrich aconseja encarecidamente el entrenamiento autógeno, ya que está convencido de poder separar estas técnicas de su trasfondo pagano; lo mismo hacen los autores del libro Seelische Krankheiten - Heilung und Heil, Gedanken von Ärzten der Klinik Hohe Mark (Trastornos del alma - curación y salvación, reflexiones de médicos de la clínica Hohe Mark), pág. 85.

Lo que a muchos les parecerá ser, en un principio, un ejercicio de relajación inofensivo, aliñado a lo cristiano y occidental, tiene trasfondos y metas oculto-místicas, aunque los que los enseñan o aprenden no sean conscientes de ello, ni siquiera cuando hablan de "meditación" y "estado de conciencia elevado".

¿Y seguimos asombrándonos de que tantas personas enfermen en su alma por estas prácticas? Schultz mismo describe extensamente «trastornos frecuentes durante el transcurso corriente» (pág. 139); al lado de éxtasis místicos con sensaciones de felicidad desbordantes, hay pesadillas, dolor de cabeza (pág. 166), miedo, depresión, etc. (pág. 202). ¡Por una parte, el entrenamiento autógeno quiere tratar estos síntomas, por otra, los provoca! Es significativo lo que Schultz escribe al respecto: «Las posibilidades bosquejadas, naturalmente, sólo dan una cierta orientación sobre los trastornos y problemas más frecuentes que aparecerán una y otra vez durante el trabajo general. Esto no afecta el hecho de que cada caso implica elementos de trastorno individuales...» (pág. 176).

¿Por qué motivo hay tantos, incluso hijos de Dios sinceros, que se dejan seducir por toda dase de caminos místicos? Es una pregunta que está ocupando a muchos y con la que me veo confrontado siempre de nuevo cuando me encuentro con cristianos serios. El hecho abatidor de que también "hermanos firmes" de círculos sobrios son vencidos por este espíritu fascinante, prohibe dar una respuesta precipitada. No queremos culparles de hacerlo por motivos carnales, como revalorización personal por dones especiales, señales y milagros. Posiblemente sea por reconocer una falta de viveza en su propia fe y en la vida de su iglesia al compararse ellos mismos y su iglesia con el notable auge en círculos avivados pentecostal o carismáticamente.

Pero siempre está implicado un buscar o exigir más de lo que Dios nos comunica en su Palabra escrita. El ansiar un Más es avaricia espiritual y la avaricia es idolatría (Col. 3:5). Después o junto con un entusiasmo vivido eufóricamente, muchas veces se hace notar una altivez progresiva patente que mira despectivamente a los creyentes de la congregación "espiritualmente faltos" y a los que no han sido dotados de esa "gracia", e intentan con afán misionero ganarlos para estas nuevas experiencias, indicándoles que todavía no están lo suficientemente "cerca de Jesús" y diciéndoles que es que tienen temor a lo que el Espíritu Santo les quiere otorgar, para poder llevar a cabo mejor su "servicio para el Señor", culpándoles además de tener miedo a trabar nuevos contactos, debiendo ya saber que a los creyentes nada les puede pasar (si esto fuera así ¿por qué hay tantas advertencias en las Escrituras avisando del peligro de seducción?) Después de cierto tiempo sus palabras van siendo más fuertes, pues hablan de la "envidia del que no tiene esos dones", de "resistir al Espíritu Santo" e incluso llegan a reprocharle que "blasfema", como ya hemos explicado. Con la autoconfianza obtenida por influencias carismáticas, no todos, pero muchos dejan atrás el camino humilde de la cruz.

Por eso no me impresionan las listas fanfarronas de éxitos de las distintas iglesias pentecostales ni las cifras de crecimiento imponentes que presentan, cosa muy corriente en este movimiento. Más bien me conmueven las tristes consecuencias en la base, por ejemplo, la tragedia de los muchos que no son sanados y los desesperados, cuya vida en la fe ha sido profundamente sacudida o ha sufrido un trauma casi incurable. Me afecta la angustia manifiesta o secreta de los seducidos que sufren después neurosis y manifestaciones demoníacas directas y que quedan desamparados por los que les han causado esos males.

Las "explicaciones" respecto a estos hechos que da una carismática de primer orden, demuestran, por una parte, la frecuencia de estos casos trágicos y por otra, son un ejemplo de los conceptos en parte completamente antibíblicos en estos círculos. En un cuadernillo publicado por la Comisión de coordinación para la renovación carismática de la iglesia dentro de la iglesia evangélica (A. Bittlinger/W. Kopfermann) dice: «Aquellos que en su entusiasmo imponen las manos a otros sin ninguna clase de preparación, probablemente no saben que mientras que unos son bendecidos con ello, otros quedan confusos y con depresiones. Lo sé, porque a menudo recojo del suelo a esos destrozados... El Espíritu Santo seguramente podrá obrar con su fuerza sanadora y equilibrar de nuevo el psique de algunas de esas personas cuyo carácter y nervios estén sanos. Pero no lo puede hacer con los que espiritualmente no estén tan estables, y con imponer tan precipitadamente las manos a otros, tenemos nosotros la culpa de este dilema» (Agnes Sanford, Charisma und Kirche, Heft 2, pág. 22/23).

Dos características agravantes de las actividades pentecostal-carismáticas se imponen al observador sobrio y crítico: la tendencia manifiesta de causar separaciones al entrar en iglesias y congregaciones y el que de repente "sea necesario" un despliegue inquietante de prácticas exorcísticas. He tardado casi dos décadas en reconocer los nexos. Al principio me asombraba y admiraba a los hermanos tan "dotados de poder", a los que se les había concedido tanta autoridad sobre los espíritus. Pero después me he preguntado por qué razón había que luchar tanto con ese exceso de demonismo precisamente en círculos pentecostales (¡en otras iglesias bíblicas las irrupciones demoníacas no ocurren!), hasta que mi esposa y yo, junto con otros hermanos, tuvimos que reconocer por medio de experiencias lúgubres, que hay una relación directa entre la enseñanza, la práctica y las manifestaciones demoníacas. No puedo decir con seguridad si los líderes responsables de grupos pentecostales moderados son conscientes y han oído de esto, tengo la impresión de que se está intentando ocultar mucho en este ámbito. Los que aceptan la tendencia carismática moderna de nuestros días ya están infectados y han perdido la visión bíblica clara.

Cuando aparecen manifestaciones paranormales, es decir, que no son naturales, solamente muy pocos de los afectados buscan las causas seriamente y se reprueban a sí mismos. Normalmente prefieren ir inmediatamente a un consejero (posiblemente carismático) o psicólogo, que proceder a analizar sobriamente la propia conciencia y el pasado personal. Pero no necesitamos ligarnos a personas, sino un compromiso sano con Cristo. Hay muchas cosas que podríamos arreglar directamente entre Dios y nosotros, si hubiera una relación bíblica clara entre Él y nosotros. Dios mismo ha posibilitado esta relación al hacernos saber por su Palabra que si nos arrepentimos, en Cristo nos son perdonados nuestros pecados y maldad (1 Jn. 1:9).

El motivo principal de que la vida de fe tome un curso poco claro y opresivo para el creyente, según mi experiencia y observación, es una ligadura ocultista, que en su conversión y entrega a Cristo no ha sido descubierta y de la cual, por lo tanto, no se ha podido arrepentir ni apartar. En el momento que llega a ser consciente, por ejemplo, de una superstición o un pecado del ámbito de la magia (echar las cartas, interpretación de sueños, interés por los horóscopos, etc.), el creyente puede arrepentirse de ese camino errado y desprenderse conscientemente de ello delante de Dios en oración. En ese mismo momento tiene el perdón. Si permanece una inclinación hacia estas cosas prohibidas por Dios (Dt. 18:10; Hch.16:16), puede ocurrir que aún después de la conversión, Satanás reclame sus derechos. NO es preciso necesariamente hacer la renuncia en presencia de una persona, aunque puede ser de ayuda para personas que por naturaleza son temerosas. El conservar una fe en lo oculto aumenta el peligro de que se den depresiones inexplicables, incidentes místicos o manifestaciones de posesión demoníaca patentes.

Siempre es difícil encontrar la salida de las complicaciones, porque los poderes de las tinieblas no solo oprimen el alma, sino que también turban la mente. Pero aún en esa condición sería un error acudir a uno de los muchos exorcistas "revestidos de poder". La ayuda verdadera se halla solamente en el arrepentimiento y la humillación ante el Señor y reclamando para sí, conscientemente, su victoria sobre todos los poderes de las tinieblas. Aquel que lee diariamente en su Palabra, la recibe y le da las gracias a Él por su redención consumada, aquel que vive como redimido que es, en obediencia a sus mandatos, ese quedará libre de las manifestaciones sobrenaturales. Conocemos sus mandatos de huir de la idolatría (1 Co. 10:14) y conocemos su llamada de amor: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mt. 11:28-30). ¡Esta es la promesa de Jesucristo! El creyente tiene derecho a experimentar su cumplimiento y aparte de eso, sólo tiene que sujetarse a 1 Pedro 4:19: "De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien".

A continuación quiero nombrar a modo de bosquejo otros motivos para una vida de creyente que corre riesgos:

• Ese buscar poco espiritual y desear ardientemente tener emociones y experiencias religiosas, poseer dones de los tiempos de los apóstoles o querer vivir un "bautismo en el Espíritu".

• Estar apegado sin crítica a ídolos, lugares especiales de bendición y hermanos especialmente dotados.

• Disposición a tener una relación mística con el Señor como la tenían los llamados "santos" de la Edad Media; ejercicios espirituales católicos, métodos de respiración, de darse la mano (formando hasta un círculo) para recibir poder, desconectar la mente, repetición constante de una palabra, un nombre o una frase. Las religiones del Este ofrecen aquí también sus prácticas meditativas, que lamentablemente han hallado entrada en círculos cristianos de todas clases.

Según muchos médicos que conozco personalmente, los resultados llenan hoy muchas clínicas psiquiátricas. A. Seibel escribe en la revista del Bibelbund: «Y la pregunta inquietante que surge es, ¿qué será de nuestros hermanos en el movimiento pentecostal, si aceptan como divinas a tales voces y revelaciones y tal cantidad de visiones? ¿Es de extrañarse que Ruark... exponga que el 80% de los pacientes de dos grandes clínicas psiquiátricas de Estados Unidos provienen de círculos en los que se practica el hablar en lenguas?» (Bibel und Gemeinde [B&G] 3/1981 pág. 268).

El hombre en su codicia carnal y anímica busca fuerzas divinas, dones de gracia para sanar, la revelación mística de pecados, la autoridad sobre los demonios, y solo consigue con ello entrar en el ámbito de espíritus engañadores. Lo que Dios en su sabiduría no nos da, los hombres codiciosos queremos robarlo con métodos místico-carismáticos. Pero codicia espiritual es sólo una puerta abierta para poderes ocultistas.

En el tema que estamos tratando no tocamos la cuestión de si se trata de verdaderos hijos de Dios o no. De todos modos sabemos que Satanás intenta desacreditar a los cristianos, y con ello a Jesucristo, ante el cielo y la tierra; y lamentablemente lo logra no sólo por medio de la secularización de una cristiandad superficial, sino también por un número extraordinariamente alto de perturbados neuróticos en la iglesia misma.

Aquí surge la pregunta si ante tales neurosis y psicosis se puede seguir hablando de "enfermedad". Incluso entre los psicoanalistas no hay unanimidad: «Al necesitado de ayuda, el modelo médico le infunde la idea de que está enfermo. Eso puede acarrear confusión, dice el profesor Szasz, porque con lo que lucha son problemas de la vida... Pues los psiquiatras no se dedican tanto a los trastornos que un examen anatómico pudiera descubrir, sino más bien a problemas de la vida, que no son ninguna enfermedad... Muchos cristianos no saben que el modelo que califica de enfermo al afectado, sólo aparece en el ámbito del psicoanálisis» (E. Nannen, B&G 2/86 pág. 188).

En su manual de Psiquiatría el doctor W. Frank comenta: «Por lo demás, la dependencia de la ciclotimia (psicosis maníaco-depresiva) de condiciones socioculturales, hasta hoy apenas ha sido dilucidada, ya que la investigación transcultural está todavía en sus comienzos. Hay que añadir a modo de explicación que en algunos grupos étnicos no se califica de enfermedad a la depresión» (pág. 61).

Frente a todas estas cosas sin definir, oigamos la Palabra de Dios, si es que reconocemos como motivo del trastorno del alma las propias faltas: «El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas» (1 P. 2:24,25 Biblia de Jerusalén).

El origen de muchos males es la ansiedad

Hablando de los últimos tiempos nuestro Señor Jesucristo dice algo muy notable con vistas a los acontecimientos de juicio que se divisaban: "Desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra..." (Lc.21:26).

El problema actual de este mundo no es tanto la amenaza exterior de guerras o ideologías, de contaminación o catástrofes naturales, sino decididamente la angustia existencial que nace de la impotencia del hombre frente a las amenazas interiores y exteriores. El fantasma de la angustia se ha apoderado de la humanidad entera, Este y Oeste, Norte y Sur igualmente. Los médicos, psicólogos, políticos y teólogos se ven igualmente impotentes ante este problema mundial. El aumento de los enfermos depresivos, también entre cristianos como ya hemos visto, es alarmante. Entre otras, aparecen estas preguntas: ¿Son parte de la vida el miedo y el temor? ¿Tampoco los creyentes pueden librarse de ellos? ¿Cómo pueden concordar la misericordia y el amor de Dios con nuestros temores? Pensemos en 1 Juan 4:17-19: "En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor..." Este pasaje dirige nuestra mirada primeramente a dimensiones eternas. Un hijo de Dios sabe por las promesas de Dios escritas que es salvo para la eternidad, por eso sus aflicciones en este mundo adquieren otra relevancia.

