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LUTERO Y SU MENSAJE DE LA CRUZ

La relevancia de la Biblia como norma de fe y conducta.

Ante los abusos que se cometen de la tradición en favor de determinadas políticas y cierto tipo de prácticas y costumbres, la iglesia va perdiendo crédito como receptora de la verdad y la moral. Frente a este vacío ético, nos plantea Martín Lutero al texto bíblico como el ente normativo, no sólo de los creyentes, sino también de la iglesia y de sus autoridades.

Hoy por hoy se vuelve necesario recordarlo frente a tantos movimientos cristiano-evangélicos que empiezan a hacer lo que en su tiempo se hizo con la tradición: torcer el texto hasta que diga lo que nos interesa que diga. Es muy común escuchar en muchos púlpitos prédicas que surgen de algún texto tomado de manera aislada con el fin de elaborar sobre el mismo doctrinas que nada tiene que ver con el espíritu del texto.

Al igual que en los tiempos previos al renacimiento, en los cuales la interpretación alegórica de la Biblia había llegado a excesos inimaginables, hoy en día se ha vuelto a poner de moda el alegorismo en la interpretación del texto. No interesa lo que el texto, es decir, el autor quiso hablarnos, sino que de manera ociosa se superpone una interpretación fantasiosa que sea más del agrado de la gente y que apele de manera más efectiva a las emociones.

Poder considerar a la Biblia como la norma de fe y conducta nos planteaba como propuesta de fondo, evitar que determinadas autoridades o eventuales carismáticos de turno se aprovecharan la fe para absolutizar en sus manos el poder. La Biblia como autoridad última nos impele a un determinado grado de democracia al interior de las iglesias pues, delante de ella todos somos iguales. De hecho, el erudito bíblico, no debía ser visto como la máxima autoridad de la iglesia sino como un instrumento a través del cual la iglesia podía tener más claro el mensaje bíblico.

La iglesia no determinaba el mensaje bíblico, sino que el mensaje bíblico debía determinar el anuncio de la Iglesia. Pero, esto planteaba otro problema: cómo podemos confiar en la veracidad de los enunciados de los eruditos bíblicos.

La razón como guía del estudio de la Biblia

Muy a menudo se suele recordar que Martín Lutero en dieta de Worms dijo que no se retractaría a menos que lo convencieran por medio de las Escrituras. No obstante, olvidamos la segunda parte de sus palabras. El dijo que no se retractaría “a menos que sea convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes”. Martín Lutero considera en ese momento a la razón humana en un nivel similar que las Escrituras. Para él hasta cierto punto, la razón humana puede llegar a las verdades bíblicas si actúa en todo rigor.

De allí surgirá algo que será muy importante para el desarrollo del protestantismo: el estudio racional de la Biblia. No podemos considerarnos protestantes si despreciamos el uso de la ciencia y de la razón para el estudio de los textos bíblicos. Es un hecho de la exégesis, el estudio histórico-crítico de los textos bíblicos son el resultado de las convicciones que se encuentran germinalmente en Martín Lutero.

Durante el siglo XIX se dieron ciertos excesos en el análisis científico de los textos bíblicos de los cuales nació la teología liberal la cual despoja a la Biblia de su razón de ser y desmenuza a Jesucristo hasta entregarlo como un cadáver diseccionado a su esposa la iglesia. Sin embargo, estos excesos no deben disuadirnos del análisis racional de la Biblia. Esa tricotomía del amor a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas debe vivirse en el estudio serio de la Palabra.

Esto nos llama la atención hoy en día ya que nos encontramos con movimiento pseudomísticos que dejan de lado la razón para enfocarse meramente en “lo sobrenatural”. Se pierde el rigor en el estudio y se da lugar a expresiones extáticas que nada tienen que ver con el cristianismo. Los nuevos modelos de adoración y liturgia que se han puesto de moda en todas las iglesias evangélicas durante los últimos 25 años sólo apelan a las emociones, exaltan las pasiones y buscan llevar al pueblo de Dios a un estado de trance o histeria colectiva propio de manipuladores y que en nada se parece a los relatos bíblicos o a las narraciones de los milagros de Jesús.

Hemos hecho de los cultos cristianos meros espacios de catarsis emocional que liberan a las personas de su estrés pero que en nada cambia su manera de ser, o, peor aún, los vuelven cada vez más fanáticos y adictos de este tipo de experiencias “sobrenaturales”.

