En la siguiente cita de Martín Lutero, se puede ver la profundidad de su pensamiento acerca de la fe que descubrió en Dios. “Muchos han creído que la fe cristiana es una cosa sencilla y fácil y hasta han llegado a contarla entre las virtudes. Esto es porque no la han experimentado de veras ni han probado la gran fuerza que hay en la fe”. (Esta cita fue tomada del segundo tomo del libro de Justo González “Historia del Cristianismo”). El peregrinaje espiritual de Lutero fue largo y difícil. Su perspectiva de Dios era completamente inadecuada y fuera de contexto bíblico, ya que Lutero veía en Dios los constantes maltratos a los que fue expuesto cuando niño. Lutero creía en Dios y desarrolló un miedo profundo al castigo de Dios y al infierno. De tal manera que este mismo miedo al infierno le hacía volver cada momento donde estaba el confesionario para confesar sus pecados delante de la persona a cargo de las confesiones. Llegó momento en que el confesionista sintió hasta molestia al ver que el inseguro joven había creado una dependencia de la confesión a tal grado que si cuando salía del confesionario se acordaba que había un pecado sin confesar regresaba para confesarse de nuevo, creando así incomodidad en la persona a cargo de la confesión.
No era el temor reverente que menciona Proverbios 1:7, lo que movía a Lutero a la confesión, sino un miedo hasta con fobia al infierno y al castigo de Dios lo que lo hacía reaccionar de esta manera anti-bíblica e irrespetuosa a la santidad de Dios. El proceso de conversión de Lutero fue largo y accidentado. Hay personas que ven en la verdadera conversión de Lutero un hecho instantáneo, es decir, en el mismo momento que Lutero encuentra el versículo 17 de la carta de Pablo a los Romanos, Lutero responde a Dios positivamente. Sin embargo, la realidad es otra. Lutero lucha en su interior contra la Justicia de Dios. El monje veía en Dios al ser más injusto de todo el universo. De hecho, si la Biblia dijera que Dios es injusto, Lutero no tenía problemas para aceptarlo. El monje estudioso de la palabra de Dios fue encontrando la Justicia de Dios que obra desde el cielo hasta la tierra con perfecta santidad y que esa Justicia es aplicada a los elegidos para salvación y vida eterna. Cuando Lutero entendió que la misma fe que el hombre produce es obra de Dios y que obra en la mente y corazón, fue liberado para entender que la fe y justicia a la que el hombre es expuesto no es obra del hombre, sino una obra de Dios por medio de su Espíritu Santo.
¡El momento cumbre había llegado! Dios abrió el corazón del joven Martín para que comprendiese que la salvación es completamente obra de Dios y no una obra del hombre como lo aseguraba la Iglesia Católica Romana quien proponía que Dios obra según el hombre obra en la búsqueda de Dios. Este mismo descubrimiento llevó a Lutero a renegar de la filoso- fía propuesta por “Santo Tomás de Aquino”. Su estudio de pensadores del calibre de San Agustín de Hipona, Anselmo y Bernardo de Claraval, lo encaminaron aún más a contemplar la fe por la que más tarde estaría dispuesto a un a ser martirizado. Lutero en los escritos de estos pensadores descubrió una fe sólida y que empezó a proclamar con convicción y pureza de corazón. En gran medida, el hecho de que Lutero llegase a este nivel de fe se lo debe a su mentor y consejero el Dr. Johan Von Staupitz quien aconsejó a su pupilo para que estudiase a los místicos, en quienes en cierta medida en- contró alivio para su situación espiritual. De hecho, Lutero mismo se refiere al Dr. Staupitz y dice: “Si no hubiese sido por el Dr. Staupitz, me habría hundido en el infierno”. No sé qué tanta razón tuvo al declarar esto Lutero, sin duda que la influencia del teólogo alemán fue grande en el pensamiento del monje, pero quien libró a Lutero del infierno fue la fe que Dios mismo obró en su corazón.
La desesperación por encontrar descanso para su espíritu angustiado llevó a Lutero a desesperar a las autoridades del monasterio, quienes ante tanta inseguridad del monje agustiniano le recomendaron que hiciese estudios de los Salmos para presentarlos a los estudiantes de teología. Después de todo, Lutero siguió con el estudio en Romanos, Gálatas y Hebreos. Este hecho condujo al joven monje a encontrar los terribles errores en que la Iglesia Católica Romana incurría constantemente.
El joven Martín Lutero era un hombre de gran capacidad intelectual y relacional, gracias a estas habilidades, fue puesto al frente de once monasterios y reconocido con el título de vicario en el año 1515. Su afán por la verdad lo llevó a hacer constantes críticas contra la venta de indulgencias, ganándose así la enemistad del gran comerciante de indulgencias Johan Tetzel, monje dominico.
Sin lugar a dudas que el redescubrimiento de la gracia de Dios le dio a Lutero un respiro en medio de tanta angustia; al encontrar en las Escrituras que el cielo solo se logra por medio de la misericordia de Dios enraizada en su gracia perfecta que extendió a los pecadores, que en su soberana elección predestinó desde antes de la fundación del mundo para que fueran salvos. Cuando Lutero encontró esta verdad en el evangelio predicado por San Pablo y los apóstoles, sus ojos fueron abiertos al verdadero poder de Dios en la salvación por fe en su Hijo Jesucristo. Cuanto más profundizaba en esta verdad bíblica, más claramente podía ver los grandes errores en los que incurría la iglesia que tanto amaba y servía. Lutero pasó un proceso largo y difícil para entender el llamado que Dios le estaba haciendo a volver a la cristiandad, a la verdad del evangelio bíblico.