El temor en este mundo tiene su raíz en el pecado original. Después de la desobediencia y el tomar del fruto prohibido, la primera pareja se escondió entre los árboles del jardín, y desde su escondite Adán contestó a Dios que le estaba llamando: "Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo..." (Gn. 3:10). Esta es la primera vez que en la Biblia se habla de miedo. Desde ese momento estuvo el temor en el mundo, el miedo al castigo de Dios y el temor a los acontecimientos reales de este tiempo en la tierra, como ya hemos visto en el pasaje de Lucas 21:26. Frente a esto, el Señor Jesucristo da esta respuesta llena de comprensión y al mismo tiempo tan consoladora: "En el mundo tendréis aflicción..." (Jn. 16:33). Es una afirmación clara y objetiva que Él dice a sus discípulos y que no embellece nada. Pero al mismo tiempo Él ofrece la salida: "...pero confiad, yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33). ¡Él mismo es la salida! Él ha padecido todo sufrimiento interior y exterior, todos los temores de este mundo, todo el castigo de Dios, e incluso la mayor separación de Dios, y Él ha vencido todo esto con su sacrificio en la cruz del Gólgota abriéndonos a nosotros la salida de todos los temores. Por nuestra parte, superar el temor es ahora un elemento de nuestra fe, victoria que Dios una y otra vez nos puede dar en casos de aflicción particular, si pertenecemos a aquellos que "... por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal" (He. 5:14b). Deberíamos, por lo tanto, ejercitamos tanto en escuchar las advertencias de Dios como sus promesas. Son incontables las veces que a creyentes nacidos de nuevo les ha ayudado poder leer y experimentar este versículo de Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien..."

La historia pasada y futura de los mártires (Ap. 6:9) demuestra que incluso el temor a la muerte no es invencible: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Co.15:55). El creyente, pues, recibe mucha ayuda del Dios misericordioso, para vencer el temor desencadenado por la caída en el Edén.

"En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor..." (1 Jn. 4:18). Y Romanos 8:14,15: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"

Sin haberlo merecido somos dignados a usar esta expresión de confianza e intimidad para dirigirnos al Dios santo y todopoderoso; pero esto nunca debe hacer que tratemos a Dios y a su Hijo Jesucristo sin el respeto debido. A causa del espíritu reinante en el movimiento carismático, por desgracia, es muy frecuente oír ahora, en todas partes, payasadas y desaciertos lingüísticos, en adaptación a lo que ocurre también en el mundo. Con presunto celo misionero o por puro engreimiento surgen "...palabras deshonestas, ...necedades, ...truhanerías, que no convienen..." (Ef. 5:4) a un cristiano, y que no quiero repetir aquí como prueba. Se encontrará con ello cualquiera que lea literatura pentecostal o las noticias de actualidad con los ojos abiertos y con el Espíritu Santo en el corazón. Se ve en ello claramente una comprensión equivocada de lo que significa quedar libres del temor, pues la inspiración del espíritu carismático consiste ahora también en reducir el temor de Dios y la reverencia debida. Pero no deberíamos olvidar que 2 Corintios 7:1, dice: "Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el TEMOR DE DIOS".

Pero la realidad de nuestros días muestra la existencia de una clase de temores y aflicciones interiores que no están originadas por circunstancias exteriores. Están ahí simplemente, más o menos débiles, sin que el afectado sea consciente ni de un motivo exterior ni de una culpa propia o extraña para que se sienta así. Desorientado, está andando a tientas en un banco de niebla que le parece impenetrable e indisoluble. Puesto que en el grupo de personas afectadas pueden encontrarse hoy también creyentes sinceros, en el próximo número quiero ocuparme nuevamente de este tipo de opresión.

¿Es la fe una protección contra los trastornos del alma?

Hasta hace unas pocas décadas se consideraba a la fe como condición para una buena salud del alma. Hoy, tanto los que aplican la psicoterapia como los que se dedican a la consejería teológica-pastoral, dicen que esto ya no es así, y no del todo sin razón, porque, en primer lugar, la fe de nuestros padres ya hace tiempo que no es la fe de nuestra generación, en lo que se refiere al ceñirse otra vez al Dios de la Biblia. En segundo lugar, y esto es posiblemente lo excepcional, la amplitud y variedad del sector cristiano como se presenta hoy, ha aumentado increíblemente, y no precisamente en sentido positivo.

La incursión de enseñanzas religiosas ajenas, con sus singulares formas, prácticas y "experiencias" ha dado lugar a una religiosidad ocultista, espiritualista (especialmente después de la superficialización, falsificación y el enfriamiento causado por la crítica bíblica en muchas estructuras cristianas existentes), religiosidad que al hombre de nuestros días, del que psíquicamente ya se exige demasiado, le lleva, casi desorientado como está, a los brazos de fantaseadores sin escrúpulos. No es de asombrarse que una fe mal informada y mal dirigida origine tantas veces manifestaciones anormales hasta en el ámbito psicosomático (en el que lo psíquico afecta lo corporal y viceversa).

Pero no son solamente las manifestaciones pseudo-cristianas únicamente la razón de tantas angustias psíquicas. También el vasto interés en la parapsicología, que quiere investigar los ámbitos sobrenaturales del alma coincidiendo con el espiritismo que también se está expandiendo, es motivo de preocupación. La extraña disposición del hombre moderno (tan mal educado por el materialismo) a enfrentarse a lo ocultista, es casi inexplicable, ya que no hay edad ni nivel cultural que no se vea afectado por él. Lo que está ocurriendo aquí es un fenómeno de la historia intelectual que sólo se puede comprender partiendo de la profecía de la Biblia sobre los últimos tiempos y que un día culminará entre otras cosas en Apocalipsis 9.

Pablo ya previó proféticamente este desarrollo y comparó la irrupción de espíritus engañadores con "lobos rapaces" que atacan un rebaño (Hch. 20:29, 30: "Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos"). A Timoteo le escribe que vendrían muchos engañadores que divulgarían enseñanzas "...conforme a sus propias concupiscencias" (2 Ti. 4:3). Esto quiere decir que la gente les oirá codiciosamente y con placer, especialmente cuando su mensaje además vaya acompañado de señales y milagros. (Sobre esto lea Mt. 7:22; Mt. 24:24; 2 Ts. 2:9; Ap. 13:13).

La religiosidad oculto-mística experimentó un auge inesperado a principios de nuestro siglo, cuando el espiritismo, paralelamente con el movimiento pentecostal, se opuso a las enseñanzas materialistas del positivismo. El trauma de las dos guerras mundiales desencadenó tanto una ola espiritualista como un movimiento que proclamaba que Dios estaba muerto. Alrededor de 1966 se fundaron las primeras iglesias de Satanás en California. Su "sumo sacerdote" Antón La Vey, dijo: «Ha llegado la era de la adoración de Satanás». También paralelamente a estas apariciones surge el movimiento carismático seductor, a menudo con un trasfondo ecuménico, en todas las ramas del cristianismo. Las sectas y religiones de la juventud con sus nuevos apóstoles y portadores de salud (Moon, Haré Krishna, Iglesia de la Cienciología, etc.) encuentran en estos días innumerables seguidores entre las personas inseguras y con inquietud por hallar la verdad. Al mismo tiempo, las religiones del cercano y lejano oriente están inundando el hemisferio occidental con sus enseñanzas oculto-demoníacas. Parapsicología, yoga, entrenamiento autógeno, meditación transcendental, etc., no solamente entran sin impedimentos en círculos eclesiásticos, sino que frecuentemente incluso son fomentados allí. El consumo de drogas que se está propagando con velocidad vertiginosa es para contrarrestar la pérdida de la quietud del alma y para abrir nuevas dimensiones del consciente. La música popular moderna y el rock, por último, no solo causan frenesí en el mundo incrédulo, sino también en los grupos de jóvenes cristianos, con todos los resultados perniciosos conocidos y por conocer. El satanista Aleister Crowley (fallecido en 1947) proclamó triunfante: «Sumiremos a la humanidad en una oscuridad total». Y lo lograrán, pues siempre ha sido así: "...los hombres amaron más las tinieblas que la luz..." (Jn. 3:19).

Desde el punto de vista bíblico, nos interesa sobre todo la infiltración de lo oculto-religioso en las iglesias, congregaciones e iglesias independientes. Especialmente en este sector la incursión súbita de poderes sobrenaturales tiene las más trágicas consecuencias, porque aquí Satanás se disfraza de "ángel de luz". Las tendencias evidentes de producir separaciones ya no solamente se limitan a la iglesia, sino que esta cuña se está apoderando también de la personalidad del individuo que se abre al nuevo espíritu. Esa es una de las experiencias más amargas que llevo haciendo ya muchos años con personas seducidas. Puesto que todos los seductores y profetas falsos trabajan con métodos de sugestión mental a manera de un lavado de cerebro, producen éxitos destructores. Según el grado de entrega al espíritu de seducción pueden darse manifestaciones enfermizas en la vida del alma de las víctimas que a veces son casi irreparables.

En la controversia sobre las actividades y manifestaciones oculto-carismáticas chocamos una y otra vez con argumentos como estos:

• Nos dicen que las experiencias negativas de unos pocos no son representativas para todo el movimiento de renovación carismática; de unos pocos casos singulares deplorables no se pueden hacer deducciones generales.

• La aparición repentina de una opresión demoníaca, después de una imposición de manos, por ejemplo, tiene, según ellos, otras causas.

• La gran mayoría de los carismáticos se siente perfectamente bien, feliz y bendecida.

A esto tenemos que contestar lo siguiente: el bienestar espiritual o corporal de un grupo relativamente grande de personas religiosas (pensemos, por ejemplo, en los mormones, los ‘nuevo-apostólicos’, los espiritistas) no es una prueba de que sus ideas sean correctas.Hasta hace unos 20 años, la iglesia católica era la que menor índice de suicidios tenía (quizá hoy aún sea así). Se ha dicho que esto se debe a la confesión auricular tradicional, y en cierto modo con razón, porque cualquier forma de "confesión" (es decir, revelar el propio pecado y las aflicciones) tiene, sin duda, su valor, independientemente de si se adjudica el perdón o no. La conversación sincera es, aparentemente, una descarga para el alma, como la psicología mundana también ha reconocido. Pero sería completamente desatinado conceder a la iglesia católica una posición privilegiada por unos pocos aspectos positivos. Otro ejemplo: El espiritismo como ideología oculto-religiosa no produce inmediata y exclusivamente personas neuróticas. No se reconoce la relación posible entre las enfermedades mentales o psíquicas y una actividad espiritista anterior, ya que estas enfermedades a veces tardan décadas en manifestarse. Si todos los espiritistas, espiritualistas, médium y cualquier otra persona que se ocupe de cosas ocultistas inmediatamente enfermara psíquicamente o se viera en ella claramente una posesión demoníaca, hace tiempo que con ello se hubiera probado lo absurdo del espiritismo y estaría ya extinguido. Pero está ocurriendo todo lo contrario. Está extendiéndose vertiginosamente en todo el mundo. ¿Por qué? Pues, porque el espiritismo también es religión. Los espiritistas, contrariamente a los parapsicólogos, generalmente "creen en Dios". Tienen una esperanza en el más allá mayor que más de un feligrés. Incluso creen tener pruebas para la existencia de una vida después de la muerte, afirmando tener ya contacto directo con ese "más allá". Eso les quita el temor de la muerte dándoles incluso confianza y una alegría de vivir, aunque engañosa. Su "dios" es un dios cósmico "omnibondadoso", que en su "amor" abraza a millones magnánimamente sin castigar ni juzgar. El que tenga esta creencia también vive con una cierta tranquilidad. Pero lea a este respecto Mateo 7:26,27: "...le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina".

Sobre esta base, me parece a mí que descansa toda la quietud del alma de tantas creencias erradas, incluidas ciertas comunidades carismáticas, espiritualistas. Y ¡cómo se parecen los cuadros! Aquí como allí hay "experiencias" que producen felicidad, hay "dones" espirituales especiales, visiones de un más allá, manifestaciones de "Cristo, ángeles y muertos" (según ellos creen), discursos en lenguas desconocidas, curaciones milagrosas, profecías o mensajes personales, avivamientos espectaculares y a veces también una especie de arrepentimiento.

Quien se sienta a gusto en la penumbra del cristianismo oculto-místico y tenga buenos nervios podrá estar contento consigo mismo y con su religión quizá por largo tiempo, posiblemente incluso hasta el fin de su vida. Esto no es extraño, y repito: Si todos los que se mueven sobre el terreno ocultista quedaran inmediata y visiblemente para todos, bajo influencia demoníaca, nadie se ocuparía ya de estas cosas, y Satanás tendría una posibilidad menos de seducir. Sobre los daños que llegan a conocerse al cabo de mucho tiempo, se echa un manto de silencio, de modo que pueden seguir siendo engañados muchos ingenuos.

Están expuestos a este peligro todos los que tengan una falsa actitud de expectación por haber aceptado sin una actitud crítica historias de milagros.

Del camino verdadero y liberador, en cambio, leemos en Romanos 10:17: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios". (del gr. akoë: 1. «oír», 2. «lo que se ha oído y transmitido como oído, mensaje, anuncio»; Fritz Rienecker, Sprachlicher Schlüssel, Brunnen-Verlag 1970).

Este buen camino jamás está adoquinado con piedras de las tinieblas, sino que Jesucristo dice: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida... (Jn. 14:6a). Entonces la fe que se sujeta a la Palabra de Dios escrita jamás puede causar una neurosis eclesiogénea (que se ha producido por influencia de la iglesia), ¡sino todo lo contrario! Jesucristo dice en Juan 8:12: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas..." Si la experiencia es contraria, entonces hay que preguntarse si realmente se ha roto rotundamente con las filosofías, supersticiones y prácticas ocultistas anteriores, o si, por enseñanzas erróneas, sigue habiendo una disposición interior a tener experiencias sobrenaturales, etiquetándolas de piadosas.

De esta manera, la conversión de un ocultista, un médium o una bruja (como ellas mismas se denominan) a la fe pentecostal-carismática puede llevarse a cabo relativamente fácil (incluso [o precisamente] cuando la conversión ha estado ligada a medidas exorcisticas) porque el arrepentimiento incompleto en el ámbito de "la magia" no deshace las ataduras ocultistas o mediales, sino que, al contrario, quedan como base oportuna para experiencias sucesivas carismáticas. Precisamente los "dones" sobrenaturales (hablar en lenguas, visiones, apariciones, oír voces o música interiormente, curaciones, mensajes proféticos) prosperan excelentemente sobre el terreno de experiencias ocultistas anteriores.

