Patricia Sandoval nació en California (EEUU) en el seno de una familia de origen mejicano que se consideraba católica, si bien en la práctica vivían muy lejos del Señor, empapados de las doctrinas y formas de “espiritualidad” de la Nueva Era: “Nosotros no conocíamos a Dios, no conocíamos quién era la Virgen, no conocíamos la vida de los santos, no sabíamos rezar el rosario…
En realidad, no practicábamos la fe en casa. Nosotros practicábamos la Nueva Era. Decíamos que éramos católicos, pero practicábamos la Nueva Era. Creíamos mucho en la reencarnación, en el yoga, los psíquicos… Mis hermanos y yo jugábamos a la ouija… En mi casa no había mucha bendición, la verdad”.
Cuando apenas tenía doce años, sus padres se separaron: “No teníamos a Dios en nuestra familia. No orábamos como familia, mis papas no oraban como matrimonio. Como no había bendición se separaron, se divorciaron. Yo tenía doce años, y fue algo muy doloroso para mí. El hecho de tener a mi familia desunida todavía me afecta un poco siendo grande”. Patricia comenzó a ejercer de “madre de familia”, ocupándose de su padre y de su hermano pequeño. A cambio, su padre le daba mucha libertad para salir de casa y ningún horario para regresar: “Mi papá se convierte en mi mejor amigo y yo me convierto en la mamá, en la mamá de mi hermanito. Yo me convierto en… Todo lo que ella hacía como esposa, yo empecé a cocinar, a limpiar y a todo. (…) No había disciplina en mi casa, me dejaba hacer lo que yo quería: me dejaba salir, me dejaba llegar a la hora que yo quería. Tenía muchísima confianza. Entonces ahí es donde salgo embarazada”.
Actuando según los criterios del “sexo seguro” con que la educaban en el colegio, quedó embarazada: “Yo empecé con diecinueve años de edad. Practicando el sexo seguro. Y falló. Falló el sexo seguro. Entonces salgo embarazada, también a los diecinueve años”. “Yo no sabía que el amor verdadero se esperaba, que el amor verdadero se sacrificaba. Yo me dejaba ir por los placeres, me dejaba ir por las pasiones…” Por tres veces quedó embarazada, y una vez detrás de la otra, abortó a sus tres hijos.
“El primer embarazo no deseado la reacción fue… Lloré muchísimo, porque tenía muchísimo miedo. Miedo a qué iba a ser, qué iba a decir mi papá, qué es lo que iban a decir la familia de mí, qué van a decir de mi pobre padre, lo voy a dejar en vergüenza, mi cuerpo va a cambiar, no voy a poder lograr mis metas, mi carrera, mis estudios, mi vida se va a terminar aquí.” “Al principio decidí tenerlo porque mi novio lo quería tener y me daba su apoyo. El apoyo de él me ayudó mucho al principio del embarazo. Después de eso, volvió a entrarme el miedo. El miedo porque soy muy chica, no es el tiempo, no me conviene horita… Y todo viene a raíz del miedo. Pero todo era también egoísmo”.
Finalmente, y a escondidas de su novio, decidió abortar. Patricia se decía a sí misma: “«Bueno, no voy a llorar. Soy fuerte. Son cinco minutos. No es nada, es una vuelta de células. Todavía no es un bebé». Entonces yo decidí dominarlo, dominar el aborto, dominar todo. Y me hice la fuerte. Por eso, después del primer aborto, no derramé ni una lagrima, nada. Pero sí me afectó mucho mi mentalidad y mucho mis emociones porque me sentía vacía, me sentía triste”.
Patricia reconoce que esos abortos la endurecieron el corazón y la produjeron serios daños a nivel emocional. A su novio le dijo que había sido un aborto espontáneo. Y fue testigo de cómo afectó a su novio la pérdida de este bebé y cómo sufría él los síntomas del síndrome postaborto.
El segundo embarazo llegó poco después. La reacción fue inmediata: “Automáticamente no lo quiero. Pensé: Tengo un mes de embarazo, es una bolsa de células. Ya he abortado una vez, es más fácil esta vez, ya sé lo que me espera… Son cinco minutos y nadie se va a enterar de este aborto”. Es el momento en el que Planned Parenthood entra en su vida, porque elige esta clínica para realizar el aborto. “Con Planned Parenthood siempre me regalaban anticonceptivos, nunca me los cobraban. También me gustaba de ellos que cuando yo tenía citas con Planned Parenthood me decían: «Mira Patricia, vamos a hablar a tu casa y vamos a disfrazar nuestro nombre para que tu papá no se dé cuenta que nosotros estamos llamado. Los resultados de tus Papasnicolaus te los vamos a mandar en un sobre sin sello, para que tu papá no se dé cuenta de que llegan tus resultados, para que tu tengas tu privacidad». Entonces yo siempre pensaba: «¡Guau! Ellos en realidad están ayudando a los jóvenes para no tener problemas en casa y para prevenir enfermedades y prevenir cosas». Pero la verdad que no, es un engaño”.