El viaje a Roma de Lutero fue definitivo para entender que la iglesia que amaba estaba completamente descarriada del verdadero propósito para lo que fue instituida por el Señor. El espíritu de Lutero estaba muy conmovido por todos los lujos y pompa en la que las autoridades de la “Santa Sede” vivían. La vida de lujo del clero irritó mucho a Lutero, ya que no veía una diferencia entre los gobernantes corruptos y el clero que había sido llamado por Dios para pastorear al rebaño del Señor y no para vivir una vida relajada y ostentosa a costa de la fe de los creyentes fieles a la iglesia. Al ver el poco interés mostrado por lo espiritual y la gran ambición material demostrada por los papas; Lutero se devuelve a Alemania con una sensación amarga en su boca y con su espíritu de rebeldía más agudo que nunca hacía lo que él miraba como un régimen religioso pagano y materialista. ¡Esta fue la gota de agua que derramó el vaso!
Ya de regreso en Wittenberg, Alemania, Martín Lutero ter- minó con sus estudios de doctorado en teología concluyendo esta etapa de su vida el 18 de octubre de 1512. Dejó por un lado la filosofía y teología escolástica tomasina e inclinó más su vida al escrutinio de la Biblia y los escritos de San Agustín por el que llegó a sentir un gran respeto como filósofo y teólogo. Ya encaminado en esta dirección bíblica teológica, Lutero se consolidó en los rubros de la historia con su estudio de la Justificación por fe. La base de su estudio fue que ningún hombre puede alcanzar el cielo por su propio esfuerzo, sino por la justicia de Cristo imputada en los santos de Dios por medio del sacrificio vicario de Cristo y por gracia, ya que es un regalo de Dios para sus elegidos y santificados en Cristo Jesús. Pero mejor aún, esta justicia jamás se pierde ya que comienza con Dios y termina con Dios preservando a sus santos del infierno eterno. ¡Cuánta confianza encontró nuestro monje en el estudio de esta doctrina abandonada por la Iglesia Católica Romana!
Otro gran énfasis del reformador fue que la iglesia debe someterse por completo a la autoridad de las Escrituras. Esta nueva doctrina iba completamente en contra de lo enseñado por la Iglesia Católica Romana. La iglesia tradicional había enseñado por siglos que las Escrituras estaban sometidas a la tradición de la iglesia y si las Escrituras iban en contra de esta tradición que la tradición prevalecía sobre la Biblia. Lutero enseña todo lo contrario y recupera el principio que “La Biblia se interpreta con la Biblia”. Si un pasaje de la Biblia no encuentra soporte en la Biblia, es mejor abandonarlo hasta que el Espíritu Santo ilumine este pasaje en la mente del estu- dioso y se pueda interpretar correctamente, de otra manera es un abuso imponer nuestro criterio al pasaje en estudio. En un vocabulario más moderno, el estudioso de un pasaje debe hacer la diferencia entre exégesis, extraer el mensaje del pasaje, y eiségesis, imponer su criterio en el pasaje. Esto hace la diferencia entre el infierno y la gloria.
Ahora que, para entender esta nueva doctrina hay que con honestidad ver que Lutero estaba separándose paulatinamente de un régimen religioso, aunque tal vez no conscientemente. El papa según la iglesia tradicional es infalible. Lutero ve con sospecha esta doctrina, ya que él ha descubierto que el papa es un simple mortal y que el único con autoridad infalible es Dios y como creador principal de las Escrituras estas son igualmente infalibles. Sin embargo, si las Escrituras están sometidas a la iglesia y al papa, pierden con seguridad el estado de infalibilidad y se convierten en simples escritos con igual autoridad que los libros de los místicos y pensado- res escolásticos. Contra esa manera de pensar va la doctrina de la autoridad de la Biblia, la que es infalible, perfecta, absoluta y eterna, porque contiene el mensaje del eterno Dios.
Otro de los grandes impulsos de Lutero fue devolverle a la cristiandad el sacerdocio de todos los creyentes basado en la primera carta de Pedro a la iglesia, 1 Pedro 2:9. Con esta nueva enseñanza Lutero dejaba en claro que la idea romana que la iglesia puede perdonar pecado y servir de intermediaria entre los hombres y Dios, es falsa, ya que todos los creyentes son sacerdotes y con solvencia moral y espiritual pueden ir a Dios para poner sus pecados y peticiones ante su trono de gracia. El “Sacerdocio universal de los creyentes” tuvo muy buena aceptación en la feligresía alemana ya que estaban cansados del autoritarismo del clero. Lutero fue un erudito que supo llegar a la mente y el corazón de los fieles, sobre todo porque su propuesta estaba basada en la verdad contenida en las Escrituras, aunque su espíritu fuerte muchas veces fue mal interpretado y a veces desembocando en desastres como la rebelión de los campesinos, de lo que vamos a hablar en otro artículo.