Por eso los que en su día fueron médiums son muy aptos para ser "profetas" y "profetisas" en círculos carismáticos después de su conversión, aunque sólo sea para actuar contra los críticos de las manifestaciones carismáticas.

Es asombroso lo mucho que se puede plantar sobre los escombros del suelo contaminado por el liberalismo anticristiano del que un día fue el "occidente cristiano". El profesor Peter Beyerhaus escribe lo siguiente: «Los movimientos carismáticos de la cristiandad hay que incluirlos también en la nueva ola oculto-religiosa. Una religiosidad mágica-espiritista está tratando de sustituir la fe bíblica de una manera pseudo-cristiana... Las técnicas de concentración del yoga y de la meditación arraigadas en el hinduismo y budismo... Prometen experiencias místicas al hombre desecado por el racionalismo y materialismo científico... ¿Pero qué es lo que ocurre en realidad? Aquí también se abre por la fuerza el núcleo espiritual de la persona. De hecho hace experiencias sobrenaturales, se encuentra con realidades espirituales más allá de sí mismo y desarrolla capacidades milagrosas llegando incluso a la levitación. Pero con ello no logra de ninguna manera llegar al mundo de las luces de Jesucristo. Lo que hace es entrar en dependencia de los poderes adorados por esas religiones. Por muy iluminadora y exaltadora que pueda parecer tal experiencia al principio, aquí también se trata solamente de una vivencia demoníaca. Tenemos los relatos de las experiencias personales, por ejemplo, de personas que se entregaron a la meditación transcendental... Por la repetición constante de su mantra, una palabra mágica, entraron en la esfera del poderío de los dioses hindúes (demonios) lo cual les causó perturbaciones mentales y psíquicas» (Peter Beyerhaus, Dieokkulte Welle [La ola ocultista], pág. 8/9).

Las diferentes reacciones de las personas a las experiencias oculto-religiosas se deben seguramente a la constitución del alma del individuo. Las personas con una naturaleza fuerte, por lo general, experimentan primeramente una "ampliación del conocimiento" con una sensación de felicidad, que consideran obrada por el Espíritu Santo. Las personas con los nervios más sensibles o en situaciones de crisis, por lo contrario, sufren frecuentemente neurosis espontáneas traumáticas cuando se ven confrontadas con las manifestaciones ocultistas carismáticas; de ahí la exclusión de personas de disposición anímica poco estable de algunas reuniones carismáticas. En el libro Der Aufbruch – Charismatiche Erneuerung in der katholischen Kirche (Puesto en marcha - la renovación carismática en la iglesia católica), Hrg. Siegfried Großmann, pág. 93, leemos lo siguiente: «McK: ‘A la gente que psicológica o teológicamente (¿católico? ¿evangélico?) no se encuentre sobre suelo sano, les piden amable, pero decididamente que no asistan a las reuniones...’»

Nadie querrá discutir que la obra genuina del Espíritu Santo jamás producirá complejos de ansiedad y colapsos nerviosos.

Neurosis de los "santos"

Todo el que se ocupe una vez de manera objetiva y crítica con la historia, o mejor dicho, con las "historias" de los "santos", místicos y profetas medievales, notará que la mayoría de estos religiosos y solitarios exploradores de cumbres tenían rasgos característicos neuróticos que llegan incluso hasta la esquizofrenia demoníaca. A parte de sus supuestas experiencias felices "con Dios", estas personas sufrieron horribles tormentos interiores. Estos "santos" se mueven fuera de los principios espirituales tal y como nos son conocidos y Dios nos manda por la Biblia. Sus revelaciones, profecías y experiencias negativas nos hacen pensar en Apocalipsis 22:18, allí dice: "Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro".

Para designar la tendencia enfermiza de identificarse con los sufrimientos de Jesús, se ha usado la palabra masoquismo que denomina un comportamiento que no es ni humano ni divino. Entre las docenas de ejemplos que podríamos dar, quiero mencionar a "Santa" Angela de Foligno, que fue convertida de una vida mundana a monja franciscana. Impulsada por la vida de los místicos "santificados", ella también vivió "experiencias" místicas exaltadoras. Éstas alteraban con tormentos espantosos. El siguiente relato y otros parecidos darán motivos justificados para dudar de la divinidad de tales experiencias. Angela de Foligno escribe: «Los tormentos corporales impuestos por muchos diablos en distintas maneras eran ciertamente incontables... Ninguno de mis miembros quedó sin ser atormentado horriblemente... Sólo puedo compararme a una persona colgada del cuello en una horca con las manos atadas a la espalda y sin poder morir. Me torturaron demonios crueles, pues estrangulaban mi alma... El llorar no me producía alivio, y mi rabia era a veces tan grande que apenas podía abstenerme de pegarme a mí misma y despedazarme... Algunas veces los diablos me arrojaban a tinieblas espirituales horribles... Entonces, los vicios que en el interior de mi alma estaban muertos, fueron despertados otra vez a la vida saliendo al exterior... Soportaba tales torturas que me vi obligada a poner fuego a mi cuerpo para suprimir el ardor de los deseos, y lo hacía constantemente hasta que mi confesor me lo prohibió. Cuando me encontraba en esas tinieblas espirituales (síntomas inequívocos de una posesión demoníaca) hubiera preferido ser tostada antes que sufrir esos tormentos. Gritaba a voces y llamaba a la muerte, tan grande era mi deseo de que Dios me permitiera morir... Y le dije a Dios: ‘¡Señor, si quieres mandarme al infierno, por favor, no te demores y hazlo inmediatamente, puesto que me has abandonado, pon fin a mi vida y échame al precipicio!’»

Interrumpimos aquí este espantoso relato de horrores que prosigue así durante varias páginas, porque es insoportable su lectura. No obstante, ¡sus dichos sobre la oración y el amor de Dios son calificados de puntos culminantes de la literatura mística! En el siglo XVII sus obras «fueron utilizadas ampliamente por San Francisco de Sales, Madame Guyon y otros contemplativos católicos» (Underhill, Mystik, pág. 601).

Como segundo ejemplo quiero nombrar a Therese Neumann von Konnersreuth (1898-1962), estigmatizada en 1926, aunque la iglesia católica hasta ahora no ha tenido prisa en responder a la solicitud para su beatificación por ser el "material incompleto". Durante sus éxtasis, Therese oye y habla lenguas que no ha aprendido, ve adivinatoriamente los pecados de otros, tiene visiones, "libera" a "difuntos" del "purgatorio", "reconoce" si las reliquias son genuinas o no, tiene apariciones luminosas y estados de "quietud sublime". Por ejemplo oye una voz que dice: «Sigue en obediencia ciega a tu confesor y confíale todo...» (Steiner, Die Visionen der Therese Neumann, pág. 50).

Durante décadas, a Therese le salen llagas sangrientas (estigmatización) en imitación a las heridas de Cristo. Sólo con ver la hostia la sobrevienen éxtasis. Varias autoridades: sacerdotes, arzobispo, capellán, médico, profesor; queriendo comprobar los "milagros" evidentemente no se dan cuenta cómo ellos mismos se ridiculizan al observar y aceptar en Therese, por ejemplo, este "milagro": «Comunión mística con incorporación... de la hostia sin mediar ingestión» (pág. 239). El archivero evangélico Dr. Fritz Gerlich, escribe: «El cura me dio instrucciones de arrodillarme delante de ella de tal modo que pudiera mirar bien dentro de su boca...» (pág. 243).

No faltan las consecuencias corrientes: En el año 1929, Therese tiene una «grave enfermedad del alma, que le afecta en tal manera corporalmente, que se teme por su vida...» (pág. 245).

Las enfermedades de Therese fueron interpretadas como "sufrimientos sustitutorios". El cura escribió en su diario: «24 de agosto de 1928. Visita del Cardenal Faulhaber. Therese sigue aún sufriendo mucho por aquella intoxicación de la sangre...

20 de septiembre de 1928. Hoy visitó a Therese el clérigo para quien ella ha sufrido últimamente la intoxicación de sangre... El sufrimiento de Therese le salvaría la vida a él...» (Pág. 227).

Aquí también podríamos continuar llenando páginas enteras de ejemplos para mostrar la relación entre superstición, doctrina falsa y manifestaciones ocultistas.

Nos preguntamos esto: ¿Cuán monstruosamente grande es la culpa de una iglesia que oscurece y oculta de tal manera la perfecta obra redentora de Jesucristo, que sus miembros (y seguramente los más sinceros), pueden ser engañados, esclavizados y trastornados así por el poder de las tinieblas?

Los sucesos narrados se podrían dejar a un lado considerándolos como historia pasada de una histeria medieval o como uno de los raros casos extremos de nuestro siglo, si los líderes carismáticos de hoy no pusieran a Therese von Konnersreuth y otros místicos como ejemplos para justificar el hablar en lenguas actual en el movimiento carismático. Esto es precisamente lo que hace Arnold Bittlinger en el libro Glossolalia. Eine Materialsammlung für Mitarbeiter (Glosolalia. Compilación de material para colaboradores) con un prólogo de Walter J. Hollenweger. Cita: «Un ejemplo particularmente notable para esto es Therese von Konnersreuth, que en sus visiones volvió a vivir acontecimientos históricos (especialmente la crucifixión de Jesús) oyendo al mismo tiempo los idiomas que se hablaban en aquel entonces, sin entenderlos...» (pág. 35-39).

En el año 1986, Arnold Bittlinger en la revista Sammlung, Dienst, Sendung N° 3 mezcla lo cristiano con la alquimia, la leyenda del héroe Parsifal, el castillo del Grial, la psicología profunda, mándalas, etc. con el fin de "ejercitarse en la integridad".

Quiero tomar como tercer ejemplo al místico Juan de la Cruz. Es interesante que aunque reconoció en alto grado los peligros del "vuelo" místico, sin embargo, ¡creía saber distinguir entre visiones genuinas y falsas! Ernst Benz escribe al respecto: «Lo que hizo que Juan de la Cruz criticara la visión no fue solamente la comprensión de las consecuencias revolucionarias que acarrea el hecho de sobrestimar unilateralmente la instrucción visionaria, consecuencias que vio en otros piadosos de su tiempo, sino también la autoobservadón refinada del místico, la comprensión de las múltiples posibilidades de un engaño... y la... autocrítica, que le motivaron a investigar cuidadosamente los caminos de la fantasía e imaginación y también la infiltración de lo demoníaco... Su obra Subida al monte Carmelo del año 1583 no sólo comienza con una crítica de las visiones, sino con un aviso explícito contra ellas...»

Benz cita a Juan de la Cruz: «El diablo normalmente se sirve del sentido de la fuerza imaginativa y de la fantasía ora con mañas naturales ora con sobrenaturales... y así se disfraza de ángel de luz y le parece al alma como luz. De la misma manera puede... tentarla en lo que se refiere a lo que Dios realmente nos comunica frente a lo que no viene de él, cuando excita de manera desordenada tanto las concupiscencias y sentimientos espirituales como sensuales... Una vez cegada el alma, lo engañoso ya no le parece como engaño, ni lo malo como malo... Así cae en mil necedades tanto con respecto a lo moral como a lo espiritual».

Y luego sigue escribiendo Benz: «La consecuencia que saca Juan de la Cruz, el visionario y místico, de esta comprensión es muy radical: exhorta al creyente a prescindir de todas las visiones, revelaciones e iluminaciones sobrenaturales... y de antemano no desear las revelaciones sobrenaturales; en el caso de que tales experiencias se le presenten, debe desatenderlas y no tomárselas a pecho...» (Die Visión, pág. 296-297).

A pesar de todos los avisos, están penetrando en casi todas partes estos movimientos místicos, cuyos padres y líderes a veces ni siquiera viendo las consecuencias neuróticas grotescas saben distinguir los espíritus. Esto debería dar a todos mucho que pensar sobre los "dones" carismáticos de los últimos siglos.

Neurosis eclesiogéneas

Desde que me ocupo de informar sobre las fuentes de peligro en ámbitos religioso-espiritualistas, me encuentro muy a menudo con personas perjudicadas por la consejería espiritual. Estas personas han pasado por una especie de "consejería ocultista" practicada por ciertas personas "con autoridad" incluso en algunos centros de ayuda. En mi testimonio Exorcismo engañador he intentado poner de manifiesto el trasfondo demoníaco de esta actividad.

Ahora nos ocuparemos de una variante de la consejería nada espiritual, esto es, de la mezcla de la consejería espiritual con el psicoanálisis, que es aceptado y practicado como si fuera lo más normal, denominándolo "psicología pastoral".

El teólogo Werner de Boor se expresó una vez así: «Hay una relación directa entre nuestra vida y la clase de teología que tenemos».

Aplicando esto a la psicología, significaría que las teorías de un psicólogo están ligadas a su ideología y a su modo de vida personal. La psicología moderna nace de una visión ateísta del mundo y del hombre, como ya hemos dicho. Todos los psicólogos de renombre eran ateístas o al menos de una religiosidad extraviada. Como cristianos conscientes debemos probar críticamente a la luz de la Biblia todos sus conocimientos y declaraciones y de ninguna manera debemos adoptarlos. Ni siquiera cuando nos suenen lógicos.

A los que niegan su existencia, Dios no les revela verdades que nosotros tuviéramos que aceptar. Según la Biblia, sus iluminaciones provienen de su entendimiento entenebrecido (Ef. 4:18). En el momento que una fuente se reconoce como falsa tenemos que apartarnos de ella. Incluso cuando algunos psicólogos hacen afirmaciones que casi suenan a bíblicas, no nos tenemos que sujetar a ellas. También los representantes de religiones paganas proclaman sus "verdades" o "medio verdades"; hay que desecharlas porque su trasfondo es demoníaco: "Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal" (Col. 2:18). "Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos... ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado... porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres" (1 Co. 1:19-25). Es una tragedia que la psicología humanista haya penetrado de manera tan natural en la consejería cristiana y que muchos cristianos la acepten incondicionalmente. Pero la mezcla de verdad y mentira es más peligrosa que la mentira pura.

