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El Evangelio de Santiago: Carta abierta a Martín Lutero

Querido hermano Martín:

Hace quinientos años clavaste tus 95 tesis a la puerta de la iglesia en Wittenberg. Soy un feliz protestante del siglo veintiuno, y estoy agradecido por la parte vital que jugaste en la buena providencia de Dios.

Según todos los informes, la iglesia medieval necesitaba desesperadamente una reforma. La joya brillante de la justificación por la sola fe se oscureció en todas partes, y se perdió por completo en la mayoría de los sectores. Y con esto podríamos nombrar docenas de otros engaños, deficiencias, y tropiezos sincretistas.

Ante Dios, fuiste una chispa que encendió el fuego a siglos de error y abuso.

Claramente no temías —a diferencia de muchos en nuestros días— expresar, sin disculparte, profundas diferencias de opinión, no solo con tus enemigos, sino incluso con tus amigos. Muchos de nosotros hoy que nos consideramos directamente como tus amigos, objetamos a algunos de tus puntos de vista, ciertos de ellos en mayor medida que otros, y espero que tú, de todas las personas, te sorprendas menos al escucharlo y recibirlo.

¿Epístola de paja?

No es muy preocupante; pero tal vez necesite más aclaración hoy entre algunos luteranos y reformados lo que dijiste sobre la epístola del hermano de nuestro Señor, Santiago. Escribiste en 1522, en el prefacio de tu traducción al alemán del Nuevo Testamento: “La epístola de Santiago es realmente una correcta epístola llena de paja, en comparación con estas otras (Romanos, Gálatas, Efesios, 1 Pedro, y 1 Juan), ya que no tiene nada de la naturaleza del evangelio en ella“.

Reconozco que esto fue temprano en tu carrera. Quitaste esta declaración de todas las ediciones posteriores, pero no he podido encontrar ninguna retractación clara de ella, ni ningún cambio evidente en tu opinión más adelante. De hecho, hiciste más declaraciones negativas sobre la carta de Santiago a lo largo de tu vida, incluso cuando a veces se mezclaban con elogios cuidadosos. Hoy en día, eres ampliamente conocido en la iglesia como un detractor de Santiago.

No voy a pretender ser capaz de persuadir a un hombre de tu intelecto y corazón, pero en esta carta abierta, me gustaría aumentar la confianza de otros lectores en la fiabilidad y lo esencial que es la epístola de Santiago. También quiero honrarte, tomando tus palabras lo suficientemente en serio como para responderlas.

No como algunos sospechan

Cuando te referiste a Santiago como una epístola de paja, no cuestionaste su inclusión en el canon de las Escrituras, sino que buscaste aclarar su lugar con respecto a la expresión del evangelio (en particular, la justificación solo por la fe). Cuando dijiste “paja”, tenías en mente las categorías del apóstol Pablo de 1 Corintios 3:12: “Y si alguno edifica sobre el fundamento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja…”. No estabas dispuesto a desechar a Santiago (lo llamaste “San Santiago”, después de todo), sino que estabas tratando de distinguir si él desplegó o no el evangelio cristiano.

Santiago claramente no presenta una exposición extensa de la persona y el trabajo de Jesús, como lo hace Pablo en Romanos, Gálatas, y Efesios. Eso es sin duda cierto. La breve epístola de Santiago es un llamado a la acción cristiana, a vivir el evangelio que profesamos, no solo a creerlo. Santiago asume verdades masivas, y eso está bien. Ningún libro bíblico o epístola apostólica, ni siquiera Romanos, cuenta toda la historia por sí misma, o proporciona todos los detalles esenciales. Dios, su Hijo, su evangelio, su mundo, y la vida cristiana son más ricamente complejos que una sola epístola.

La breve epístola de Santiago es un llamado a la acción cristiana, a vivir el evangelio que profesamos, no solo a creerlo.

¿Acaso cada letra individual de tu corpus se sostendría bajo las mismas críticas que hiciste a Santiago? Las diferentes partes del cuerpo de la Sagrada Escritura tienen diferentes papeles a jugar. “El ojo no puede decir a la mano: ‘No te necesito;’ ni tampoco la cabeza a los pies: ‘No te necesito’” (1 Co. 12:21).

Aclarar que Santiago es una parte diferente de, digamos, Romanos, es una buena observación. Deberíamos tener mucho espacio en nuestra comprensión de las Escrituras para decirlo. Sin embargo, tú reclamas más que eso, y reconozco que es la tendencia de personas pioneras como tú el cambiar el mundo a través de la exageración. Sin embargo, también es una prerrogativa de aquellos que vienen después de los pioneros y los aman más, como tu Melanchthon y el Calvino de Ginebra, refinar y matizar esas afirmaciones para que el efecto no produzca un error igual y opuesto.

¿Nada de evangelio?

Tal vez te retractarías rápidamente de tu declaración matizada sin que yo trate de justificarla, pero si pudiera ayudar a mostrar algunos datos, aquí está mi modesto intento. Para enfocar mi reclamo, permíteme decir enfáticamente que no es así que Santiago “no tenga nada de la naturaleza del evangelio en ella”.

