Miles de penitentes se flagelaron la espalda hasta dejarla en carne o arrastraron cruces de madera durante kilómetros para redimir sus pecados en el Jueves Santo filipino, famoso por sus ritos sangrientos.
En la provincia de Pampanga, al norte de Manila, devotos de todas las edades caminaron descalzos por las calles durante kilómetros hasta la histórica Catedral de San Fernando, construida a mediados del siglo XVIII durante la época de la colonización española.
A lo largo de la travesía muchos de los penitentes se azotaron con látigos, abriendo además incisiones con cuchillas para que la sangre refrescara sus espaldas en carne viva hasta llegar a la basílica, donde adultos y niños del público les propinaron unos últimos golpes.
A lo largo de la travesía muchos de los penitentes se azotaron con látigos, abriendo además incisiones con cuchillas para que la sangre refrescara sus espaldas en carne viva hasta llegar a la basílica, donde adultos y niños del público les propinaron unos últimos golpes.
Estos últimos generalmente van vestidos con una túnica morada o granate y llevan la cabeza cubierta con una capucha o un velo.
Buscar la redención experimentando en las propias carnes los tormentos que según la Biblia sufrió Jesucristo en el Calvario es una tradición muy extendida en Filipinas. La Iglesia Católica, sin embargo, la desaprueba.
"No hace falta que hagan estas cosas porque el Señor ya nos salvó hace más de dos mil años y con eso es suficiente", argumenta el sacerdote Ricarthy Macalino, vicerrector de la catedral.
El religioso explica que la Iglesia Católica, una institución muy influyente en la excolonia española, "no promueve estos sufrimientos autoinfligidos y flagelaciones" y trata de disuadir a los fieles, aunque tampoco se opone con contundencia ya que son costumbres muy arraigadas desde hace décadas.
Por su parte, las autoridades locales se han dado cuenta de que las tradiciones sangrientas han convertido a San Fernando en un destino turístico durante la Semana Santa e instan a los jóvenes de la región a hacerse con un látigo o una cruz y tomar parte activa en los ritos, según denuncian autoridades eclesiásticas.
Otro evento que prevé congregar a un gran número de visitantes -los organizadores esperan alcanzar 30 mil- es la crucifixión colectiva de varios devotos en la cercana localidad de San Pedro Cutud, un ritual que atrae cada año a multitudes de locales y turistas extranjeros.
Entre los feligreses que se ensartarán mañana en una cruz de madera estará Rubén Enaje, un pintor de 58 años conocido entre sus vecinos como "El Cristo del barangay (barrio)" por haberse hecho crucificar durante los últimos 31 años con clavos de acero cual Jesucristo en el monte Gólgota.