Los avangardistas de la psicología son Sigmund Freud, C.G. Jung y Alfred Adler. También en ellos vemos la relación entre ideología y modo de vida.

Sigmund Freud (1856-1939), el fundador del psicoanálisis, era ateísta, como ya hemos oído por sus propias palabras. Era en alto grado supersticioso, desenfrenadamente excéntrico, ambicioso, tenía depresiones, ataques de ansiedad y otras características altamente neuróticas. A pesar de un cáncer dramático en el paladar no dejó de fumar.

Siendo aún estudiante, participó en una «sesión espiritista pública de un ocultista e hipnotizador» (E. Nannen, Psychologie im Lichte der Bibel I [La psicología a la luz de la Biblia], pág. 203). Analizó el efecto euforizante de la cocaína, ingiriendo pequeñas dosis hasta el momento en que por culpa de ella murió su amigo. «El conocimiento de la cocaína tuvo posiblemente una importancia más profunda para Freud: Como demuestran los primeros ejemplos de interpretación de su famosa ‘interpretación de los sueños’, la droga le siguió ocupando por largo tiempo después de dejar de tomarla, es muy probable que la euforia por la cocaína le abriera la puerta a su propio inconsciente» (Schmidtbauer/Scheidt, Handbuch der Rauschdrogen [Manual de estupefacientes], pág. 67).

Hoy ya existen conocimientos en el ámbito de la ciencia laica, que indican que Freud no era muy honesto. Se habla de manipulaciones por medio de las cuales Freud intentó favorecer algunos de sus casos más famosos, reclamando en varios casos una curación total donde en realidad los pacientes necesitaron de muchos años de tratamiento después.

C.G. Jung (1875-1961) era espiritista y el que inventó las ficciones del "inconsciente colectivo" y de los "arquetipos". Son explicaciones pseudo-científicas para ciertos fenómenos ocultistas y paranormales, que nosotros reconocemos como consecuencias de la hechicería, la superstición y la magia; y tenemos que calificar de opresión ocultista y posesión demoníaca. Que creyentes se sirvan de expresiones del vocabulario inventado de los espiritistas, muestra que no se toma muy en serio el peligro de la superstición en la iglesia de Cristo, aunque Deuteronomio 18:9-14 señala claramente algunas de las actividades ocultistas que son una abominación delante de Dios: "Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas..."

Uno de los equivalentes en el Nuevo Testamento lo hallamos en Apocalipsis 22:15: "Mas... estarán fuera... los hechiceros... los idólatras..."

C.G. Jung tuvo una iluminación interior, después de haber pronunciado una blasfemia de manera compulsiva, pero sí consciente. Surgieron visiones y experiencias extracorporales. Ya de joven no estaba en muy buenos términos con la fe cristiana y la expresión «Señor Jesús» la escribía siempre con comillas para distanciarse de ella; y el título de Señor además escribía con minúscula y desfigurado «seor»: «La historia con el ‘seor Jesús’ siempre me había parecido sospechosa, y realmente nunca me la he creído» (E. Nannen, Psychologie im Lichte der Bibel, C.G. Jung, pág. 44, B&G).

Jung descendió a la «profundidad cósmica» y se relacionaba con figuras imaginarias (demonios): «Luego Filemón quedó relativizado por la aparición de otra figura que denominé Ka... La expresión de Ka tiene algo demoníaco, también podríamos decir: mefistofélico... Filemón... es... un espíritu alado, mientras que Ka representa una clase de demonio de tierra o de metal... Con el tiempo pude integrar a ambas figuras. Para ello me ayudó el estudio de la alquimia» (E. Nannen pág. 56). «Como casi todos los problemas que me ocupaban humana y científicamente, iban acompañados o anticipados por sueños, también fue así en el caso del problema de la transmisión... hasta qué punto mi psicología era equivalente con la alquimia...» (pág. 59). «Por eso hablo esencialmente de los sucesos vividos interiormente. A ellos pertenecen mis sueños e imaginaciones. Son al mismo tiempo la sustancia elemental de mi trabajo científico» (Nannen, pág. 60, B&G).

Alfred Adler (1870-1937) es el fundador de la psicología individual, psicología del comportamiento. Según Adler el comportamiento humano resulta de dos principios: primero del complejo de inferioridad determinado por la situación particular (Adler mismo tenía este complejo por sus deficiencias orgánicas), y segundo, del esfuerzo por compensar este complejo de inferioridad por medio de una voluntad de poder y actos especiales. Según esta idea, el heroísmo de los soldados, los éxitos políticos y deportivos, la creación artística y cosas similares quedarían rebajadas por ser interpretadas como procesos sustituyentes y actividades de compensación.

Según él, el hombre dañado realiza "actos expiatorios" inconscientes. Si no se logra la compensación, dice Adler, podría darse una sobrecompensación paranormal: El individuo huye del complejo poniéndose enfermo, llegando incluso hasta la histeria y LA APARICIÓN DE FANTASMAS. Adler interpreta las fantasías medioconscientes y los SUEÑOS de sus pacientes. De acuerdo con Judas 1:8 y Jeremías 27:9 Lutero dice muy bien: «Aquellos que van buscando y hablando siempre de revelaciones y sueños, están despreciando a Dios, porque no les basta su Palabra. Con respecto a las cosas espirituales yo no espero ni revelaciones ni sueños; tengo la Palabra de Dios clara; por eso Pablo nos amonesta (Gá. 1:8) a que nos aferremos a ella aunque un ángel del cielo enseñara otra cosa» (Tischreden 5, 6211 [Charlas de sobremesa], Fausel, Bd. II, pág. 195).

Con su libro Versuch einer biblischen Psychologie (Ensayo sobre una psicología bíblica), W.M. Borngraeber intentó conciliar el psicoanálisis de Freud con la psicología individual de Adler. De su síntesis trataré más adelante.

Después de haber visto todas estas cosas, parece muy extraño que hoy sea tan normal para muchos predicadores evangélicos apoyarse en la oferta de psicología del mundo. Los creyentes nacidos de nuevo que son servidores de la Palabra y conocen el evangelio pleno de la salvación y liberación por medio de Jesucristo ¿qué necesidad tienen de acatar ciertas ideas de la psicología atea? ¿Acaso no es suficiente la amplia provisión de la Biblia y su mensaje de salvación y redención? ¿Es más fácil creer que Dios en Su Palabra deliberadamente nos ha privado de algo muy importante, algo que sólo pudo revelar a los infieles con una cultura "científica?" ¿Tenemos que comer primero del árbol del conocimiento del mundo para poder ser un instrumento útil en manos de Dios que cumpla con todas las exigencias? Es fácil llegar a esta conclusión después de leer manuales impregnados de psicología escritos por autores cristianos como W. Wanner, M. Dietrich y el libro de Borngraeber, por mencionar sólo unos cuantos. Es incomprensible esta alta estima por el conocimiento abismal de "científicos" alejados de Dios, que además se inspiran en fuentes oscuras.

Lo decisivo para evaluar una ideología, filosofía o una tendencia religiosa es el conocimiento de sus raíces. Sin duda alguna, la psicología tiene sus raíces en el mantillo de la imagen materialista y marxista del hombre surgida en el siglo pasado. El materialismo histórico (la filosofía de Karl Marx) y el materialismo psicológico (la filosofía de Sigmund Freud) nacieron ambos en el mismo siglo y reflejan la misma actitud básica: «El marxista ve determinada la historia por fuerzas económicas; el discípulo de Freud ve determinado el destino personal del hombre por la fuerza de sus impulsos. Para ambos el camino para llegar a una situación mejor es APARTAR LAS BARRERAS. Uno revoluciona hacia fuera, el otro hacia dentro. Para Marx el sistema capitalista tiene la culpa de todo. Para Freud es el tirano implacable que él denomina superyó» (Se refiere a la conciencia) (F.J. Sheen).

La dinámica de grupos aplicada por los expertos de la psicología es el resultado de una interpretación ateísta de la sociedad. Su meta es transformar la base de la sociedad al mismo tiempo que la del individuo, por los medios de la filosofía y la psicología marxista. De gran apreciación son los llamados «roles», en los que los participantes haciendo un papel representan sus conflictos. Uno de los elementos más importantes de esto que denominan terapia, es la «absolución por parte del grupo». Claro que sólo puede reclamarla aquel que más haya desnudado su alma delante del grupo. Los roles para practicar conversaciones, a veces incluso con los papeles cambiados, desembocan en comportamientos artificiales estudiados y la pérdida de la propia personalidad. «Los roles no son una cosa neutral, sin efectos ni valoración» (E. Nannen, B&G 3/87, pág. 329).

La meta a largo plazo de la dinámica de grupos es conseguir tener "...un mismo propósito..." (Ap. 17:13), primeramente en el grupo y luego en la dictadura mundial del Anticristo.

La terapia en grupo, en su forma religiosa, es sólo un camino clandestino adaptado a normas (pseudo) cristianas que rechazamos por ser una seducción peligrosa, un método de manipulación: «La dinámica de grupos ha hallado hoy mucha entrada precisamente en el ámbito de la iglesia... Las raíces están en el liberalismo teológico y el empirismo pragmático. En el lugar que ocupaba la ‘teología de la revelación’... se ha puesto ahora una ‘teología de la experiencia’. De ahí que sea posible deshacer líneas del frente de combate dogmático y, visto a nivel mundial, lograr un sincretismo en todos los ámbitos, especialmente entre las religiones del mundo. La dinámica de grupos se aplica hoy en la iglesia a gran escala en ‘Días de la iglesia’ o en las conferencias del Consejo Ecuménico de las Iglesias. Beyerhaus prueba que la sesión de la Conferencia Mundial para la Misión que tuvo lugar en Bangkok en 1973 fue concebida y llevada a cabo como experimento de dinámica de grupos. La meta era que todos los participantes ‘llegaran a una comunión interior en el sentir, pensar y querer, a pesar de las resistencias iniciales’... La Conferencia de Fraternidades Confesionales en la iglesia evangélica oficial alemana avisa que existe el peligro del nacimiento de una religión humanista mundial unificada... Por medio de métodos psicotécnicos se logra ‘dirigir conferencias inadvertidamente hacia un objetivo definido con anterioridad y llenar la mente de los participantes ingenuos de nuevas ideas, de manera inconsciente para ellos’. ‘Recientemente, estas conferencias ecuménicas se celebran como fiestas con baile, música y juegos; y con formas de culto carismático... La irrupción de una embriaguez emocional pagana amenaza con suplantar el Espíritu de Cristo...’ La dinámica de grupos ofrece una ‘transcendencia’ que en realidad no pasa de lo interpersonal. Jesús es considerado como un hombre perfecto digno de imitar y la teología se reduce a una mera antropología... El excluir lo transcendental tiene consecuencias sobre la imagen que se tiene del hombre: El hombre es considerado como producto de la evolución, es decir: el animal más altamente desarrollado, y como ser condicionado por impulsos y reacciones en su comportamiento ‘MÁS ALLÁ DE LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD’. ‘Cambio’ es la palabra clave de la dinámica de grupos. Se aspira al cambio por medio de la exclusión, en gran parte, del nivel cognitivo, POR MEDIO DEL QUEBRANTAMIENTO DE REFRENAMIENTOS NATURALES Y DEL PUDOR PROTECTOR...» (Lothar Gassmann, Gruppendynamik, pág. 47-51).

La dinámica de grupos y la fe en Jesucristo se excluyen mutuamente. La dinámica de grupos no puede hacer las veces de una religión de recambio en lugar de la Biblia ni junto a la Biblia (interpretada liberalmente). Únicamente el evangelio nos libera de las ataduras, presiones y de la dependencia de personas. Necesitamos confortamiento verdadero y perdón verdadero por medio del reconocimiento de nuestro pecado delante de Dios y la aceptación del perdón que nos es prometido en Jesucristo. No necesitamos representaciones teatrales presentándonos delante de otras personas. Para superar los problemas no necesitamos interpretar el papel de una persona extraña. Dios, el Señor, conoce a cada uno de nosotros como individuo único (Sal. 139:13, 14), que él quiere transformar conforme a la imagen de Su Hijo, por medio de su Palabra (Ro. 8:29, 6:17; 2 Co. 3:18; Ef. 4:24). ¡No se trata de aplicar métodos del mundo! Con respecto a las dificultades y aflicciones de nuestra vida podemos estar seguros de una cosa (sin contar todas las consolaciones, caminos mostrados y oraciones contestadas que aceptamos con gratitud): "Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman" (Stg. 1:12).

El psicoanálisis y el examen de conciencia

El mundo se ha dado cuenta que necesita una válvula de escape cualquiera para sus conflictos interiores. Después de haber negado tanto a Dios como al pecado, habiendo desechado la posibilidad de confesarlo delante de Dios, tuvo que buscar algo como sustituto. En el psicoanálisis lo halló. Claro que con él no se elimina la culpa misma, sino que éste trata sólo de reducir "el sentimiento de culpabilidad". También los psicoanalistas de la generación más joven explican el gran aumento de los trastornos psíquicos culpando a "las obligaciones anticuadas que dicta la ley moral". Creen que cuando los impulsos se ven en un conflicto con las ordenanzas morales, ¡hay que cambiar la norma moral! Según ellos, los preceptos que hasta ahora estaban en vigor, ya no encajan con las ideas morales actuales, por lo que ahora han llegado a ser fuentes de conflictos. La psicología con esto hace lo mismo que hace cien años los filósofos: por encontrarse con personas que quebrantan la ley, cambian la ley, para que se ajuste al vil modo de vivir de la persona. Detrás de este concepto está la enseñanza de que los conflictos se pueden evitar y que, cueste lo que cueste, tienen que ser impedidos. Poniéndolo en palabras modernas, esto significaría: «El hombre puede hacer lo que quiera. Es libre cuando sus apetitos y deseos se satisfacen; cuando son reprimidos, no es libre». Y cuando esa pretendida libertad por fin haya acarreado la catástrofe inevitable, el hombre, con sus cadenas y ataduras, huye al mejor psiquiatra que pueda encontrar con la esperanza de ser rescatado de las consecuencias de su "libertad".

