En China se desplegaron todo tipo de tecnologías para luchar contra el coronavirus. Por distintos lugares se vieron robots desinfectantes, cascos inteligentes, drones equipados con cámaras térmicas y hasta un avanzado software de reconocimiento facial.
En la batalla contra Covid-19, hay diversas tecnologías emergentes que han realizado inmensas contribuciones de una manera inesperada, creativa y sorprendentemente receptiva.
Fue el propio presidente chino Xi Jinping quien hizo un llamado al sector tecnológico del país para que ayude a combatir el Covid-19, apenas la amenaza comenzó a crecer a dimensiones insospechadas.
El sector sanitario también se ha beneficiado de la tecnología para identificar los síntomas del coronavirus, encontrar nuevos tratamientos y controlar la propagación de la enfermedad.
Varias empresas chinas han desarrollado tecnologías automatizadas para llevar paquetes sin que haya contacto entre humanos. También para pulverizar desinfectantes o realizar funciones de diagnóstico básicas a fin de minimizar el riesgo de infección.
Pudu Technology, con sede en Shenzhen, que generalmente fabrica robots para la industria de la restauración, ha instalado sus máquinas en más de 40 hospitales de todo el país para ayudar al personal médico.
MicroMultiCopter, también en Shenzhen, está desplegando drones para transportar muestras médicas y realizar imágenes térmicas.
Mientras tanto, se ha utilizado la inteligencia artificial más avanzada para ayudar a diagnosticar la enfermedad y acelerar el desarrollo de una vacuna.
Alibaba, el gigante chino del comercio electrónico, afirma que su nuevo sistema de diagnóstico basado en inteligencia artificial puede identificar una infección por coronavirus con una precisión del 96%.
Hay muchas tecnologías que han ayudado a “contener o frenar la propagación del virus mortal, convirtiéndose así en uno de los medios más fiables para combatir el Covid-19”, escribió Chuanying en un artículo para el periódico estatal China Daily.
La agencia estatal Xinhua publicó, por su lado, un video en su cuenta de Twitter en el que se ve a un robot repartiendo comida en las habitaciones de un hotel en el que hay viajeros en cuarentena.
VIGILANCIA EXTREMA
Más allá de los robots y los drones, China también ha movilizado su sofisticado sistema de vigilancia para controlar a las personas infectadas y establecer las cuarentenas.
Las cámaras de reconocimiento facial son comunes en China, y ahora las compañías están actualizando el software para escanear multitudes en busca de gente con fiebre o para identificar a las personas que no usan máscaras.
SenseTime, una empresa líder de inteligencia artificial, dice que su software para controlar la temperatura de una persona sin que haya contacto se ha implementado en estaciones subterráneas, escuelas y centros comunitarios en Pekín, Shanghái y Shenzhen.
La compañía también afirma tener una herramienta que puede reconocer rostros, incluso si usan máscaras, con un “grado de precisión relativamente alto”.
Otra firma china de inteligencia artificial, Megvii, cuenta con un producto similar, que también se ha implementado en Pekín.
“Durante este difícil momento, vemos esto no como una oportunidad, sino como nuestra responsabilidad de aportar herramientas para combatir el Covid-19”, dijo un portavoz de SenseTime.
El periódico chino Global Times informó que las autoridades de la ciudad de Chengdu, en la provincia de Sichuan, han recibido cascos inteligentes que pueden medir la temperatura de cualquier persona dentro de un radio de 5 metros, haciendo sonar una alarma si se descubre que tienen fiebre.
A medida que los ciudadanos chinos regresan lentamente a sus puestos de trabajo, los teléfonos móviles también se han convertido en una herramienta clave para rastrear la propagación del coronavirus.
ROJO, VERDE…
“Por favor, para entrar muestre su código de salud en el teléfono”. El aviso pegado en la puerta de un restaurante de Shanghái puede desconcertar a quien no haya seguido de cerca las medidas que China ha puesto en marcha para contener la propagación del coronavirus SARS-CoV-2.
Pero los residentes saben perfectamente lo que deben hacer: encienden sus smartphones, abren la aplicación móvil desarrollada por el Gobierno, y muestran el código QR que genera en la pantalla.
El camarero que hace guardia en la puerta se cerciora de que sea de color verde antes de dejar pasar a los pocos clientes que se aventuran a comer fuera. Tienen órdenes de advertir a las autoridades si se presenta un código rojo y de tomar la temperatura de los que tengan el amarillo.
La app en cuestión es Suishenban que se puede descargar de forma individual o anidada como miniprograma en las aplicaciones de Alipay y WeChat, y su uso es obligatorio para todo aquel que quiera acceder a servicios públicos.
El funcionamiento es relativamente sencillo: el usuario concede a la app todo tipo de permisos y culmina el registro enviando un SMS a su compañía telefónica para permitir que esta comparta también sus datos de ubicación.
Suishenbang entonces genera el código QR que viene en los colores de un semáforo: verde, sin peligro; amarillo para quienes han estado fuera de Shanghái -pero no en zonas de riesgo- durante los últimos 14 días; y rojo para aquellos que deben permanecer en cuarentena.
Si bien estas nuevas herramientas de vigilancia pueden considerarse eficientes, y tal vez necesarias durante una crisis de salud, han generado preocupaciones sobre la privacidad.
Muchas de estas aplicaciones de salud requieren que los usuarios se registren con su nombre, número de identificación nacional y número de teléfono.
Las autoridades también obtuvieron datos de operadores de telefonía, agencias de salud y transporte así como de empresas estatales.
Además, hay poca transparencia sobre cómo planea el gobierno hacer una verificación cruzada de los datos, y ha habido informaciones que apuntan a una filtración de datos personales de salud en internet.
El diario New York Times, por ejemplo, afirmó que Alipay Health Code está compartiendo información con la Policía.
A medida que las aplicaciones se vuelven más populares, existe el temor adicional de que pueda exacerbar la paranoia y conducir a la discriminación contra los pacientes con coronavirus.
Las voces más críticas dicen que China podría aprovechar esta crisis sanitaria para justificar la expansión de su sistema de vigilancia, que ya es enorme y que los organismos de derechos humanos han descrito como propios de una distopía.