El mensaje de la cruz es el mensaje del evangelio

A veces se nos olvida o quizás nunca le hemos dado un vistazo a esas famosas 95 tesis de las que tanto se hablan. Las tesis 92 a 95 en particular son bastante impactantes y también relevantes para nuestros días.

  1. Que se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: “Paz, paz”; y no hay paz.

  2. Que prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: “Cruz, cruz” aunque no haya cruz.

  3. Es menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo, su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.

  4. Y a confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes que por la ilusoria seguridad de paz.

Martín Lutero se indignaba al ver cómo se ofrecía a todos los creyentes de su tiempo paz y prosperidad a cambio del pago de las indulgencias. La fe se había vuelto un negocio y muy rentable. Ante esto, Lutero reclama y pide que se vayan aquellos predicadores de la paz y la prosperidad que no son verdaderos predicadores del evangelio. Por el contrario, plantea Lutero, quienes deberían ser alentados son aquellos predicadores que le recuerdan al pueblo de Dios que el seguimiento de Cristo no es fácil. Que ser discípulos del Señor no es un paseo por el campo sino, en muchas ocasiones, un camino de gran tribulación.

Las ilusorias promesas de los falsos maestros deberían ser reprendidas pues engañan a la gente y pervierten el evangelio.

Es exactamente lo que se debe volver a proclamar. Que las promesas de prosperidad, abundancia, riquezas que tanto se proclaman hoy desde tantos púlpitos deberían ser reprendidas mientras que el mensaje verdadero del evangelio debe volver a ser enaltecido. Muchos púlpitos han dejado de ser altares de la Palabra de Dios para convertirse en escenarios desde los que se exponen mensajes motivacionales, discursos de autosuperación, lecciones de liderazgo, etc. El mensaje del evangelio que edifica, pero también reprende, que redarguye, pero también afirma, ese es el mensaje de que debe ser predicado.

Es triste escuchar prédicas que tienen más elementos extraídos de “piense positivo”, “declárelo y será suyo”, “confiesa las promesas de Dios para su vida”, etc., que verdaderos análisis de la Palabra de Dios. En un par de ocasiones me he preguntado realmente “para qué llevé la Biblia a la iglesia si no la usaron para nada”. En varios videos de pastores de fama internacional he podido ver mensajes en los cuales la Biblia no tiene ningún valor. Por dar un caso, una predicación pude ver en la que se citaba un texto bíblico y ante la impaciencia del predicador por no lograrlo encontrar (era un profeta menor), decidió cerrar su Biblia y seguir su prédica sin ella ¿Cómo una iglesia que proclama que el Rey es Jesús puede hacer eso con la Palabra?

La Iglesia debe guardar distancia de la Política

Un último tema que surge de aquellos inicios de la reforma protestante es el reclamo hecho a una Iglesia que había hecho de la política su herramienta y a un Estado que había hecho de la Iglesia su sirvienta.

Todos los problemas que la Iglesia Católica tuvo durante la era del renacimiento surge de la mezcla de la política con la religión. Hay historiadores que plantean que estos problemas iniciaron cuando Pipino el breve, padre de Carlomagno, entregó en manos de la Iglesia de Roma 22 ciudades de la zona central de Italia conquistadas por él. Con ellas surgió en el siglo VIII el Estado Pontificio y con ello surgieron las ansias de poder, el deseo de llegar al papado, no por el servicio sino por las riquezas que implicaban.

El vínculo entre política y religión no es nuevo y no finalizará allí. Y los protestantes no dejarán de ser tentados con el tiempo por la política. La iglesia Luterana se dejó seducir en el siglo XX por Hitler y su propuesta de una Iglesia Alemana fuerte bajo la égida del Reich.

Si algo nos dejó la Reforma Protestante es este anhelo de separar el poder espiritual del poder temporal de modo que cada uno haga su labor en su terreno. Alexis de Tocqueville aplaudió con entusiasmo esta manera de ver las cosas en su estudio sobre la Democracia en América. La labor de la iglesia no es inmiscuirse en política, promover partidos políticos o alentar determinadas ideologías sociales. La labor de la Iglesia es formar a los creyentes para que sepan tomar decisiones políticas con sabiduría. En la medida en que, como iglesia sabemos formar ética y moralmente a los creyentes estamos cumpliendo con nuestra labor política.

Estos son al menos tres aspectos que creo son necesarios resaltar de la Reforma protestante en nuestros tiempos.

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