«El hombre busca salvación, pero no de sus pecados. Quiere ser rescatado, pero no con un alto precio. Quiere ser rescatado a su manera, no a la manera de Dios. La tragedia multiplicada del pecado consiste en que rechazamos la ayuda de Dios cuando hemos cometido injusticias, en vez de permitir que nos ayude» (F.J. Sheen).

Bien mirado, no es mala la intención de examinar a fondo los trastornos psíquicos trayendo de nuevo a la conciencia las cosas reprimidas. Tratándose de un creyente, esto normalmente ocurre sin la ayuda de una persona, sólo por la Palabra de Dios y por la obra del Espíritu Santo en la conciencia del afectado. Los psicoanalistas, por el contrario, niegan la existencia de una responsabilidad moral, intentando incluso impedir que el paciente reconozca el pecado y la culpa personal, diciéndole que la noción de pecado produce morbilidad, es decir, ¡hace que la persona enferme psíquicamente quedando anormal! El hombre desde siempre ha intentado quitarse de encima la cuestión del pecado (desde Génesis 3:12-14), echando la culpa a las circunstancias: al entorno, a la pobreza, a la sociedad en general o a los miembros de su familia en particular: padres, hermanos, etc. Los psicólogos más recientes, en tanto, han reconocido que el hombre sigue siendo el mismo en su estructura básica: incorregible y amenazado; aun bajo las mejores condiciones exteriores. Así que descubrieron en el hombre mismo una nueva cabeza de turco: el "inconsciente". El error ya no estaba en alguna parte indefinida, sino en aquella parte de nuestro ser por la que no se puede asumir responsabilidad alguna. ¡Qué magnífica idea!

Hay una gran diferencia entre un genuino examen de conciencia cristiano necesario y el psicoanálisis. En la consejería cristiana, por lo menos, habría que evitar este sistema psicoanalítico que desde su principio negó la existencia de Dios y la libre voluntad.

«Se ayudaría más a las muchas personas que se tienden sobre el diván de los psicoanalistas, si dejaran que Dios examinara su conciencia de acuerdo con el Salmo 139. Hay miles hechados sobre sus espaldas que hoy podrían sanar si se pusieran sobre sus rodillas. El estar echado en un diván simboliza pasividad y es en sí mismo un símbolo de la incapacidad de ejercer libre y responsablemente la propia voluntad, como lo supone y defiende la teoría de Freud. Contrasta con esto la humildad de una persona que se echa sobre sus rodillas y exclama: ‘Dios, sé propicio a mí, pecador’ (Lc. 18:13)» (F.J. Sheen).

Hay también psicólogos que aplican normas cristianas. Walter Wanner, por largos años docente de psicología en el seminario para predicadores de St. Chrischona, con su libro Signale aus der Tiefe (Señales de lo profundo) pone en manos del creyente activo o del predicador casi un manual de psicología con sólo unos cuantos comentarios críticos, lamentablemente. Aunque al final del libro hable por fin del evangelio y del arrepentimiento, el objetivo, a pesar de los buenos pasajes, sigue siendo la idea de la psicología profunda. Wanner escribe: «¿Quién afirmaría que Dios no puede obrar también en el ámbito cósmico del inconsciente? Pues hacerlo sería limitarle. Claro que hay que tener en cuenta lo que C.G. Jung avisa, basado en su experiencia con el trato de pacientes: ¡No es peligroso profundizar!» (pág. 163); (o en la pág. 159): «...una energía en forma de imágenes (arquetipo de Cristo) en el inconsciente colectivo...»

Michael Dietrich, psicoterapeuta e instructor de consejeros espirituales desde 1985 dentro de la «consejería bíblico-terapéutica» de la Ludwig-Hofacker-Vereinigung, en su libro Psychologie contra Seelsorge? (¿Psicología contra consejería espiritual?) intenta reducir la inseguridad en la iglesia sobre esta cuestión inclinándose a favor de la psicología. En los casos de graves depresiones aconseja imponerle las manos al afectado para «mostrarle por el contacto su proximidad» (pág. 47, Depressionen, Brunnen Verlag). Pero esto es mezclar un acto amistoso con una acción bíblica mal interpretada. La imposición de manos en la Biblia está enmarcada en significados específicos. En Santiago 5:18 donde se trata de restablecer a un enfermo en LA ERA DE LA IGLESIA ya no se menciona la imposición de manos.

Incluir conocimientos psicológicos "garantizados" en el ámbito de la consejería espiritual, es para Dietrich una ayuda en determinadas circunstancias. Es triste que para él tampoco cuente el lema «sola scriptura» (la Biblia como única base) en el sector de la consejería espiritual. Esto siempre será perjudicial para el que acude en busca de ayuda, si se tiene en cuenta lo que escribe el carismático Kopfermann: «Otro campo de experiencia espiritual dentro del movimiento carismático es la consejería. En él se aplican también, en distintas medidas, conocimientos psicológicos, enfatizando, no obstante la esperanza de que el Espíritu Santo mismo cambie a las personas. La conversación entre dos o en grupos muy pequeños sirve para prestar ayuda en este sentido. Aparte de los métodos conocidos de la consejería, como la confesión personal, ha ganado importancia dentro de la renovación carismática una forma denominada ‘orar por la sanidad interior’. Esta forma de terapia espiritual es posiblemente INCONCEBIBLE SIN el conocimiento de la existencia de daños psíquicos obtenido gracias a las experiencias de la psicoterapia. No obstante, sólo se puede aplicar tomando en serio al ‘Cristo sanador’. En presencia del consejero el afectado habla de sus experiencias penosas personales; seguidamente el consejero pide a Jesucristo que sane las heridas del alma manifestadas, a menudo imponiéndole las manos al afectado. Naturalmente, esta forma de terapia espiritual tiene sus límites: por ejemplo cuando las experiencias penosas siguen reprimidas, y también si fuera evidente una estructura neurótica de la personalidad, en cuyo caso podría ser INCLUSO PELIGROSA esta forma de ayuda espiritual» (W. Kopfermann, Charisma und Kirche, revista 7/8, pág. 20).

¿Se puede saber a qué esperan aquellos que de buena fe creen poder respetar estas cosas calificándolas de distintas formas de piedad?

Como ya anuncié al principio de estas explicaciones críticas, tenemos que ocuparnos de otro defensor de la "psicología dentro de la ayuda espiritual". Se trata de un experto que ha intentado integrar los llamados "conocimientos garantizados" de la psicología en la consejería cristiana. Sus experiencias adquiridas y practicadas durante décadas fueron descritas por sus discípulos en un libro titulado: Ensayo sobre una psicología bíblica. Nos referimos a Walter Martín Borngraeber (1889-1951). Fue iniciador y director de conferencias esencialmente para maestros y académicos. Como ya he dicho, Borngraeber trató de conciliar el psicoanálisis de Freud con la psicología individual de Adler. Primeramente nos salta a la vista que en su evaluación no toma en cuenta ni el trasfondo ateista de la psicología ni la vida de los psicólogos tan famosos. En la sección B «Lo nuevo del psicoanálisis» dice así: «...en la investigación científica está el deseo de conocer mejor al hombre. Contrastando con la psicología experimental, que fue aplicada hasta ese momento, la investigación más reciente enlaza con la psicología profunda o el psicoanálisis (pág. 6). Por naturaleza, todos estamos enfermos y oprimidos. Por eso necesitamos todos este método de curación. Es un método antiquísimo. Dios es el mayor psicoanalista. Hallamos el psicoanálisis en los pueblos más primitivos. Por eso no podemos calificar a Freud como el fundador del psicoanálisis. Es propiedad de la humanidad. De esta propiedad general humana, Freud ha intentado formar un sistema adecuado para nuestras circunstancias. También la Biblia está llena del psicoanálisis. La ayuda espiritual que no sea psicoanálisis, no tiene valor y bajo ciertas circunstancias lo que hace es oprimir aún más...»

De manera similar, W. Wanner afirma que muchos resultados de la psicología profunda tienen equivalentes bíblicos. A esto contesta Fritz Weber en la revista trimestral del Bibelbund 1/88, pág. 105: «Hay que protestar firme y categóricamente contra esta declaración de Wanner: Si se mira históricamente, fue justamente al revés. Fisiólogos y médicos que habían acabado o roto radicalmente con el cristianismo, la revelación divina, la imagen del hombre que presenta la Biblia y habían dejado de contar con los demonios... se vieron ante la necesidad de encontrar explicaciones para ciertos fenómenos del alma humana que hasta entonces habían sido interpretados bíblicamente».

Es estremecedor leer lo que Borngraeber opina sobre el hipnotismo que con frecuencia se aplica junto con el psicoanálisis: «La hipnosis no es artificio del diablo como muchos piensan. No es otra cosa sino un estado de conciencia especial que puede provocarse en cada persona más o menos rápidamente. Hay síntomas de enfermedades que sólo se pueden curar por medio de la hipnosis... En la hipnosis ocurre como un relajamiento del estado de conciencia. Entonces puedo hacer con la persona lo que yo crea bueno. La hipnosis desempeña un papel importante en la vida (Stanger, Samuel Hebich). ¿Por qué no se puede usar también para bendición?... Es posible utilizar aún tales fuerzas psíquicas si están santificadas. Lo importante es quién las utiliza» (pág. 14).

Sin duda alguna, Borngraeber la aplicó. Teniendo en cuenta que hasta el mismo Freud renunció al tratamiento por hipnosis (y después también al de la sugestión), después de haberlo aplicado durante años, porque reconoció, entre otros, el peligro de que el paciente quedara sujeto al psiquiatra, entonces, es grave que hasta el día de hoy «todas las formas de la psiquiatría y psicoterapia apliquen como método la sugestión que también han denominado ‘la hermana menor de la hipnosis’» (Nannen). Y más grave aún es el que estas cosas entren en la consejería espiritual.

Después de haber defendido bien el psicoanálisis habiéndole, sin duda, aplicado personalmente durante décadas en su consejería espiritual, parece extraño lo que dice después en las páginas 44-47. Ahí se apaga bastante su euforia psicoanalítica y uno se pregunta asombrado, por qué ha invertido en las páginas precedentes tanta confianza en una teoría explícitamente ateísta y califica de peligrosos sólo a los psicoanalistas que NO SON CREYENTES. Cita: «El psicoanálisis puede liberar al hombre de cargas particulares, pero nunca es capaz de desatarlo de las últimas y más profundas bases de su ser. A éstas el psicoanálisis sencillamente les da el nombre de ‘infantilismos’, intentando con ello reducir la conciencia de culpabilidad y aplicando normas equivocadas... Por eso puede causar graves daños también en la vida de los hijos de Dios. Quedan privados de un criterio para poder evaluar lo que es pecado y lo que no... Desaparecen las normas divinas... Precisamente porque el psicoanálisis es una imitación tan grande y poderosa de la ‘redención’ verdadera, pero valiéndose de una norma inferior, y eso es lo fatal, ahí está lo satánico, lo devastador... El psicoanálisis tiene mucho que decirnos. Pero necesitamos una visión clara para ver las devastaciones que puede ocasionar. Por esta causa un hijo de Dios no debe ponerse en manos del psicoanálisis».

Vemos, pues, aquí el insólito intento de querer cristianizar una doctrina reconocida claramente como falsa sólo por añadirle ciertos valores bíblicos. De la misma manera, Borngraeber ha aceptado la teoría freudiana de los impulsos. Y en el último capítulo afirma otra vez la necesidad de sacar a luz sucesos vergonzosos que el afectado había reprimido. Estos a veces sólo salen después de vencer "cierta resistencia" del paciente. Luego dice: «Se analiza lo que ha salido. Para ello se requiere un espíritu iluminado; uno entre mil ha recibido esa gracia de poder sacar con este método a personas de su aflicción moral».

Después de una aceptación entusiástica de esta combinación "lograda" de consejería espiritual y psicoanálisis, sus sucesores han reconocido que la psicología, también la de Borngraeber, es una "ciencia mundana", y han borrado por lo menos del programa de sus conferencias las ponencias sobre este tema.

Finalmente quiero mencionar que (según Hemminger, Psychotherapie, Wegzum Glück? [La psicoterapia, ¿el camino a la felicidad?]) la mayoría de los métodos psicológicos «no tienen una cuota de éxito mayor que el trato sencillo y amable con las personas. Muchas veces los pacientes en la lista de espera de una clínica psiquiátrica se sienten sanados antes de haber sido tratados» (Thomas Schirrmacher, Buchbesprechung B&G 1/1990, pág 109).

¿Puede existir el misticismo en la iglesia de hoy?

Desde que me ocupo de informar sobre las fuentes de peligro en ámbitos religioso-espiritualistas, me encuentro muy a menudo con personas perjudicadas por la consejería espiritual. Estas personas han pasado por una especie de "consejería ocultista" practicada por ciertas personas "con autoridad" incluso en algunos centros de ayuda. En mi testimonio Exorcismo engañador he intentado poner de manifiesto el trasfondo demoníaco de esta actividad.

Ahora nos ocuparemos de una variante de la consejería nada espiritual, esto es, de la mezcla de la consejería espiritual con el psicoanálisis, que es aceptado y practicado como si fuera lo más normal, denominándolo "psicología pastoral".

El teólogo Werner de Boor se expresó una vez así: «Hay una relación directa entre nuestra vida y la clase de teología que tenemos».

Aplicando esto a la psicología, significaría que las teorías de un psicólogo están ligadas a su ideología y a su modo de vida personal. La psicología moderna nace de una visión ateísta del mundo y del hombre, como ya hemos dicho. Todos los psicólogos de renombre eran ateístas o al menos de una religiosidad extraviada. Como cristianos conscientes debemos probar críticamente a la luz de la Biblia todos sus conocimientos y declaraciones y de ninguna manera debemos adoptarlos. Ni siquiera cuando nos suenen lógicos.