Poco después, Patricia se descubre de nuevo embarazada: “El tercer embarazo fue de que no puedo creer que caí, no una ni dos, sino tres veces que me quedo embarazada. ¿Cómo es posible que en año y medio me quedo embarazada tres veces? No entendía por qué me fallaban los anticonceptivos, por qué no funcionaban si esto supuestamente era el sexo seguro. Y esta vez ya no quería sentirme culpable. Esa conciencia que me decía “traidora”, esa conciencia que me daba vergüenza de que había abortado… Ya no lo quería hacer sola. Entonces esta vez me llevo al novio -a la fuerza- y cuando veo la reacción de él, cuando veo que él se pone a llorar durante el aborto, que él tenía miedo, que él quedó muy afectado… y yo no… Yo era una piedra. Yo no me sentía mal, no me sentía triste. Me daba pena y me sentía culpable, pero no podía derramar ni una lagrima. Y cuando veo que él sí podía llorar ese aborto, ahí me doy cuenta: ¿Qué pasa con mi corazón? ¿Desde cuando se hizo tan frio… tan duro…? ¿Por qué él sí puede llorar una perdida… un aborto, y yo no, cuando yo soy la que estoy abortando? Después de ese tercer aborto, quería olvidarme del novio, quería olvidarme de todo. Quería enterrar esos abortos en lo más profundo de mi ser, y nunca decirle a nadie, y nunca hablar de ellos. Entonces, después el tercer aborto, dejo al novio y me mudo a otra ciudad”.
Tras el traslado a su nueva residencia, tuvo noticia de que la clínica de Planned Parenthood de esa ciudad necesitaba una enfermera bilingüe y ella comenzó a trabajar para ellos. Por lo tanto, conoció Planned Parenthood tanto como cliente, como trabajadora suya.
Su primera sorpresa es que la formaban para mentir a las mujeres para multiplicar así el número de abortos. Cada día, como una pesadilla real, después de cada aborto, debía asegurarse que todos los miembros del descuartizado cuerpo del bebé habían salido del útero materno. Allí comprendió que era mentira que en los primeros meses de embarazo el bebé solo fuera “unas vueltas de células”. Lo comprendió porque lo palpó con sus propias manos: “Cuando comencé a trabajar ahí descubrí una verdad muy cruda, muy real. Fui testigo de como engañaban a las mujeres para obtener más abortos. (…) Al principio yo pensé que yo iba a ayudar a las mujeres, que yo iba a estar ayudando a las jóvenes. Yo estaba muy entusiasmada, muy contenta de ser parte de ellos. Pero trabajando ahí es cuando me di cuenta de la verdad: de que todo era una mentira, todo era un engaño. A mí me dijeron: «Bueno, aquí en esta clínica, está prohibido usar la palabra bebé, él, ella, mamá o papá. Lo más importante de esta clínica es no permitir nunca que la mujer mire la pantalla durante su ecografía antes del aborto». Y cuando la encargada me dice: «Patricia, tú te encargas de que ninguna chica falte a su cita de aborto. Si vieras que tienen mucho miedo, tú tienes que hacer todo lo que esté en tu poder para que ella no falte. Tú les vas a decir que tú tuviste tres abortos, y que van a estar bien, y que no es más que una vuelta de células y eso es todo… Y el aborto no va a durar más de cinco minutos». Al principio me quedé un poco confundida, porque dije: «No es posible que ellos me estén entrenando para ocultar algo». Pero todavía no entendía mucho. Cuando asistí al primer aborto, era de una joven de dieciséis años, tenía tres meses de gestación su bebé, pero todavía yo creía que era una bolsa de células. En mi pensamiento yo decía: «Bueno, hasta los cinco meses no es un bebé en realidad». No sé por qué tenía este pensamiento. Y cuando me tocó buscar las partes de los bebés… Ese bebé me tocó buscar los brazos, las piernas, la cabeza… Ahí fue cuando dije: «Esto no es una bolsa de células, esto es un ser humano»”.
