Hace más 500 años partieron, sobre todo del área germanohablante, transformaciones que dejaron profundos surcos en la historia mundial. Desde entonces existe en el cristianismo la división entre confesiones protestantes y la Iglesia católica. Desde entonces se desarrollaron la libertad de conciencia del individuo, el idioma alemán tal como lo conocemos hoy y la definición actual de profesión u oficio. Lo que sucedió entonces se llama hoy Reforma. Comenzó como disputa teológica, desatada decisivamente por el joven monje Martín Lutero (1483–1546), que ejercía la docencia en la provincia, en la universidad que acababa de ser fundada en la pequeña ciudad de Wittenberg. En octubre de 1517 envió a dos obispos 95 tesis sobre complicadas cuestiones teológicas, que –como era usual entonces– quería que fueran objeto de debate público. Que Lutero clavó también las tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg es seguramente una leyenda. Las tesis desataron una controversia que, contra la intención de Lutero, llevó a la división de la Iglesia, y, después de la muerte de Lutero, a guerras religiosas entre príncipes protestantes y católicos y a un reordenamiento del mapa político europeo.
Lutero desarrolló una teología propia, llamada más tarde evangélica, dirigida contra el papado y que puso en el centro la fe personal del individuo. Lutero abandonó la Orden de San Agustín, se casó, tradujo la Biblia al alemán y escribió un gran número de textos muy populares, fundamentando así lo que actualmente son las Iglesias evangélicas. Hoy, alrededor del 37 por ciento de los 2200 millones de cristianos en el mundo pertenecen a una comunidad protestante. En Alemania, el 29 por ciento de los habitantes son protestantes y el 30 por ciento, católicos. Un 34 por ciento no profesa religión alguna.
Las 95 tesis de Lutero, escritas en latín, pasaron a formar parte de la memoria cultural como documento clavado en la puerta de la iglesia de Wittenberg. En 2017, 500 años después de ese hecho, que tantas consecuencias tuvo, se celebra en todo el mundo el aniversario de la Reforma, especialmente en Alemania: habrá grandes eventos, actos conmemorativos, exposiciones y conferencias organizadas tanto por la Iglesia como por el Estado; el 31 de octubre de 2017 fue declarado además día festivo nacional por única vez. El aniversario de la Reforma es una de las mayores celebraciones conmemorativas. Ya en 2008, la Iglesia Evangélica en Alemania (EKD) y también el Estado proclamaron la “Década de la Reforma”, que con sucesivos años temáticos aborda sucesivamente una vasta gama de cuestiones de la Reforma y lleva hacia el año del aniversario.
Simultáneamente, el Gobierno federal alemán y varios estados federados crearon una oficina estatal “Lutero 2017”. Su objetivo es mostrar los efectos y los logros de la Reforma en el arte, la cultura, la sociedad y la política, dar a conocer a nivel internacional el papel de Alemania como “país de la Reforma” y transmitir la herencia de la Reforma.
Innegablemente, la Reforma es uno de los sucesos más incisivos en la historia alemana, europea y mundial. Marcó profundamente la identidad teológica, histórica, mental y política de Alemania y Europa y de Occidente en general. Tuvo decisivas influencias sobre la lengua alemana, la música y el arte, proporcionó importantes impulsos a la educación y creó bases imprescindibles para la participación social y política, es decir, para el concepto del ciudadano emancipado.
Sin la Reforma, el mundo se vería hoy muy diferente, en eso existe mayormente consenso. Thies Gundlach, vicepresidente de la Oficina Eclesiástica de la Iglesia Evangélica en Alemania y responsable de la orientación estratégica del Aniversario de la Reforma, cree además que hoy vivimos nuevamente “en una era en cierto sentido prerreformatoria”, en la que son puestos en tela de juicio sobreentendidos básicos y fundamentales. La senda de Lutero de monje agustino a descubridor de una libertad hacia la fe, sin consideración de exigencias institucionales, es para Gundlach el arquetipo existencial de todos los caminos de liberación.
Pero ni la Reforma en general ni la teología de Lutero en particular son vistas por historiadores y teólogos como una mera historia de liberación. De cualquier forma, mejor es no invitar a historiadores a aniversarios. Puede partirse de que resaltarán aquellos puntos de la historia de la Reforma que mal pueden celebrarse, desde los escritos antijudíos de Lutero hasta las guerras religiosas.