A los que niegan su existencia, Dios no les revela verdades que nosotros tuviéramos que aceptar. Según la Biblia, sus iluminaciones provienen de su entendimiento entenebrecido (Ef. 4:18). En el momento que una fuente se reconoce como falsa tenemos que apartarnos de ella. Incluso cuando algunos psicólogos hacen afirmaciones que casi suenan a bíblicas, no nos tenemos que sujetar a ellas. También los representantes de religiones paganas proclaman sus "verdades" o "medio verdades"; hay que desecharlas porque su trasfondo es demoníaco: "Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal" (Col. 2:18). "Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos... ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado... porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres" (1 Co. 1:19-25). Es una tragedia que la psicología humanista haya penetrado de manera tan natural en la consejería cristiana y que muchos cristianos la acepten incondicionalmente. Pero la mezcla de verdad y mentira es más peligrosa que la mentira pura.

C.G. Jung (1875-1961) era espiritista y el que inventó las ficciones del "inconsciente colectivo" y de los "arquetipos". Son explicaciones pseudo-científicas para ciertos fenómenos ocultistas y paranormales, que nosotros reconocemos como consecuencias de la hechicería, la superstición y la magia; y tenemos que calificar de opresión ocultista y posesión demoníaca. Que creyentes se sirvan de expresiones del vocabulario inventado de los espiritistas, muestra que no se toma muy en serio el peligro de la superstición en la iglesia de Cristo, aunque Deuteronomio 18:9-14 señala claramente algunas de las actividades ocultistas que son una abominación delante de Dios: "Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas..."

Uno de los equivalentes en el Nuevo Testamento lo hallamos en Apocalipsis 22:15: "Mas... estarán fuera... los hechiceros... los idólatras..."

C.G. Jung tuvo una iluminación interior, después de haber pronunciado una blasfemia de manera compulsiva, pero sí consciente. Surgieron visiones y experiencias extracorporales. Ya de joven no estaba en muy buenos términos con la fe cristiana y la expresión «Señor Jesús» la escribía siempre con comillas para distanciarse de ella; y el título de Señor además escribía con minúscula y desfigurado «seor»: «La historia con el ‘seor Jesús’ siempre me había parecido sospechosa, y realmente nunca me la he creído» (E. Nannen, Psychologie im Lichte der Bibel, C.G. Jung, pág. 44, B&G).

La Conferencia de Fraternidades Confesionales en la iglesia evangélica oficial alemana avisa que existe el peligro del nacimiento de una religión humanista mundial unificada... Por medio de métodos psicotécnicos se logra ‘dirigir conferencias inadvertidamente hacia un objetivo definido con anterioridad y llenar la mente de los participantes ingenuos de nuevas ideas, de manera inconsciente para ellos’.

‘Recientemente, estas conferencias ecuménicas se celebran como fiestas con baile, música y juegos; y con formas de culto carismático... La irrupción de una embriaguez emocional pagana amenaza con suplantar el Espíritu de Cristo...’ La dinámica de grupos ofrece una ‘transcendencia’ que en realidad no pasa de lo interpersonal. Jesús es considerado como un hombre perfecto digno de imitar y la teología se reduce a una mera antropología... El excluir lo transcendental tiene consecuencias sobre la imagen que se tiene del hombre: El hombre es considerado como producto de la evolución, es decir: el animal más altamente desarrollado, y como ser condicionado por impulsos y reacciones en su comportamiento ‘MÁS ALLÁ DE LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD’. ‘Cambio’ es la palabra clave de la dinámica de grupos. Se aspira al cambio por medio de la exclusión, en gran parte, del nivel cognitivo, POR MEDIO DEL QUEBRANTAMIENTO DE REFRENAMIENTOS NATURALES Y DEL PUDOR PROTECTOR...» (Lothar Gassmann, Gruppendynamik, pág. 47-51).

La dinámica de grupos y la fe en Jesucristo se excluyen mutuamente. La dinámica de grupos no puede hacer las veces de una religión de recambio en lugar de la Biblia ni junto a la Biblia (interpretada liberalmente). Únicamente el evangelio nos libera de las ataduras, presiones y de la dependencia de personas. Necesitamos confortamiento verdadero y perdón verdadero por medio del reconocimiento de nuestro pecado delante de Dios y la aceptación del perdón que nos es prometido en Jesucristo. No necesitamos representaciones teatrales presentándonos delante de otras personas. Para superar los problemas no necesitamos interpretar el papel de una persona extraña. Dios, el Señor, conoce a cada uno de nosotros como individuo único (Sal. 139:13, 14), que él quiere transformar conforme a la imagen de Su Hijo, por medio de su Palabra (Ro. 8:29, 6:17; 2 Co. 3:18; Ef. 4:24). ¡No se trata de aplicar métodos del mundo! Con respecto a las dificultades y aflicciones de nuestra vida podemos estar seguros de una cosa (sin contar todas las consolaciones, caminos mostrados y oraciones contestadas que aceptamos con gratitud): "Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman" (Stg. 1:12).

El psicoanálisis y el examen de conciencia

El mundo se ha dado cuenta que necesita una válvula de escape cualquiera para sus conflictos interiores. Después de haber negado tanto a Dios como al pecado, habiendo desechado la posibilidad de confesarlo delante de Dios, tuvo que buscar algo como sustituto. En el psicoanálisis lo halló. Claro que con él no se elimina la culpa misma, sino que éste trata sólo de reducir "el sentimiento de culpabilidad". También los psicoanalistas de la generación más joven explican el gran aumento de los trastornos psíquicos culpando a "las obligaciones anticuadas que dicta la ley moral". Creen que cuando los impulsos se ven en un conflicto con las ordenanzas morales, ¡hay que cambiar la norma moral! Según ellos, los preceptos que hasta ahora estaban en vigor, ya no encajan con las ideas morales actuales, por lo que ahora han llegado a ser fuentes de conflictos. La psicología con esto hace lo mismo que hace cien años los filósofos: por encontrarse con personas que quebrantan la ley, cambian la ley, para que se ajuste al vil modo de vivir de la persona. Detrás de este concepto está la enseñanza de que los conflictos se pueden evitar y que, cueste lo que cueste, tienen que ser impedidos. Poniéndolo en palabras modernas, esto significaría: «El hombre puede hacer lo que quiera. Es libre cuando sus apetitos y deseos se satisfacen; cuando son reprimidos, no es libre». Y cuando esa pretendida libertad por fin haya acarreado la catástrofe inevitable, el hombre, con sus cadenas y ataduras, huye al mejor psiquiatra que pueda encontrar con la esperanza de ser rescatado de las consecuencias de su "libertad".

«El hombre busca salvación, pero no de sus pecados. Quiere ser rescatado, pero no con un alto precio. Quiere ser rescatado a su manera, no a la manera de Dios. La tragedia multiplicada del pecado consiste en que rechazamos la ayuda de Dios cuando hemos cometido injusticias, en vez de permitir que nos ayude» (F.J. Sheen).

Bien mirado, no es mala la intención de examinar a fondo los trastornos psíquicos trayendo de nuevo a la conciencia las cosas reprimidas. Tratándose de un creyente, esto normalmente ocurre sin la ayuda de una persona, sólo por la Palabra de Dios y por la obra del Espíritu Santo en la conciencia del afectado. Los psicoanalistas, por el contrario, niegan la existencia de una responsabilidad moral, intentando incluso impedir que el paciente reconozca el pecado y la culpa personal, diciéndole que la noción de pecado produce morbilidad, es decir, ¡hace que la persona enferme psíquicamente quedando anormal! El hombre desde siempre ha intentado quitarse de encima la cuestión del pecado (desde Génesis 3:12-14), echando la culpa a las circunstancias: al entorno, a la pobreza, a la sociedad en general o a los miembros de su familia en particular: padres, hermanos, etc. Los psicólogos más recientes, en tanto, han reconocido que el hombre sigue siendo el mismo en su estructura básica: incorregible y amenazado; aun bajo las mejores condiciones exteriores. Así que descubrieron en el hombre mismo una nueva cabeza de turco: el "inconsciente". El error ya no estaba en alguna parte indefinida, sino en aquella parte de nuestro ser por la que no se puede asumir responsabilidad alguna. ¡Qué magnífica idea!

Hay una gran diferencia entre un genuino examen de conciencia cristiano necesario y el psicoanálisis. En la consejería cristiana, por lo menos, habría que evitar este sistema psicoanalítico que desde su principio negó la existencia de Dios y la libre voluntad.

«Se ayudaría más a las muchas personas que se tienden sobre el diván de los psicoanalistas, si dejaran que Dios examinara su conciencia de acuerdo con el Salmo 139. Hay miles hechados sobre sus espaldas que hoy podrían sanar si se pusieran sobre sus rodillas. El estar echado en un diván simboliza pasividad y es en sí mismo un símbolo de la incapacidad de ejercer libre y responsablemente la propia voluntad, como lo supone y defiende la teoría de Freud. Contrasta con esto la humildad de una persona que se echa sobre sus rodillas y exclama: ‘Dios, sé propicio a mí, pecador’ (Lc. 18:13)» (F.J. Sheen).

Hay también psicólogos que aplican normas cristianas. Walter Wanner, por largos años docente de psicología en el seminario para predicadores de St. Chrischona, con su libro Signale aus der Tiefe (Señales de lo profundo) pone en manos del creyente activo o del predicador casi un manual de psicología con sólo unos cuantos comentarios críticos, lamentablemente. Aunque al final del libro hable por fin del evangelio y del arrepentimiento, el objetivo, a pesar de los buenos pasajes, sigue siendo la idea de la psicología profunda. Wanner escribe: «¿Quién afirmaría que Dios no puede obrar también en el ámbito cósmico del inconsciente? Pues hacerlo sería limitarle. Claro que hay que tener en cuenta lo que C.G. Jung avisa, basado en su experiencia con el trato de pacientes: ¡No es peligroso profundizar!» (pág. 163); (o en la pág. 159): «...una energía en forma de imágenes (arquetipo de Cristo) en el inconsciente colectivo...»

Michael Dietrich, psicoterapeuta e instructor de consejeros espirituales desde 1985 dentro de la «consejería bíblico-terapéutica» de la Ludwig-Hofacker-Vereinigung, en su libro Psychologie contra Seelsorge? (¿Psicología contra consejería espiritual?) intenta reducir la inseguridad en la iglesia sobre esta cuestión inclinándose a favor de la psicología. En los casos de graves depresiones aconseja imponerle las manos al afectado para «mostrarle por el contacto su proximidad» (pág. 47, Depressionen, Brunnen Verlag). Pero esto es mezclar un acto amistoso con una acción bíblica mal interpretada. La imposición de manos en la Biblia está enmarcada en significados específicos. En Santiago 5:18 donde se trata de restablecer a un enfermo en LA ERA DE LA IGLESIA ya no se menciona la imposición de manos.

Incluir conocimientos psicológicos "garantizados" en el ámbito de la consejería espiritual, es para Dietrich una ayuda en determinadas circunstancias. Es triste que para él tampoco cuente el lema «sola scriptura» (la Biblia como única base) en el sector de la consejería espiritual. Esto siempre será perjudicial para el que acude en busca de ayuda, si se tiene en cuenta lo que escribe el carismático Kopfermann: «Otro campo de experiencia espiritual dentro del movimiento carismático es la consejería. En él se aplican también, en distintas medidas, conocimientos psicológicos, enfatizando, no obstante la esperanza de que el Espíritu Santo mismo cambie a las personas. La conversación entre dos o en grupos muy pequeños sirve para prestar ayuda en este sentido. Aparte de los métodos conocidos de la consejería, como la confesión personal, ha ganado importancia dentro de la renovación carismática una forma denominada ‘orar por la sanidad interior’. Esta forma de terapia espiritual es posiblemente INCONCEBIBLE SIN el conocimiento de la existencia de daños psíquicos obtenido gracias a las experiencias de la psicoterapia. No obstante, sólo se puede aplicar tomando en serio al ‘Cristo sanador’. En presencia del consejero el afectado habla de sus experiencias penosas personales; seguidamente el consejero pide a Jesucristo que sane las heridas del alma manifestadas, a menudo imponiéndole las manos al afectado. Naturalmente, esta forma de terapia espiritual tiene sus límites: por ejemplo cuando las experiencias penosas siguen reprimidas, y también si fuera evidente una estructura neurótica de la personalidad, en cuyo caso podría ser INCLUSO PELIGROSA esta forma de ayuda espiritual»

¿Se puede saber a qué esperan aquellos que de buena fe creen poder respetar estas cosas calificándolas de distintas formas de piedad?

Como ya anuncié al principio de estas explicaciones críticas, tenemos que ocuparnos de otro defensor de la "psicología dentro de la ayuda espiritual". Se trata de un experto que ha intentado integrar los llamados "conocimientos garantizados" de la psicología en la consejería cristiana. Sus experiencias adquiridas y practicadas durante décadas fueron descritas por sus discípulos en un libro titulado: Ensayo sobre una psicología bíblica. Nos referimos a Walter Martín Borngraeber (1889-1951). Fue iniciador y director de conferencias esencialmente para maestros y académicos. Como ya he dicho, Borngraeber trató de conciliar el psicoanálisis de Freud con la psicología individual de Adler. Primeramente nos salta a la vista que en su evaluación no toma en cuenta ni el trasfondo ateista de la psicología ni la vida de los psicólogos tan famosos. En la sección B «Lo nuevo del psicoanálisis» dice así: «...en la investigación científica está el deseo de conocer mejor al hombre. Contrastando con la psicología experimental, que fue aplicada hasta ese momento, la investigación más reciente enlaza con la psicología profunda o el psicoanálisis (pág. 6). Por naturaleza, todos estamos enfermos y oprimidos. Por eso necesitamos todos este método de curación. Es un método antiquísimo. Dios es el mayor psicoanalista. Hallamos el psicoanálisis en los pueblos más primitivos. Por eso no podemos calificar a Freud como el fundador del psicoanálisis. Es propiedad de la humanidad. De esta propiedad general humana, Freud ha intentado formar un sistema adecuado para nuestras circunstancias. También la Biblia está llena del psicoanálisis. La ayuda espiritual que no sea psicoanálisis, no tiene valor y bajo ciertas circunstancias lo que hace es oprimir aún más...»