Patricia descubrió que lo que movía Planned Parenthood no era la preocupación por las mujeres sino únicamente el dinero: “Para ellos es muy importante promocionar el sexo seguro, ¿verdad? Supuestamente un sexo responsable. Ellos regalan anticonceptivos, regalan condones, se meten en las universidades, en los colegios… Pero en realidad están regalando los anticonceptivos más corrientes que hay. Si usted se mete en internet en los Estados Unidos, literalmente puedes poner algo así como condones más corrientes, anticonceptivos más corrientes. Y las primeras marcas que salen son las que ellos regalan. Lo que ellos quieren hacer es promocionar el sexo seguro, porque ellos saben que va a fallar. Regalan estos anticonceptivos corrientes porque van a fallar, y así van a obtener más abortos”.
Un día llegó a la clínica una joven de quince años, embarazada de gemelos. Tenía ya seis meses de embarazo e iba a abortarlos. Nunca había estado en el aborto de unos bebés en tan avanzado estado de gestación. Solo de pensarlo, se llenó de terror y huyó de la clínica: “Un día llega una joven de quince años, embarazada con gemelitos de seis meses. Entonces como yo ya había visto un bebé de cuatro meses de gestación, bastante grande – un bebe así de grande – imagínate un bebé de seis meses. Me espanté muchísimo y me salí de la clínica y nunca volví ahí”.
Fue en esos momentos cuando el síndrome del postaborto estalló en lo más profundo de su corazón. El peso de su conciencia se descargó sobre ella.
Entró con fuerza en el mundo de las drogas y lo perdió todo en ese espiral de autodestrucción: “Rompo con Plannned Parenthoot. Quedo totalmente traumada, reconociendo que yo había abortado tres veces, que maté tres veces, que yo asesine a tres hijos míos, propios, y a parte siendo cómplice, ayudando a otras mujeres a matar a sus hijos, engañándolas. Sentía mucha culpabilidad, mucho dolor y me metí muy fuerte en la droga. Pierdo todo, pierdo mi casa, pierdo mi carrera, pierdo mis estudios, pierdo mi familia, mis amigos… Y quedo tres años tirada totalmente, drogada en mi dolor, en las calles”.
Una fuerte experiencia de Dios y la ayuda de su madre, que en esos tres años había vuelto a su fe católica, la rescataron del infierno en que vivía: “Un día, bueno, es el día en que yo sentí que había tocado fondo, porque no tenía a nadie. Literalmente, yo estaba sola en una banqueta llorando, y lo único que tenía era a Dios. Yo recordaba el catecismo, yo recordaba a Jesús. Recordaba que Dios era mi papá. Lo poco que recordaba de Dios, empecé a hablar con Él y lo sentí en mi corazón muy fuerte. Y cuando yo miro al cielo le digo:
«Perdóname por lo que he hecho y gracias por todas las bendiciones que me has dado». Y en ese momento, empecé a llorar. Y así, en medio de mi llanto, sentí un abrazo. Y cuando yo abro mis ojos, está una jovencita de ojos azules llenos de misericordia que me dice: «Jesús te ama. Mientras que tú estabas aquí llorando sentada, yo te miraba por aquella ventana. Yo trabajo en aquel restaurante. Dios me habló y me dijo que te dijera que te amaba, que Él está contigo hasta el final de los tiempos». Entonces, esa chica me levanta de la calle y me lleva a casa. Y cuando me lleva a casa, gracias a Dios, mi mamá ya había tenido una conversión. Los tres años que yo estaba ausente, mi mamá estaba angustiada, entonces ella por tres años oró por mí…
“Cuando yo hice una confesión general de todos los pecados de mi vida sentí la misericordia de Él, que me perdonó todo, el amor de Él. Pero yo pude sanar y salir adelante y ser provida cuando sentí el perdón de mis hijos. Cuando pude sentir que ellos me perdonaban y que estaban orando por mí
… Es cuando yo pude, en realidad, perdonarme a mí misma por los abortos, y tuve el valor de defender la vida”.
Patricia termina su testimonio lanzando un mensaje de esperanza: “Yo quiero decirle a todas esas chicas que nunca es tarde para volver a empezar. El Señor ha tenido misericordia de mí, ha tenido misericordia de ti… Y no importa lo bajo que hayas caído: Dios siempre te levanta y Dios siempre te renueva, y siempre te devuelve esa dignidad que has perdido. Entonces todas esas mujeres que han abortado, sus hijos viven… Son madres todavía, y esos hijos están orando por ti, y algún día los vas a volver a ver, ¿verdad? Pero nunca es tarde para volver a empezar. Es posible, con la ayuda de Dios, transformar tu vida después de una desgracia”.
