En medio de los fuertes choques que enfrentan a manifestantes palestinos con las Fuerzas de Defensa de Israel, una abuela intenta mediar entre ambas partes.
En los últimos días, Cisjordania viene siendo escenario de protestas a raís del reconocimiento por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de Jerusalén como capital de Israel.
En una calle de la ciudad palestina de Belén, escenario de fuertes enfrentamientos de los manifestantes palestinos con las Fuerzas de Defensa de Israel, una abuela ha intentado mediar entre ambas partes.
En este video se ve cómo la mujer se acerca a los soldados israelíes y luego a los jóvenes palestinos que arrojan piedras contra ellos. La señora parece amonestarlos pero, al mismo tiempo, trata de reconciliarlos.
La paz y la contención
En las Escrituras se han profetizado los tiempos peligrosos en los que vivimos. Se ha previsto nuestra época como una etapa de “fuegos, y tempestades, y vapores de humo en países extranjeros… guerras, rumores de guerras y terremotos en diversos lugares… en que habrá grandes contaminaciones sobre la superficie de la tierra… y toda clase de abominaciones”.
Esa profecía hace eco al relato de las Escrituras de la segunda generación de la vida humana sobre la tierra: “Y en aquellos días Satanás ejercía gran dominio entre los hombres y agitaba sus corazones a la ira; y desde entonces hubo guerras y derramamiento de sangre; y buscando poder, el hombre levantaba su mano en contra de su propio hermano…”. Desde los tiempos de Caín y Abel, de Esaú y Jacob, y de José que fue vendido para Egipto, las enemistades familiares han alimentado las llamas de la hostilidad.
El odio entre hermanos y vecinos ha llegado en la actualidad a reducir ciudades sagradas a urbes de dolor. Cuando pienso en la difícil situación de esos lugares, acude a mi memoria el proverbio: “Los hombres escarnecedores ponen la ciudad en llamas; mas los sabios apartan la ira”.
Jesús enseñó la Regla de Oro: “…todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos…”. Este principio se encuentra en casi todas las religiones principales.
La paz sí es posible
Por motivo de la larga historia de las hostilidades que ha habido sobre la tierra, muchas personas consideran que la paz no se puede conseguir. No estoy de acuerdo con eso; la paz sí es posible. Podemos aprender a amar a nuestros semejantes de todo el mundo. Sean judíos, musulmanes o correligionarios cristianos, o sean hinduistas, budistas u otros, sí podemos vivir juntos con admiración y respeto mutuos, sin renunciar a nuestras convicciones religiosas.
Las cosas que tenemos en común son de mayor envergadura que nuestras diferencias. La paz es una virtud de importancia fundamental que debemos procurar alcanzar. Los profetas del Antiguo Testamento creyeron que era posible y nosotros también debemos creerlo. El salmista dijo: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, “…hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra”.
La esperanza del mundo es el Príncipe de Paz: nuestro Creador, Salvador, Jehová y Juez. Él nos ofrece la vida buena, la vida en abundancia y la vida eterna. La vida tranquila y la prosperidad están al alcance de los que cumplan Sus preceptos y sigan Su sendero que conduce a la paz. Esto testifico a todo el mundo.