Cuando el rey Enrique VIII yacía moribundo en su cama, él quería que un hombre viniese y le tomara la mano. Sorprendentemente, ese hombre era uno de los principales defensores de la Reforma Protestante.
Thomas Cranmer ayudó a liderar la Reforma Inglesa, pero es un héroe poco común si lo ponemos al lado de Lutero, Calvino, y los otros reformadores. No escribió grandes libros teológicos ni pastoreó iglesias importantes. De hecho, Cranmer no adoptó las verdades centrales de la Reforma hasta relativamente tarde en su vida. Pero durante los años de la Reforma Protestante, él ayudó a dar forma a la teología inglesa, quizá más que cualquier otra persona que jamás haya vivido.
La semilla de la separación
Nació en 1489, en el pequeño pueblo de Aslockton, y creció cerca del mismísimo Bosque de Sherwood, donde Robin Hood se escondiera tres siglos antes. Era un lector lento, y le tomó ocho años alcanzar el grado de licenciatura de cuatro años de Cambridge. Perseveró en sus estudios, completó una maestría, fue ordenado en el ministerio, y fue elegido por Cambridge para enseñar. Él se ganó la reputación de empujar a sus estudiantes a estudiar la Biblia por sí mismos.
Mientras Cranmer pasaba sus días sirviendo pacíficamente en los comités académicos, Inglaterra estaba en agitación. El rey Enrique VIII quiso anular su matrimonio con Catalina de Aragón. A través de un extraño conjunto de circunstancias, Cranmer sugirió a algunos de los consejeros de Enrique VIII que el Rey de Inglaterra no estaba sujeto, en última instancia, al gobierno del papa (lo cual fue del agrado del Rey). El consejo de Cranmer, entonces, plantó inadvertidamente una semilla que separaría a la iglesia inglesa del catolicismo romano.
El político reformado
Cranmer cambió el Catolicismo Romano por la doctrina reformada hacia el final de su vida, una transformación que reflejaba la agitación y división de la Reforma Inglesa. Mientras estudiaba en Cambridge, había leído a Martín Lutero con escepticismo, pero se ablandó hacia el pensamiento reformado después de hacerse amigo de Simon Grynaeus y Andreas Osiander. Finalmente, rechazó la doctrina de la transubstanciación tras conversaciones con su amigo Nicholas Ridley. Cranmer clarificó, entonces, sus reformas litúrgicas a través de conversaciones con el reformador italiano Pedro Mártir y el reformador alemán Martín Bucero.
La teología de Cranmer cambió de manera dramática para los católicos romanos ingleses, y demasiado lentamente para los evangélicos reformadores. Para algunos (incluso hoy en día), las reformas de Cranmer parecían muy personales y políticamente motivadas. Pero no tenía el lujo de trabajar en creencias abstractas, rodeado de una compañía de académicos desinteresados. Su teología se formó en medio de un volátil caldero de crisis pastorales y políticas.
Padre de la Iglesia Anglicana
Los mayores logros del ministerio de Cranmer ocurrieron durante el gobierno de Eduardo VI, cuando él reescribió las liturgias públicas, los sermones pastorales (o homilías), las oraciones privadas, y los artículos de la fe. Estos escritos definieron el marco doctrinal y la piedad personal de lo que más tarde se convertiría en la Iglesia Anglicana, que es por lo que más se le recuerda.
Cranmer quería que todas las personas en las iglesias inglesas aceptaran la justificación solo por fe. Él escribió:
“Esta proposición —que somos justificados por la fe solamente, libremente y sin obras— se menciona para, claramente, quitar todo mérito de nuestras obras, por ser insuficientes para merecer nuestra justificación en las manos de Dios; y, por lo tanto, expresar más claramente la debilidad del hombre y la bondad de Dios, la imperfección de nuestras propias obras, y la gracia más abundante de nuestro Salvador Cristo; y así atribuir totalmente el mérito y el merecer de nuestra justificación a Cristo solamente, y a su más precioso derramamiento de sangre” (The Works of Thomas Cranmer, 131).
Doble retractación
Cuando la Reina María I, quien era católica romana, tomó el poder, las convicciones reformadas de Cranmer le costaron la vida. Durante un agonizante período de tres años, fue encarcelado, aislado, humillado, interrogado, y torturado. Se vio obligado a ver a sus amigos, Nicholas Ridley y Hugh Latimer, quemados vivos.
Más tarde, en su propia ejecución, Cranmer casi sucumbe y se retracta de sus creencias, pero este estadista, por lo general vacilante y tranquilo, demostró poderosamente su fe en Cristo al ser quemado en la hoguera.
El ladrón en el trono
Pero el momento que mejor ilustra el legado duradero de Cranmer no fue el día de su propia muerte, sino un día nueve años antes, mientras se encontraba en el lecho de muerte del rey Enrique VIII. El 27 de enero de 1547, el rey Enrique se estaba muriendo. Un criado le preguntó quién quería tener a su lado. El rey le pidió por Thomas.
Cuando Cranmer llegó, el rey Enrique ya no podía hablar. Foxe cuenta la historia:
“Entonces el arzobispo, exhortándole a poner su confianza en Cristo y a invocar su misericordia, deseaba que, aunque no pudiera hablar, le diera alguna señal con sus ojos o con su mano, de que confiaba en el Señor.
Entonces el rey, aferrándolo, le torció la mano con la mayor fuerza que pudo (Libro de los mártires de Foxe, 748)”.
La escena acentúa dulcemente la amistad más importante de la Reforma inglesa. Sea lo que sea que el rey Enrique creyera cuando apretó la mano de Cranmer ese día, Dios usó el vínculo entre ellos para hacer a Inglaterra libre del catolicismo romano y para recuperar el único evangelio verdadero.
Matthew Westerholm sirve en Bethlehem Baptist Church como pastor de música y adoración. Vive en Minneapolis con su esposa, Lisa, y sus tres hijos.