EL TESTIMONIO DE PATRICIA SANDOVAL SALVA HOY VIDAS, AQUI UNA MADRE LE ESCRIBE ÉSTA CARTA:
Hola, soy Marta. Soy enfermera y estoy estudiando actualmente unas oposiciones. A veces tengo problemas con disciplinarme en el estudio y también a veces mi fe se tambalea.
El martes 5 de abril, tras levantarme para iniciar otro día de estudio, decido mientras desayuno, ver un trozo del vídeo sobre el testimonio de Patricia Sandoval. Los de Derecho a Vivir me lo reenviaron el día anterior. Eso es algo no hago con vídeos largos, pues los dejo para momentos de descanso o ya para por la noche cuando acabo mi jornada, ya que entonces me arriesgo a que me pase lo que me pasó con éste: lo acabé viendo enterito. Dios se vale también de nuestras imperfecciones.
Quedé tan impresionada por la vivencia de Patricia Sandoval, que decido reenviar el vídeo a algunos contactos, entre ellos a otra Patricia, mi mejor amiga de la infancia.
A mi amiga Patricia hace 27 años que no la veo, salvo alguna vez, muy esporádicamente, y en un momento de adolescencia en que estábamos viviendo vidas totalmente distintas. Providencialmente, hemos retomado el contacto hace poco y sé que no ha tenido una vida fácil. La historia de Patricia Sandoval me recordó en cierta manera a la suya.
Acto seguido me voy a misa y justo predican en la homilía sobre el aborto, diciendo que era la Jornada por la Vida, y también la Fiesta de la Anunciación. Por la noche recibo el siguiente mensaje de mi amiga:
“Martita, no te puedes imaginar lo grande que es Dios, tu mensaje ha sido como una señal… mañana te llamo y te cuento, ahora estoy cansada… sólo decirte que estoy embarazada. Besos“.
Les transmito este mensaje a los de Derecho a Vivir. Me dicen que rezarán para que Dios me dé las palabras exactas para que ese bebé y su madre vivan.
Empiezo a pensar dónde me he metido, qué diré, qué haré…
De repente me viene un pensamiento a la cabeza que escuché de una entrevista al actor Eduardo Verástegui, donde él optó por decir a unos amigos que querían abortar, que le dieran el nino a él… Me puse aún más nerviosa y con más miedo, rezando para que todo fuera como ya me ponía en el mensaje y que no cambiara de opinión.
Al día siguiente hablamos y me cuenta que justo se había enterado la semana pasada de que estaba embarazada.
“Marta: estoy embarazada y había decidido abortar, pues estoy muy mal económicamente y ya tengo dos hijos… pero ver el testimonio de Patricia Sandoval nos salvó a mi hija y a mí”.
Y me suelta también, sin esperármelo:
“¡Además, justo en el día de la Anunciación!”.
Todo esto me hizo recordar la conexión con el día de ayer: Jornada de la Vida, Fiesta de la Anunciación… Es todo como me dijo otra amiga: Dios me inspiró a que reenviara el vídeo, y todo ha sido providencial. ¡Estamos en las manos de Dios cada segundo del día y tantas veces sin darnos cuenta!
A mí personalmente, ver este milagro me ha ayudado a crecer en mi fe, que a veces se va como durmiendo, hasta que de nuevo ¡zas!, quedo asombrada de nuevo de ver cómo Dios actúa.
Yo he tenido otros momentos muy concretos de gracias de Dios, pero éste ha sido especialísimo.
Por último, comentaros unas palabras de otra de mis mejores amigas, Bibiana, las cuales también me han llegado a mi corazón, que es de piedra, para ablandarlo. Son las siguientes: “Los malos no te quieren en el mundo, ahí afuera. Les da miedo tu fe. Dios te quiere en sus filas y te quiere bien valiente y decidida, con confianza en Él…”.
Solo puedo decir ¡¡Gloria a Dios!! y que acoja de forma muy especial a este nuevo bebé del cual… ¡¡seré la madrina!! Que Dios me dé la fortaleza para guiarle en el camino de la Fe.
Rezo por todos los que lean este testimonio, por favor recen por nosotras también.
¡Gracias, “Patricias”! ¡Gracias a Derecho a Vivir! ¡Bendito sea Dios!
Marta Silva