De manera similar, W. Wanner afirma que muchos resultados de la psicología profunda tienen equivalentes bíblicos. A esto contesta Fritz Weber en la revista trimestral del Bibelbund 1/88, pág. 105: «Hay que protestar firme y categóricamente contra esta declaración de Wanner: Si se mira históricamente, fue justamente al revés. Fisiólogos y médicos que habían acabado o roto radicalmente con el cristianismo, la revelación divina, la imagen del hombre que presenta la Biblia y habían dejado de contar con los demonios... se vieron ante la necesidad de encontrar explicaciones para ciertos fenómenos del alma humana que hasta entonces habían sido interpretados bíblicamente».

Es estremecedor leer lo que Borngraeber opina sobre el hipnotismo que con frecuencia se aplica junto con el psicoanálisis: «La hipnosis no es artificio del diablo como muchos piensan. No es otra cosa sino un estado de conciencia especial que puede provocarse en cada persona más o menos rápidamente.

Hay síntomas de enfermedades que sólo se pueden curar por medio de la hipnosis... En la hipnosis ocurre como un relajamiento del estado de conciencia. Entonces puedo hacer con la persona lo que yo crea bueno. La hipnosis desempeña un papel importante en la vida (Stanger, Samuel Hebich). ¿Por qué no se puede usar también para bendición?... Es posible utilizar aún tales fuerzas psíquicas si están santificadas. Lo importante es quién las utiliza» (pág. 14).

Sin duda alguna, Borngraeber la aplicó. Teniendo en cuenta que hasta el mismo Freud renunció al tratamiento por hipnosis (y después también al de la sugestión), después de haberlo aplicado durante años, porque reconoció, entre otros, el peligro de que el paciente quedara sujeto al psiquiatra, entonces, es grave que hasta el día de hoy «todas las formas de la psiquiatría y psicoterapia apliquen como método la sugestión que también han denominado ‘la hermana menor de la hipnosis’» (Nannen). Y más grave aún es el que estas cosas entren en la consejería espiritual.

Después de haber defendido bien el psicoanálisis habiéndole, sin duda, aplicado personalmente durante décadas en su consejería espiritual, parece extraño lo que dice después en las páginas 44-47. Ahí se apaga bastante su euforia psicoanalítica y uno se pregunta asombrado, por qué ha invertido en las páginas precedentes tanta confianza en una teoría explícitamente ateísta y califica de peligrosos sólo a los psicoanalistas que NO SON CREYENTES.

Cita: «El psicoanálisis puede liberar al hombre de cargas particulares, pero nunca es capaz de desatarlo de las últimas y más profundas bases de su ser. A éstas el psicoanálisis sencillamente les da el nombre de ‘infantilismos’, intentando con ello reducir la conciencia de culpabilidad y aplicando normas equivocadas... Por eso puede causar graves daños también en la vida de los hijos de Dios. Quedan privados de un criterio para poder evaluar lo que es pecado y lo que no... Desaparecen las normas divinas... Precisamente porque el psicoanálisis es una imitación tan grande y poderosa de la ‘redención’ verdadera, pero valiéndose de una norma inferior, y eso es lo fatal, ahí está lo satánico, lo devastador... El psicoanálisis tiene mucho que decirnos. Pero necesitamos una visión clara para ver las devastaciones que puede ocasionar.

Por esta causa un hijo de Dios no debe ponerse en manos del psicoanálisis».

Vemos, pues, aquí el insólito intento de querer cristianizar una doctrina reconocida claramente como falsa sólo por añadirle ciertos valores bíblicos. De la misma manera, Borngraeber ha aceptado la teoría freudiana de los impulsos. Y en el último capítulo afirma otra vez la necesidad de sacar a luz sucesos vergonzosos que el afectado había reprimido. Estos a veces sólo salen después de vencer "cierta resistencia" del paciente. Luego dice: «Se analiza lo que ha salido. Para ello se requiere un espíritu iluminado; uno entre mil ha recibido esa gracia de poder sacar con este método a personas de su aflicción moral».

Después de una aceptación entusiástica de esta combinación "lograda" de consejería espiritual y psicoanálisis, sus sucesores han reconocido que la psicología, también la de Borngraeber, es una "ciencia mundana", y han borrado por lo menos del programa de sus conferencias las ponencias sobre este tema.

Finalmente quiero mencionar que (según Hemminger, Psychotherapie, Wegzum Glück? [La psicoterapia, ¿el camino a la felicidad?]) la mayoría de los métodos psicológicos «no tienen una cuota de éxito mayor que el trato sencillo y amable con las personas. Muchas veces los pacientes en la lista de espera de una clínica psiquiátrica se sienten sanados antes de haber sido tratados» (Thomas Schirrmacher, Buchbesprechung B&G 1/1990, pág 109).

Dando demasiada importancia a la consejería espiritual

Muchos cristianos no conocen las dimensiones de la redención en Cristo, lo cual ha motivado la sobrevaloración de la consejería espiritual en muchos lugares. La necesidad de “ayuda espiritual” entre los hijos de Dios es, por lo general, el resultado de una predicación unilateral en la que se desatiende el avisar y corregir.

Para los recién convertidos y los casos especialmente difíciles, son seguramente una ayuda las conversaciones personales con creyentes maduros que les exponen la gracia de Dios en amor y sensatez. El consejero moderno, sin embargo, parece haberse convertido más bien en un mediador entre el creyente y Dios. Cuando se tiene problemas, lo que se hace es acudir al consejero más próximo para obtener consejo, ayuda y consuelo. Muchos hijos de Dios inseguros creen necesitar la ayuda espiritual regularmente. El énfasis parece haber pasado de la persona central del Redentor que salva y sana el alma, Cristo, el Señor, a quien le es dada toda potestad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18), a personas especializadas: a los consejeros.

El “paciente” espera literalmente ayuda de segunda mano; de ahí el cambio frecuente de un consejero a otro y de un lugar de terapia a otro. Eso indica una dependencia de personas, lo cual es incompatible con el evangelio.

¿Cómo es posible este desarrollo equivocado dentro de la iglesia de Cristo? La raíz del problema está en no reconocer y no aceptar la obra perfecta de redención y liberación consumada por Cristo, aparte de la predicación insuficiente. Algunos creyentes luchan y oran durante días y noches para conseguir liberación de ataduras y temores, sin obtener ni el más mínimo éxito. Acometen contra el cielo con lágrimas pidiendo cosas ¡que hace tiempo que ya han ocurrido! En el momento en que arrepentidos aceptamos a Jesucristo como salvador y redentor, entra en vigor su obra de salvación para nosotros y somos redimidos.

La obra de liberación subsiguiente es nada más que un asunto de fe y obediencia. Esto, naturalmente, es también un proceso de crecimiento, pero la disposición a oír la Palabra de Dios es igualmente decisión y voluntad. Dios ofrece su gracia, el hombre sólo tiene que tomarla. Dios quiere que todos los hombres sean salvos (1 Ti. 2:4). Jesucristo dice: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace...” (Mt. 7:24) y “...al que a mí viene, no le echo fuera”. Así que, el que pone toda su confianza en la victoria y redención de Jesucristo, quedará libre también de todas las ataduras del diablo. Nuestro cuerpo aún no está redimido (Ro. 8:23), pero estamos bendecidos “con toda BENDICIÓN ESPIRITUAL... en Cristo”, teniendo ya las arras (el anticipo) de esta bendición (Ef. 1:3-14; Col. 1:27). Aquel que durante años una y otra vez suplica redención y liberación, lo que hace no es otra cosa sino dudar de la credibilidad de Dios que envió a Cristo para redimirnos y que por medio de Pablo testifica que “...si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).

Jesucristo nos da la promesa: “...si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36).

La iglesia de los últimos tiempos (Hch. 20:29-30) que ha perdido su seguridad por diversas enseñanzas, influencias y errores, comúnmente es desamparada por sus pastores, o bien porque ellos mismos están seducidos o son incapaces o poco advertidos. En muchos lugares falta el ministerio neotestamentario genuino de la noutesis, expresión que nuestras Biblias suelen traducir como «amonestación» o «exhortación». Pero esta palabra implica más, incluyendo la corrección y la advertencia. Esto también es un servicio por amor que concierne nuestro tema (Trastornos del alma ocasionados por una religiosidad oculto-mística), ya que la Palabra de Dios revela los nexos: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?” (1 Co. 10:21, 22).

Dondequiera que en la predicación se descuiden estas advertencias y otras correcciones concretas de la Biblia, porque no son tan agradables a los oídos, será necesario después un asesoramiento individual. Por faltar la exhortación, en muchas iglesias se han deformado las normas, de modo que surgen problemas con los que antes sólo se veía afectado el mundo.

Pero hay que decir una cosa: Aunque los responsables muchas veces no se ocupen de todo lo que debería entrar en su servicio (compárese con Hch. 20:28), eso no puede ser una excusa para el miembro individual de la iglesia que tiene la posibilidad de leer por sí mismo en la Biblia. Aparte de esto hay muchas herramientas de ayuda (literatura y estudios bíblicos en cassettes) y posibilidades de asistir a otras predicaciones.

Naturalmente, se debería aprovechar la posibilidad de hablar ocasionalmente sobre ciertas preguntas con hermanos maduros, y tener conversaciones personales para obtener aliento y orientación sobre la voluntad de Dios para una determinada situación. Hallamos ejemplos de esta ayuda mutua en: Hechos 18:26 (enseñanza); Mateo 18:15 y Santiago 5:19-20 (reprensión); Hechos 17:11 (escudriñar en las Escrituras). Y que todo se haga según 1 Juan 3:16-4:6 en el amor a los hermanos y a la verdad. Pero la costumbre de acudir constantemente a un consejero llevará al creyente a una peligrosa falta de independencia. Especialmente el auge de la psicología y el espíritu carismático que induce al error son capaces de hacer que las personas (especialmente las jóvenes) dependan de ellos.

Jamás debemos permitir que personas dependan personalmente de nosotros, ni siquiera en nuestro servicio como consejeros, sino que siempre debe ser nuestra meta guiar al creyente a la independencia para que espere toda ayuda del Señor Jesucristo. Con respecto a Dios seguimos siendo “hijitos” (1 Jn. 4:4; Mt. 18:3), pero en lo que respecta a nuestra vida debemos crecer para ser personas maduras y emancipadas que buscan al Señor y sus respuestas en las Escrituras y no en un consejero espiritual: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (He. 5:12-14).

La enseñanza, la orientación y la amonestación son de gran valor en una iglesia fundada en la Biblia, pero para ciertas circunstancias, cada hijo de Dios tiene que haber aprendido a hallar una decisión importante o un consuelo frente a la aflicción y la desesperación por su relación personal con el Señor y su Palabra sin un intermediario humano. La frase siguiente podrá sonar dura, pero será una ayuda para reflexionar: «Necesitará constantemente un ‘consejero espiritual’ el que reciba insuficiente enseñanza, el que no ‘crea’ en el sentido bíblico, es decir, confiando y siendo fiel, el que no quiera obedecer a la Palabra de Dios y no se ‘despoje’ según las instrucciones de los apóstoles (Ef. 4:22-6:9)».

Lo que sigue tampoco concordará con la costumbre moderna de suavizar psicológicamente y andar con zapatos de fieltro, cosas que por experiencia sabemos que alejan de Dios y a veces sólo desvían y aplazan los problemas; pero concuerda con mi dolor por la aflicción del otro y la experiencia vivida con agradecimiento de que la Palabra de Dios y su obrar por el Espíritu Santo (de manera apacible e invisible) libera y sana el alma cuando verdaderamente se desea.

Sólo podrá ser nuestra tarea testificar y hacerle ver al oprimido la redención completa en Cristo para el alma y el espíritu, porque sólo aquel es verdaderamente libre, a quien el Hijo haya libertado (Jn. 8:36); no aquel a quien el señor fulano o el hermano mengano o el pastor zutano haya pronunciado libre por su supuesta autoridad. La obra de la redención ocurrió en el Gólgota.

Podemos aceptarlo para nosotros por medio de la fe, aferrarnos a ello agradecidos y guardarlo siendo fieles a la Escritura (Ap. 3:8). “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Col. 1:12-14).

Palabras de aliento para una persona que sufría bajo opresión demoníaca por acudir a un asesoramiento pastoral oculto-místico

Sus impresiones, sentimientos, ideas y temores, de los que no logra desprenderse y de los que habla una y otra vez, son los resultados de la evaluación equivocada de su estado presente; pero estos no cuentan delante de Dios, que conoce su problema y ya hace mucho tiempo que lo ha superado en Cristo Jesús.

Su estado, sin embargo, es la consecuencia de una “orientación” diabólica que omite el hecho de la victoria ya obtenida por Jesucristo sobre todos los poderes de las tinieblas. Las enseñanzas y los métodos de esta así llamada consejería bíblica no están en conformidad con el testimonio de las Sagradas Escrituras. Son engendros de la imaginación de hombres que ellos mismos están bajo la influencia de poderes de las tinieblas y que sugestionan y provocan fenómenos de posesión demoníaca en sus víctimas que aceptan tal doctrina. La consecuencia es que les han metido dentro de un círculo vicioso de ideas obsesivas que pueden desembocar en (peligrosos) actos compulsivos o rituales (neurosis obsesivo-compulsivas).

Aquí el único remedio es un cambio total en la manera de pensar, o si lo expresamos bíblicamente: ARREPENTIMIENTO. Esto podrá asombrarle, porque para el arrepentimiento es necesario haber incurrido en una culpa.

Usted ha reconocido sus faltas ocultistas anteriores y hace tiempo que las ha confesado delante de Dios. Eso es suficiente. Ha roto con su vida anterior y por fe ha aceptado el perdón. Esto también es suficiente.

