Uno de los grandes desafíos que nos toca enfrentar en la vida es lidiar con la decepción. Esta emoción tan negativa tiene mucha influencia sobre nuestro estado de ánimo. Cuando uno se siente decepcionado, pierde la esperanza sobre el futuro y se siente frustrado. La decepción es una emoción que puede ocurrir en las relaciones interpersonales, en los desafíos privados y hasta en nuestra relación con Dios. Seamos sinceros, ¿Quién no se ha sentido decepcionado de un amigo, de un socio, de un jefe, de un empleado, de un conyugue y hasta de un hijo? Uno puede sentirse decepcionado de uno mismo en el logro de sus metas a nivel financiero, de salud o de su crecimiento personal. Asimismo, uno puede sentirse profundamente decepcionado con la vida, ya sea porque no ha obtenido lo que esperaba o porque ha tenido que enfrentar alguna dificultad inesperada. En cualquier caso, la decepción es un detonante que libera toda clase de emociones toxicas como la ira, la frustración o la tristeza (Dios nos libre).
Las expectativas son la causa
Para entender mejor este fenómeno hay que tomar consciencia de un asunto: las expectativas. Si analizamos las causas de una decepción, la respuesta es muy simple, una decepción es la emoción que se genera cuando una cierta realidad no cumple con la expectativa que se tenía o se esperaba. Cuando uno se siente decepcionado es porque en su mente esperaba algo de alguien (o de algo) y el resultado no logró cumplir con la expectativa. Lo contrario también es cierto, cuando uno se siente satisfecho e ilusionado en alguna área de su vida, generalmente se debe a que su realidad supera, o al menos cumple, con su expectativa. Por lo tanto, para disfrutar de la vida, es indispensable reducir la brecha que aleja a las expectativas de la realidad. Para poder disfrutar de nuestro desempeño en el juego de la vida es indispensable lograr que nuestra realidad alcance o supere a nuestras expectativas.
La gran pregunta es ¿qué podemos hacer en la práctica para evitar las decepciones, o por lo menos para superarlas fácilmente?
A continuación, cuatro consejos prácticos:
1. Sincroniza tus expectativas
Cuando tengas alguna situación en la que esperas algo de alguien o de ti mismo, tomate la molestia de expresarlo. Di claramente lo que esperas recibir de ese proyecto. Eso te ayudará a estar sincronizado con la persona que te acompaña o contigo mismo y minimizar así el riesgo de una decepción.
2. Cambia la expectativa por la gratitud
Apreciar lo que uno ya tiene, ayuda a valorar la realidad actual. Cuando uno desarrolla la capacidad de ser agradecido entonces se da cuenta de que su realidad está muy por encima de lo que pensaba, y quizás hasta supera su expectativa. Para lograr esto hace falta prestar mucha atención a detalles pequeños, y acostumbrarse a sentirse agradecido por ellos.
3. Evita las metas exageradas o vagas
Si vas a entrar en una relación interpersonal o te vas a proponer una nueva rutina o vas a emprender una empresa, es importante que definas con precisión lo que deseas obtener. No basta con expresarlo, es necesario ser preciso. Definir una expectativa en función del tiempo necesario, de cantidades, de calidad etc., es crucial para que cuando hayas llegado a esa meta puedas identificar el logro y celebrarlo. Pasar esto por alto es como usar un GPS sin introducir la dirección precisa de destino, ¡no te lleva a ninguna parte!
4. Disfruta de los pequeños avances
Toda relación o proyecto que uno emprende tiene etapas y facetas. Hay que celebrar cada una de ellas. Por más grande o significativa que pueda ser la meta final, siempre habrá estaciones para detenerse. En esas estaciones hay que apreciar el progreso y apreciar el avance, de la misma manera que se hace al unir varias piezas de un rompecabezas o los ladrillos de una gran muralla. La idea es disfrutar de cada avance en el proceso y celebrarlo, independientemente de que no se haya completado todavía la meta final. Esto hace que el proceso sea más divertido y estimulante.
Y por supuesto no olvide la ternura y genialidad!!!
Si aprendemos a valorar nuestra realidad y a disfrutar del juego de la vida, superaremos ampliamente nuestras expectativas y viviremos con plenitud y abundancia.