En cuanto a la historia de las ideas, Lutero tuvo muchos antecesores, que habían formulado ya sus pensamientos. Pero Lutero logró imponerlos, con valor y habilidad, con la atención que atrajo hacia sus ideas en toda Europa, debido también a la revolución mediática que supuso el invento de la imprenta, y gracias a la situación política del momento. La historia de la Reforma fue contradictoria en sí misma y, como todos los procesos históricos, abierta: la Reforma no rompió con la Edad Media, sino que surgió de ella. El Medioevo no fue “oscuro”, muchas ideas que hoy están consideradas modernas surgieron ya entonces. En ese sentido, la Reforma es una formulación más aguda de ideas medievales, no su superación. Tampoco es una historia solo de Lutero. Lutero es una figura central, pero no la única que marcó los tiempos tempranos de la Reforma.
Consecuentemente, el Medioevo debe ser entendido como una época de una enorme variedad, lo mismo que la era de la Reforma misma fue también muy diversa. Ya el concepto de “era de la Reforma” es equívoca: no solo fue la era de la Reforma, sino también la era del Renacimiento. Entre los contemporáneos de Lutero se contaron asimismo otros reformadores, como Ulrico Zuinglio y Juan Calvino, como lo indica incansablemente la Iglesia Evangélica en Alemania, y personalidades del Renacimiento tales como el artista Leonardo da Vinci y el historiador y teórico del Estado Niccolò Machiavelli.
Hoy tampoco se parte ya de una teoría de decadencia de la Iglesia Católica, que habría sido renovada por Lutero. Toda la historia de la Reforma se halla estrechamente interrelacionada “con las sumamente plurales religiosidad, teología y cultura del Medioevo tardío”, como dice el historiador Thomas Kaufmann. Controvertido sigue siendo entre los investigadores dela Reforma también qué lugar ocupa realmente la Reforma en la historia. Si se trató de “un corte sorpresivo y abrupto” o de una “paulatina transformación” es también objeto de discusiones. Consenso existe, sin embargo, en que no existió una Reforma única y cerrada, sino una Reforma en plural. Quienes siguieron a Lutero en tiempos posteriores vieron en él sobre todo una superficie de proyección de “variadas añoranzas, esperanzas, conceptos del enemigo y sueños”, dice Kaufmann. Pero Lutero –en eso está de acuerdo la mayoría de los expertos– no fue una “figura especial”, sino una, para nosotros hoy, “persona extraña”, dice Volker Leppin, historiador del cristianismo.
Es cierto, no obstante, que de Lutero partió y sigue partiendo una importante influencia. Eso puede reconocerse particularmente en su definición de libertad (cristiana). En su texto “La libertad cristiana”, de 1520, desarrolla la idea de que un cristiano es por un lado un “libre señor” de todas las cosas y no está sujeto a nadie, pero por otra parte, también un “servidor de todas las cosas”, sujeto a todos. Con esa tesis, Lutero realiza una diferenciación entre el “interior” y el “exterior” del ser humano, que tantas consecuencias tuvo; es la base de una teología evangélica que pone la fe en el centro del ser cristiano: no las “obras”, no las “leyes”, tampoco la Iglesia, es decir, no factores “externos” son decisivos para la salvación (“interna”) del alma, sino solo la fe y la gracia de Dios.
El concepto de libertad de Lutero es sobre todo teológico. Pero nunca fue interpretado solamente como tal. Ya en las Guerras Campesinas alemanas (1523–1526) surgió la concepción de que esa definición de libertad debía ser entendida también políticamente. Lutero se opuso a ello explícitamente, pero la idea de la libertad como negación de la subordinación tuvo enormes consecuencias. Las tesis de Lutero fueron asumidas por diversos actores y también se abusó de ellas para fundamentar ciertas ideas de libertad nacional, social y política. Lutero no descubrió la libertad moderna, sino que consolidó una dialéctica que define la libertad como proceso ambivalente.
Existen hoy buenas razones para, en el 500 aniversario de la divulgación de las tesis, recordar la Reforma. También porque fue una importante transformación cultural y un hito en la historia de las ideas. Para el teólogo Ulrich Duchrow, la razón decisiva para rememorarla es que la Reforma todavía no ha llegado a su fin. La visión de Duchrow es una Iglesia renovada “que incluya a todos, más allá de las fronteras de las religiones, las nacionalidades, los continentes y los intereses propios”. Esa “interpretación poscolonial de la teología de la Reforma” quiere reaccionar explícitamente al hoy y aquí. Eso se aproxima sin duda a la identidad teológica de Lutero, para quien el cristianismo significó sobre todo una cosa: “fe vivida”. ▪