Pero entonces ¿cuál es la causa de su inseguridad y opresión que aún permanecen? Posiblemente sea por esto: Aunque usted ha aceptado la redención y liberación prometida en la Biblia, sin embargo, no la ha guardado con fe, porque hizo más caso de sus impresiones, sentimientos y temores que de las promesas seguras de la Palabra de Dios. Más aún: Usted puso todas sus esperanzas en supuestos asesoramientos o consejeros “con poder”, es decir, ha confiado más en personas que en Jesucristo, el Señor, que es el único que puede salvar y liberar. Las personas sólo deben señalar el camino hacia la Palabra de Dios, nada más. El ir corriendo de un consejero a otro por miedo y desaliento, deshonra a Dios y es un indicio de incredulidad. Pero la incredulidad o la fe mal dirigida en una persona apenas liberada, abre de nuevo las puertas a los poderes de las tinieblas (2 P. 2:18-19).

Una vez para siempre: A Satanás y a sus poderes de las tinieblas no se les vence por “reprimirlos en el nombre de Jesús” por parte de una persona que quiere usurpar las señales de un apóstol (compárese 2 Co. 12:12 con Hch. 19:11-16). Tampoco se vencen por medio de un exorcismo o pretendiendo “atar” los demonios, sino sencillamente por su fe en la victoria de Jesucristo obtenida también para usted personalmente, y por desechar las obras de las tinieblas según Romanos 13:12 y acudiendo al mismo tiempo a la Palabra de Dios con diligencia: “...desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Ro. 13:12).

El centro de nuestra vida ya no es el Yo con sus experiencias, sino únicamente el Hijo de Dios que vino a este mundo como Salvador, para que tengamos plenitud de vida, una vida que entra en la vida eterna (comparar Jn. 6:27). Entonces lo que cuenta es esto: “Y ellos le han vencido (a Satanás) por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos...” (Ap. 12:11); o en las palabras de Pablo: “...me esperan prisiones y tribulaciones (aquí habla de circunstancias reales). Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hch. 20:23-24).

En su mano está decidirse entre la esclavitud y la libertad. Tiene que escoger. Y puede olvidar lo que queda atrás, ¡el pasado sólo se domina por la fe!, y extenderse a lo que está delante (Fil. 3:13-14).

Esto quiere decir: ¡Comenzar de nuevo! ¡Aceptar este nuevo comienzo con agradecimiento y alegría! Nunca es tarde para esto.

Toda la gratitud y la gloria son para Jesucristo, “a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1 P. 1:8).

Una dependencia manipulada

Los pentecostales y sus seguidores carismáticos a veces consiguen por la fuerza que una persona revele sus pecados ocultos u olvidados. Esto se lleva a cabo con la ayuda de personas con facultades paranormales, es decir, los profetas o las profetisas. Los sucesores de Freud hacen lo mismo con trucos psicoanalíticos (la asociación libre a base de palabras estimulantes, la coacción que ejerce el grupo, la sugestión, la interpretación de los sueños, la hipnosis, etc.). A fin de cuentas, todo esto se encuentra sobre la misma base: asesoramiento ocultista. Pero lo más peligroso es la mezcla de ambos elementos en la consejería pastoral moderna. Si allí de remate se habla del pecado y del perdón por medio de la cruz de Cristo, es inicialmente muy difícil para el creyente ver el engaño de este falso método aplicado. Después lo que hay ya es una dependencia manipulada. Eso se ve claramente en el consejo que da Wilhard Becker, por ejemplo: «Es parte de la práctica del equipo, entregarse a el. En todas las cuestiones importantes de la vida, tomará sus decisiones dependiendo de lo que el equipo le aconseje...»

Frecuentemente se produce una atadura por el temor justificado de que el consejero o el grupo (equipo) pudiera aprovecharse del hecho de saber de ciertas situaciones o pecados personales y hacer uso de ese poder en el caso de que no estuviera de acuerdo con su doctrina. El que tiene su alma enferma no es puesto en libertad para que goce de la libertad del creyente ni de una salud espiritual, sino que queda bajo una nueva sujeción, siendo esta vez el consejero, el grupo o el método ocultista quienes le encadenan. (Véase Mt. 15:9: “...mandamientos de hombres”).

Es muy difícil desprenderse, pero no es imposible. El afectado puede reconocer por medio de la lectura de la Biblia que solamente su dependencia del Hijo de Dios, Jesucristo, le puede liberar de todo sometimiento a personas. El oprimido gozará otra vez de la libertad perdida si se aparta consecuentemente de estos métodos que salen de una fuente oscura, y si confía incondicionalmente en el hecho de que Cristo hace tiempo que ya venció todos los poderes y las potencias de las tinieblas liberando también de la obligación de confesarse (que proviene del catolicismo). La Palabra de Dios dice: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Col. 2:8-10).

Una confesión forzada por trucos psicológicos y paranormales es tan dudosa como una conversión obtenida a fuerza de insistencia por apariciones ocultistas “celestiales” o infernales.

El Espíritu de Dios, en cambio, quiere convencernos en lo más íntimo de nuestro ser por medio de la Palabra de la Biblia. Quiere ponernos como voluntarios al pie de la cruz de Cristo, donde obtenemos el perdón, y después de haber aceptado con gozo este regalo quiere guiarnos en una vida de obediencia por gratitud y amor.

Repetimos: La fe viene por la predicación, y la predicación por la Palabra de Dios, todo lo demás es manipulación humana, psicológica u ocultista.

Bueno, ya sabemos lo mucho que el movimiento carismático está impregnado de la psicología. Basta examinar superficialmente la literatura pentecostal para ver una cosa asombrosa: muchos de los líderes son de profesión psicólogos, psicoterapeutas y psiquiatras o defienden la incorporación de la psicoterapia (entre ellos hay también colaboradores católicos, lo cual es significativo).

Hay pocos que pueden hacer frente a esta hábil manipulación psicológica, las “señales y milagros”, las afirmaciones borrosas y los muchos métodos de intimidación. Así se explica que muchos de los que en su iglesia sienten la falta de sana doctrina y calor, o de los que buscan la verdad en países aún no cristianizados caen de buena fe en la trampa de la “viveza” y las doctrinas carismáticas, y más siendo cosas que complacen al hombre carnalmente piadoso. Supuestamente ya no necesita sólo creer, sino que puede “ver” (contrastando con 2 Co. 5:7), además adquiere confianza en sí mismo por sus dones sobrenaturales; puede exhibir visiones, lenguas, profecías. El orgullo que esto trae a menudo, le hace reaccionar de manera esquiva, sombrío o muy enfadado ante la menor protesta.

Por eso no me impresionan las listas fanfarronas de éxitos de las distintas iglesias pentecostales ni las cifras de crecimiento imponentes que presentan, cosa muy corriente en este movimiento.

Resumen y perspectivas

Quizá haya alguien que haga esta pregunta: «¿Por qué permite Dios esta oscura confusión en Su iglesia?» La Biblia tiene las respuestas. En los planes de Dios está el permitir ciertas cosas, no sólo en el mundo, sino también en la vida de sus hijos.

• El mundo idólatra según Hechos 7:42 y Romanos 1:24, 26, 28 está “entregado” (o dejado) reiteradas veces por parte de Dios.

• En 2 Timoteo 3:5, 4:3-4; 2 Tesalonicenses 2:10-12 se relata el modo de obrar de Dios con los “que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” y con los apóstatas igualmente.

• Los creyentes escogidos, en cambio, están bajo su amor disciplinante según Tito 2:12 y Hebreos 12:6-10.

Bajo Su mano disciplinante, Dios a veces nos deja andar por nuestros propios caminos equivocados o enredados (por testarudos), por los que generalmente arrastramos también a otros. Pero Dios nos busca con gran paciencia (también castigándonos) aconsejándonos y avisándonos en Su Palabra, para conducirnos del error al buen camino. Pero por estar tan firmemente seguros de nosotros mismos, por estar tan crónicamente apegados a nuestro viejo hombre, a nuestras ideas preferidas y a las doctrinas de hombres, por nuestra dependencia a veces durante años de supuestos hermanos “con poder” (en mi caso fueron los pentecostales), durante mucho tiempo pasamos por alto la voz que nos avisa en nuestro corazón. Así, lentamente dejamos de pensar por nuestra cuenta, siguiendo sólo las reflexiones de otros y repitiendo como un eco enseñanzas y doctrinas equivocadas, con todas las consecuencias funestas conocidas. Aún así Dios es a menudo misericordioso en cuanto a la medida del castigo para sus hijos, pero, no obstante, no debemos tentarle (Mt. 4:1-7).

Somos conscientes de que no podremos frenar “todo engaño” de la era del Anticristo (véase 2 Ts. 2:9-11), ya que el pueblo de Dios no se percata de Satanás hasta que no anda alrededor como “león rugiente”. Cuando aparece disfrazado como ángel de luz, casi todo cae a sus pies. Pero a pesar de ello muchos miembros de las iglesias no han dejado desanimarse y han vivido particularmente la bendición de Dios por acatar Judas 22 y 23: “A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”.

A través de toda la Biblia hay advertencias contra la seducción, y este engaño es una de las señales más destacadas de los últimos tiempos (Mt. 24:3-4; 2 Jn. 7). Los avisos no están ahí para infundir temor, sino para que estemos informados y alertas y nos podamos guardar del error: “...pues aquel que fue engendrado por Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca” (1 Jn. 5:18). (Versión Reina-Valera antes de la revisión de 1960).

Se nos ha dado una armadura para nuestra defensa y con ella podemos resistir contra los ataques del enemigo (Ef. 6:10-20). Pero tenemos que ponérnosla, ¡eso es lo más importante! Nuestra lucha no es contra carne ni sangre.

Luchamos por la sana doctrina, no contra personas y tampoco contra hermanos equivocados como personas, sino contra aquella parte de sus doctrinas engañosas que provienen de las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. No luchamos con magia, provocando a los poderes de las tinieblas para que se manifiesten, enredándonos en conversaciones con ellos y “dándoles órdenes”. Aquí nos exhortan Judas 1:9-10 y 2 Pedro 2:10-11.

El exorcismo que se está propagando cada vez más y también la “magia de la sangre” (invocar la sangre de Jesús) practicada en muchos lugares, son métodos de combate carnales y del ámbito de la magia. Tampoco hacemos pactos con un Mundo religioso de manera cristiano-carnal con el objetivo de combatir juntos contra el enemigo común: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos...” (2 Co. 6:14a).

Ambas cosas, el modo de combate mágico y el carnal, llevan a la dependencia, o bien de los poderes o bien de personas. Nosotros sólo defendemos el terreno sobre el cual nos ha puesto Cristo; y “...la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef. 6:17) ha de ser nuestra única arma: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y (=gr. kaî) útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16), “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Ef. 4:14).

La Palabra de Dios es perfecta. No hay necesidad alguna de nuevas o repetidas revelaciones. El Espíritu Santo ha inspirado y concluido completamente la Palabra (Ap. 22:18). Tenemos la palabra profética en la Biblia. En este tiempo de gracia de la Iglesia sobre la tierra, el Espíritu Santo no dará más revelaciones (profecías), ni generales ni personales.

Una buena motivación y el deseo sincero de recibir una “bendición” especial para el servicio son impulsos humanamente comprensibles, y también el deseo de tener “experiencias” directas con el Señor, pero no son ninguna protección, sino todo lo contrario: La Palabra de Dios nos avisa muchas veces de las consecuencias de traspasar los límites, por ejemplo en 1 Corintios 4:6: “...no pensar más de lo que está escrito...” y Apocalipsis 22:18: “...Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro”.

Hasta los más sinceros pueden ser engañados si no se mantienen dentro de los límites sobrios de la Biblia. Ellos precisamente son el botín preferido del diablo. Qué testimonio más negativo delante del mundo, si después de continuas anomalías algún día usted tuviera que ser ingresado en una clínica psiquiátrica. La aflicción del afectado y de sus familiares es otro triunfo para el infierno. Aún es cierto que no todos los que hablan en lenguas o tienen visiones, etc., sufren este destino, pero el porcentaje es ahora descomunalmente elevado, como ya se ha explicado. También hay que tener en cuenta que, por razones comprensibles, muchas veces estos casos no se hacen públicos. Tratándose de cristianos nacidos de nuevo, podemos estar seguros de una cosa: Sin el permiso de Dios nada puede tocar a Sus hijos. El Señor quiere vernos experimentados y fuertes en la fe. Por su Palabra nos avisa lo suficiente en cuanto al peligro de seducción, y Él nos prueba. Pero en todo esto no nos deja solos: en el Gólgota Jesucristo venció al enemigo de un modo general. Estamos del lado del vencedor y en todas las pruebas y los ataques del enemigo actuamos desde esa posición. Dios no nos deja sin ayuda. Podemos estar seguros de que él se hace cargo de todo lo que le entregamos por fe y llenos de confianza. Otra vez, Jesucristo dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados...”

¿Es esto sólo para los que están lejos? No, precisamente para los que están cerca, para los que han sucumbido a la tentación, para los negligentes, para los que han sido asaltados de imprevisto. Y continúa diciendo así: “...y yo os haré descansar... hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt. 11:28-29).

Él cumple sus promesas, sólo tenemos que echar mano de ellas en la fe, sólo tenemos que acudir a Él, prestar atención a Su Palabra, darle las gracias por la redención consumada y por la certidumbre de nuestra salvación eterna. No tenemos promesas para el cuerpo terrenal: enfermedad (2 Ti. 4:20), dolores (2 Co. 12:9) y la muerte (2 Co. 5:4) son cosas que también los hijos de Dios tienen que sufrir, pero nuestras almas ya aquí en la tierra pueden tener una esperanza concreta (2 Co. 5:1) y con ello participar de la gloria celestial, y recobrar la salud por ello: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co. 4:16). “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada (es decir, no falsificada), para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor... Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo... Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado... Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:2-9).

Así que no tenemos absolutamente nada que ver con las tinieblas siendo hijos de Dios (Jn. 1:12), y éstas no tienen ni el más mínimo derecho sobre nuestro espíritu o nuestra alma. Una neurosis eclesiogénea, que es un trastorno del alma originado por la fe, es una contradicción en sí misma. La Palabra de Dios, por el contrario, nos ha llamado a una gran comisión, por ejemplo con Efesios 1:12-14: “A fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su glo

Escrito por Rudi Holzhauer

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