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"JESUS" AMIGO DE PUBLICANOS Y PECADORES- Un mensaje especial de Semana Santa-

Los fariseos de ayer y de hoy tal vez no entiendan que el hecho de que Jesús busque la amistad del pecador no implica que apruebe sus malas obras o le quite hierro al asunto, sino que quiere estar cerca de él para, precisamente, liberarle de ellas.

Una de las acusaciones que más frecuentemente lanzaban los fariseos a Jesús es la de que era “amigo de publicanos y pecadores” (Mt. 11, 19). A mí, personalmente, me parece que es de las mejores cosas que podían decir de Él. A los férreos defensores de la Ley les escandalizaba que el Maestro se sentara a comer con fulanas, con gente que no pisaba el Templo, con comerciantes de dudosa reputación, adúlteros, ladrones, fornicadores y demás ralea.

Me pregunto con quién se sentaría a la mesa hoy Jesús. Y me pregunto también si el fariseo que todos llevamos dentro se escandalizaría de los amigos que elegiría. Porque es seguro que el Mesías se rodearía nuevamente de prostitutas y pecadores. O, para ponerlo en términos actuales, se haría amigo de corruptos que se lucran a base de pelotazos urbanísticos; de drogadictos y alcohólicos; de lesbianas y parejas homosexuales; de aquel ateo recalcitrante de izquierdas con rastas y una camiseta del Che que está sentado en un banco fumándose un porro; de aquel chaval con piercings en el labio y tatuajes por todo el cuerpo; de aquella chica que vive con su novio y que no pisa la iglesia desde la Primera Comunión; del ratero que vive de robar bolsos a las abuelas y del hombre que ha sido condenado por maltratar a su mujer; de la chica vanidosa que se acuesta con quien sea necesario con tal de lograr unos minutos de fama; del pederasta y del hombre que lleva ya cuatro matrimonio rotos; del joven superficial que vive mirándose el ombligo y embriagado de placer en placer y del skin racista que encuentra divertido dar palizas por la calle.

Y es que los fariseos de ayer y de hoy tal vez no entiendan que el hecho de que Jesús busque la amistad del pecador no implica que apruebe sus malas obras o le quite hierro al asunto, sino que quiere estar cerca de él para, precisamente, liberarle de ellas.

Jesús no miraría la apariencia exterior de la persona -si lleva mechas verdes, vaqueros rotos, botas militares o las uñas pintadas de negro-, sino que sabría penetrar con su mirada cargada de amor el interior de ese hermano suyo y descubrir las heridas que le hacen sufrir y que le hacen, a la postre, un ser humano necesitado de redención y cariño.

La soberbia, el juzgar a los demás y el creerse justificado delante de Él y libres de pecado nos convertirían automáticamente en fariseos.

Porque, no lo neguemos, todos necesitamos ser sanados de nuestras heridas y rescatados de nuestras incoherencias y debilidades.

Sólo hay una cosa que reclama el Maestro para buscar nuestra amistad: la humildad y un corazón sincero. La soberbia, el juzgar a los demás y el creerse justificado delante de Él y libres de pecado nos convertirían automáticamente en fariseos.

Los cristianos de hoy, ¿tenemos este tipo de amistades? Cada uno tendrá que analizar si, en su vida, sólo se junta con los puros y perfectos cumplidores de la ley de lo socialmente bien visto o, si por el contrario, su corazón encendido le lleva, a imitación de Cristo, a juntarse con los más alejados de Dios.

A mí, personalmente, me encantan esas personas de corazón grande que saben estar con cualquier tipo de personas sin necesidad de juzgarlas. Me parece que se puede aprender muchísimo de ellas.

Y esto es lo que le pido al Señor en esta Semana Santa: que nos dé un corazón grande, abierto, sin límites. Que los cristianos sepamos estar cerca de todos sin miedo a “mancharnos” con el pecado de los otros. Que entendamos que estar cerca del pecador no implica relativizar su pecado o restarle importancia, sino acogerlo para que Cristo lo redima.

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