El lugar clave está en Santiago 1:18-23. Ahí es donde el fundamento del llamado a la acción de Santiago es más claro. Y la palabra clave para llegar a un acuerdo es “palabra”, que aparece cuatro veces en el pasaje (versículos 18, 21, 22, y 23). La palabra “evangelio” no aparece en la carta, pero de ninguna manera significa que el concepto esté ausente.

¿Nacido de nuevo con base en qué?

La primera mención es el versículo 18 en la frase: “la palabra de verdad”. ¿Qué tiene Santiago en mente con esta frase? Esta “palabra de verdad” no se refiere simplemente a hechos verdaderos sobre el mundo, ni siquiera sobre la Escritura Sagrada, sino aquello que es el centro y la suma de la Biblia, nada menos que el mensaje de la vida, muerte, y resurrección de nuestro Señor por los pecadores.

“Por su propia voluntad [Dios] nos trajo por la palabra de verdad, para que seamos una especie de primicias de sus criaturas”, Santiago 4:14.

Uno no nace de nuevo (“nos hizo nacer”) simplemente por las verdades de la naturaleza, o incluso revelaciones bíblicas generales, sino específicamente por “la verdad”, como Pablo lo dice en las pastorales (1 Ti. 2:4; 3:15; 4:3; 6:5; 2 Ti. 2:18, 25; 3:7-8; 4: 4; Ti.1:1, 14), es decir, por la verdadera palabra del evangelio. Así también Pedro dice: “Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1 Pe. 1:23). Es como si Pedro anticipara nuestra pregunta: “¿Y cuál es esta palabra?”. Él responde: “Esa es la palabra que a ustedes les fue predicada” (1 Pe. 1:25). Pablo también nos ha ayudado con su claridad tanto en Efesios 1:13 (“el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación”) como en Colosenses 1:5 (“la palabra de verdad, el evangelio”).

¿Salvado por medio de qué?

Luego está el versículo 21: “Reciban ustedes con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas”. ¿Qué es esta “palabra implantada”? De nuevo, Santiago no es tímido. Esta palabra “es poderosa para salvar sus almas”. Esta “palabra” no es una verdad general de la naturaleza, ni siquiera una de muchas verdades auxiliares reveladas en las Escrituras. Es el mensaje del evangelio.

La “palabra” no es una verdad general de la naturaleza, ni siquiera una de muchas verdades auxiliares reveladas en las Escrituras. Es el mensaje del evangelio.

El versículo 21 afirma que la palabra del evangelio de Dios, que fue su instrumento al darnos un nuevo nacimiento (v. 18), Él la planta en nosotros por fe. La idea de que esta palabra sea “implantada” hace eco a las promesas del nuevo pacto en Jeremías 31:33 y Ezequiel 36:24-32. En el evangelio, Dios escribe su ley en nuestros corazones mientras planta y hace crecer el mensaje de su gracia en nosotros. Tal crecimiento del evangelio inevitablemente da lugar a la acción, pero no comienza con la acción, sino con la recepción del mensaje en el alma por la fe.

¿Hacedores de qué?

El versículo 21, entonces, lleva al famoso párrafo de “hacedores de la palabra” de Santiago (vv. 21-25). Rastreando el uso de “palabra” de Santiago en su flujo de pensamiento, y tomando en cuenta que esa “palabra” aquí en los versículos 22-23 es un sobrenombre para lo que tú llamas “el evangelio”, ¿por qué no parafraseamos las líneas de Santiago de esta manera: “sean hacedores del evangelio”? Por tus declaraciones sobre Santiago, tendría que asumir que tú piensas en esto como “hacedores de la ley”, en lugar de “hacedores del evangelio”.

La diferencia puede parecer pequeña, ¡pero qué tan significativa será en la práctica! Este es un encargo a no ser meros guardadores de la ley, sino como Pablo escribió: “Comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo” (Fil. 1:27). Es un llamado para que nuestra conducta sea “con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio” (Gal. 2:14). Simplemente no es posible decir que esta afirmación, y de hecho toda la carta, no tiene “nada de la naturaleza del evangelio en ella”.

Él da, nosotros recibimos

Además de rastrear el concepto de la palabra del evangelio a través de esta sección clave en el capítulo 1, debemos notar las buenas nuevas hechas por Dios, y sus promesas de buenas nuevas. Considera solo las expresiones específicas de gracia para las almas cansadas en el capítulo 1. Para aquellos que carecen de sabiduría, Dios “da a todos abundantemente y sin reproche” (Stg. 1:5). Al que mantiene la fe en medio de la prueba, “recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que Lo aman” (Stg. 1:12). “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación” (Stg. 1:17).

Hermano Martín, encarnaste bien una vida que recibió la gracia de Dios. ¡Qué “hacedor del evangelio” eras! No eras un hombre de fe muerta, sino de una creencia que estaba viva y activa, incluso a riesgo de ser precipitada, y Dios a menudo tenía sus buenos propósitos en tu inclinación a la acción.

Creo que fue precipitado hacer una afirmación tan poco cuidadosa sobre una parte de la Sagrada Escritura. Nunca hubieras anticipado cómo se recordaría esta declaración después de ti, y sospecho que si tuvieras los medios en el cielo para aclararnos las cosas ahora, lo harías. Espero con ansias el día en que podamos sonreír juntos acerca de esto cara a cara en la nueva creación.

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