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LAS ULTIMAS PALABRAS DE MARTIN LUTERO

Por Steven Lawson

El 23 de enero de 1546, Martín Lutero viajó a Eisleben, su ciudad natal, para arbitrar una disputa familiar entre dos hermanos, los condes de Mansfield. A través de su mediación, los dos se reconciliaron. Sin embargo, Lutero, con sesenta y dos años y cansado de las muchas demandas en su vida, cayó enfermo. Sabiendo que el fin estaba cerca, escribió su última voluntad y testamento. Se inició con las palabras: “Yo soy bien conocido en el cielo, en la tierra y en el infierno,” una afirmación verdadera sobre el resultado de su postura audaz en toda su vida.

En sus últimos momentos, su amigo Justus Jonas le preguntó a Lutero: “¿Quieres morir afirmando la posición en Cristo y la doctrina que has enseñado?” Él respondió enfáticamente: “¡Sí!” Fueron las últimas palabras de Lutero: “Somos mendigos. Esto es verdad.”

“Somos mendigos. Esto es verdad.” —Martin Lutero

Él murió en Eisleben el 18 de febrero de 1546, a la vista de la fuente donde fue bautizado cuando era un bebé. El cuerpo de Lutero se llevó a Wittenberg como miles de personas alineándose en la ruta. Las campanas de las iglesias resonaron a su líder caído.

Lutero fue sepultado, apropiadamente, en la iglesia del castillo de Wittenberg. Esta fue la misma iglesia donde, veintinueve años antes, había clavado sus noventa y cinco tesis. Su lugar de descanso final fue inmediatamente debajo del púlpito, donde tantas veces se levantó para predicar la Palabra. Su esposa, Katherine, escribió:

“Porque ¿quién no estaría triste y afligido por la pérdida de un hombre tan valioso como era mi amado señor. Hizo grandes cosas, no sólo para una ciudad o un país único, sino para el mundo entero.”

La influencia de su marido, en efecto, llego a todo el mundo.

Este artículo es un extracto del nuevo libro de Steven Lawson, The Heroic Boldness of Martin Luther.

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